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viernes, 23 de octubre de 2020

RESACA (ESPADAS COMO LABIOS

 


Un alma, un velo o un suspiro,
un rápido paso camino de la luz,
un entrever difuso (luz, espérame),
esa esperanza ahogada por la prisa.

Este ancho mar permite la clara voz nacida,
la desplegada vela verde,
ese batir de espumas a infinito,
a la abierta envergadura de los dos brazos distantes.

Oh horizonte de viento quieto, lejanía.
Sospechas de dos mariposas de virgen
aquí donde las ondas son kilómetros.

Una dulce cabeza, una flor de carbón navegan solas.
Solo faltaría una pluma, una pluma compuesta
hecha de dedos ciegos,
de abandonados ya propósitos de anteayer distante.

Así para tocarse, para comprobar la frente o el cuello,
la carencia de sangre,
ese reflejo verde parado por las venas,
mientras cercados por la densa ojera
están hundidos dos besos morados.

La flor en el agua no es un gemido.
No quemada, no ardida, boga callando,
reservando su perfume implacable
para correr como loco por las arterias ausentes.

La embriaguez de entonces, la belleza serena,
la voz naciente,
el mundo que adviene;
abrázame mientras tanto,
que al fin me entere yo cómo sabe una piel que sorprende.

Quién sabe si estas dos manos,
dos montañas de pronto,
podrán acariciar la minúscula pulpa
o ese dientecillo que solo puede tocarse con la yema.

Si abandono mi mano sobre tu pecho,
oh, no mueras como un suspiro aplastado,
no disimules tu calidad de onda al fin opresa.
Pervive, oh mía, aquí sobre la playa ahora en fin que no vivo,
que puedo tenderme en forma de espuma y bañar unos pies no presentes
para retirarme a mi seno donde extremos navegan.



viernes, 16 de octubre de 2020

LA VOZ DEL BESO VIVO "De todo lo que no se pierde"

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martes, 2 de junio de 2020

“Los nietos de Don Quijote” LA ESCUELA DE LOS SOFISTAS


“Los nietos de Don Quijote”

Los lugares comunes son los enemigos de la ciencia, son los sepultureros de la verdad. La mayor parte de los hombres reposan tranquilos y satisfechos sobre un cierto número de lugares comunes que les ahorra el trabajo de pensar. Hasta los entendimientos más agudos y zahoríes tropiezan y se detienen al dar con uno de estos pedruscos seculares. El lugar común es el dogma del necio...”

Ricardo León 

lunes, 11 de mayo de 2020

ODISEO III


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“Atenea, la diosa de los ojos glaucos desapareció convertida en un pigargo.” Y aunque entre mis ataques de catalepsia no distinguiese ninguna de las constelaciones que en los espacios profundos formaban las estrellas, sí que me gustaba mirarlas y disfrutarlas y contarlas cada noche en el cielo antes de cerrar los ojos. No, ni distinguía la inmensa variedad de pájaros, ni de mariposas, ni de insectos, ni de formas, que se me sucedían; pero sí que pensaba pasear por la imaginación poco ante de dormir, aquello que me viniese en gana. Y porque sé que todo está dicho y redicho, quiero volver a escuchar, una vez más de tus labios, esa ofrenda y ese “te quiero” de una hora que me debes. Ese que nada tiene que ver con los pensamientos profundos, ni con descansar en el noble fondo de las formas mutables o inmutables de los abismos, ni con el proceder de los empleados de las lunas de miel soñadas en los trópicos. Es muy simple, su magia o su verdad, ahora, no es ya más que una sucesión de acontecimientos que desembocan en la tragedia de todos los días

viernes, 8 de mayo de 2020

ODISEO II


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La noche antes de partir, todos los pretendientes se hicieron notar provocando una gran escandalera, apuñalando mientras dormían las mentiras reales. ¡Sí, sí! Voy a ser rey por alusiones. Voy a recordar y describir los lugares que ya no iluminaban nuestros olvidados, ni las satisfacciones en forma de atracción turística, ni las personas, ni las cosas, y que nuestra flota surcó tan veloz los caminos de los peces que al anochecer llegamos a Geresto, donde nos esforzamos por no dejar entrever nuestras vergüenzas ni, a la vista de todos, como si culpásemos a este, o aquel, o a cualquiera, de nuestras frustraciones, esas con las que invocamos en un instante, al dedo del silencio imperecedero, a ese que según escribieron los entendidos, siempre prefirió ser amputado a señalar a los inocentes y a los culpables.

miércoles, 15 de abril de 2020

Cartas Marruecas


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                                                    Carta XVI Del mismo al mismo


Entre los manuscritos de mi amigo Nuño he hallado uno, cuyo título es: Historia heroica de España. Preguntándole qué significaba, me dijo que prosiguiese leyendo, y el prólogo me gustó tanto, que lo copio y te lo remito.

Prólogo. No es extraño que las naciones antiguas llamasen semidioses a los hombres grandes que hacían proezas superiores a las comunes fuerzas humanas. En cada país han florecido en tales o tales tiempos unos varones cuyo mérito ha pasmado, a los otros. La patria, deudora a ellos de singulares beneficios, les dio aplausos, aclamaciones y obsequios. Por poco que el patriotismo inflamase aquellos ánimos, las ceremonias se volvían culto, el sepulcro altar, la casa templo; y venía el hombre grande a ser adorado por la generación inmediata a sus contemporáneos, siendo alguna vez tan rápido este progreso, que sus mismos conciudadanos, conocidos y amigos tomaban el incensario y cantaban los himnos. La sequedad de aquellos pueblos sobre la idea de la deidad pudo multiplicar este nombre. Nosotros, más instruidos, no podemos admitir tal absurdo; pero hay una gran diferencia entre este exceso y la ingratitud con que tratamos la memoria de nuestros héroes. Las naciones modernas no tienen bastantes monumentos levantados a los nombres de sus varones ilustres. Si lo motiva la envidia de los que hoy ocupan los puestos de aquéllos, temiendo éstos que su lustre se eclipse por el de sus antecesores, anhelen a superarlos; la eficacia del deseo por sí sola bastará a igualar su mérito con el de los otros.

 De los pueblos que hoy florecen, el inglés es el solo que parece adoptar esta máxima, y levanta monumentos a sus héroes en la misma iglesia que sirve de panteón a sus reyes; llegando a tanto su sistema, que hacen algunas voces igual obsequio a las cenizas de los héroes enemigos, para realzar la gloria de sus naturales.

Las demás naciones son ingratas a la memoria de los que las han adornado y defendido. Esta es una de las fuentes de la desidia universal, o de la falta de entusiasmo de los generales modernos. Ya no hay patriotismo, porque ya no hay patria.

La francesa y la española abundan en héroes insignes, mayores que muchos de los que veo en los altares de la Roma pagana. Los reinados de Francisco I, Enrique IV y Luis XIV han llenado de gloria los anales de Francia; pero no tienen los franceses una historia de sus héroes tan metódica como yo quisiera y ellos merecen, pues sólo tengo noticia de la obra de Mr. Perrault, y ésta no trate sino de los hombres ilustres del último de los tres reinados gloriosos que he dicho. En lugar de llenar toda Europa de tanta obra frívola como han derramado a millares en estos últimos años, ¡cuánto más beneméritos de sí mismos serían si nos hubieran dado una obra de esta especie, escrita por algún hombre grande de los que tienen todavía en medio del gran número de autores que no merecen tal nombre!

Éste era uno de los asuntos que yo había emprendido, prosiguió Nuño, cuando tenía algunas ideas muy opuestas a las de quietud y descanso que ahora me ocupan. Intenté escribir una historia heroica de España: ésta era una relación de todos los hombres grandes que ha producido la nación desde don Pelayo. Para poner el cimiento de esta obra tuve que leer con sumo cuidado nuestras historias, así generales como particulares; y te juro que cada libro era una mina cuya abundancia me envanece. El mucho número formaba la gran dificultad de la empresa, porque todos hubieran llegado a un tomo exorbitante, y pocos hubieran sido de dificultosa elección. Entre tantos insignes, si cabe alguna preferencia que no agravie a los que incluye, señalaba como asuntos sobresalientes después de don Pelayo, libertador de su patria, don Ramiro, padre de sus vasallos; Peláez de Correa, azote de los moros; Alonso Pérez de Guzmán, ejemplo de fidelidad; Cid Ruy Díaz, restaurador de Valencia; Fernando III, el conquistador de Sevilla; Gonzalo Fernández de Córdoba, vasallo envidiable; Hernán Cortés, héroe mayor que los de la fábula; Leiva, Pescara y Basto, vencedores de Pavía, y Álvaro de Bazán, favorito de la fortuna.

¡Cuán glorioso proyecto sería el de levantar estatuas, monumentos y columnas en los parajes más públicos de la villa capital con un corto elogio de cada una citando la historia de sus hazañas! ¡Qué estímulo para nuestra juventud, que se criaría desde su niñez a vista de unas cenizas tan venerables! A semejantes ardides debió Roma en mucha parte el dominio del orbe.

martes, 14 de abril de 2020

POLIFEMO Y GALATEA



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I

Estas, que me dictó, rimas sonoras,
culta sí, aunque bucólica, Thalía(01)
¡oh excelso Conde!, en las purpúreas horas
que  es rosa el alba y rosicler(1) el día:
ahora que de luz tu niebla doras,                               5   
escucha al son de la zampoña(2) mía,
si ya los muros no te ven, de Huelva
peinar el viento o fatigar la selva.


(01) Thalía. Musa pastoril
(1) rosicler. (Del fr. rose y clair, rosa y claro). 1. m. Color rosado, claro y suave de la aurora. 2. m. plata roja.
(2) zampoña. (Del lat. symphonĭa, instrumento musical, y este del gr. συμφωνία). 1. f. Instrumento rústico, a modo de flauta, o compuesto de muchas flautas. 2. f. Flautilla de la caña del alcacer.





viernes, 20 de marzo de 2020

POLIFEMO Y GALATEA XL y XLI


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XL



Sobre una alfombra, que imitara en vano
el tirio(39) sus matices; si bien era
de cuantas sedas ya hiló gusano                            315
y artífice tejió la primavera,
reclinados, al mirto más lozano
una y otra lasciva, si ligera,
paloma se caló, cuyos gemidos,
trompas de Amor,  alteran sus oídos.                    320


(39) tirio, ria.  Del lat. Tyrius. 1. adj. Natural de Tiro, ciudad de Fenicia. U. t. c. s.



XLI



El ronco arrullo al joven solicita;
más, con desvíos Galatea suaves,
a su audacia los términos, limita,
y el aplauso al consenso de las aves.
Entre las ondas y la fruta, imita                            325
Acis al siempre ayuno en penas graves:
que, en tanta gloria, infierno son no breve
fugitivo cristal, pomos de nieve.

martes, 25 de febrero de 2020

POLIFEMO Y GALATEA XXXIX



                                                     XXXIX

Más agradable, y menos zahareña, (34)                                                       305
al mancebo(35) levanta venturoso,
dulce ya conociéndole y risueña,
paces no al sueño, treguas sí al reposo.
Lo cóncavo hacía de una peña
a un fresco sitial(36) dosel(37) umbroso,                                                      310
y verdes celosías(38) unas yedras,
trepando troncos y abrazando piedras.


(34) zahareña. 1. adj. Desdeñoso, esquivo, intratable o irreductible.
(35) mancebo. 1. persona joven, especialmente un hombre que ha dejado de ser niño pero
        todavía no es adulto. Mozo. Muchacho.
(36) sitial. Asiento de ceremonia, especialmente el que ocupan en actos solemnes ciertas   
        personalidades.
(37) dosel. Cubierta ornamental de madera o de tela que decora y ennoblece un asiento,
una imagen o una cama.
(38) celosía. De celoso. 1. f. Enrejado de listoncillos de madera o de hierro, que se pone en
las ventanas de los edificios y otros huecos análogos, para que las personas que están
en el interior vean sin ser vistas.


viernes, 31 de enero de 2020

Reseña a: INVENTARIOS DEL MIEDO por Mentodicles Redimo




¡Sorpresa, sorpresa! Con "Inventarios del miedo", Maximiano Revilla vuelve a ser capaz de hostigar, sin ninguna clase de miramientos, nuestra bien amueblada cabeza. Vuelve a ser capaz de abofetearnos e incitarnos a reavivar nuestra insatisfecha capacidad de asombro hasta hacernos dudar de cuál será o no será la voz del verso que nos propone. Me comenta, con una sonrisa boba de satisfacción mientras pasa hambre, que los cuatro lectores suyos, esos seres inquietos que lo siguen desde el principio de los libros, esos fieles, fieles, se lo merecen todo, todo. Y tal vez sea por ellos por los que, en esta ocasión, para desnudar a su personaje poético, utiliza el verso inquisidor, el verso corto y limpio y sencillo y disparatado, así como la imagen extendida y abundante, y la metáfora alejada de toda estilización: “¡Qué va!, no soy entomólogo, / ni personaje que cante o que baile, / al pausado estilismo de la tierra, / sus pesadumbres y sus radiaciones. / No, ni soy embajador / más allá del dominio de mi casa”.

No, seguro que no hay nada que se adapte más o se adecúe menos a lo que el mundo poético os tiene acostumbrados que estos versos que nos acerca desde "Inventarios del miedo", siendo esto así, porque dentro de este capitalismo lingüístico e independiente de culturas generales y globalizaciones contundentes por las que nos ha tocado caminar, “Inventarios del miedo” es una sucesión de aplastantes y sonados vencimientos que, como poco, van a ir curando sus llagas a lo largo de todas las páginas con las que se nos crean bolas que juegan en el estómago, y no, que va, no es que me lo invente yo, sino que es él quien nos lo reafirma y deja escrito: “No es que quiera vengarme, pero a mí me parece / que a la historia le falta efervescencia”.

Con “Inventarios del miedo”, Maximiano Revilla vuelve a no esperar nada, y acepta igual que Góngora ser proscrito de su tiempo, y teniendo seguro, y teniendo presente que, con sus versos, se aproxima el lector y lo apuñala otra vez con los ojos muy abiertos y la mente indiferente, justo a la misma altura, los unos de los otros, sobre todo y más que nada, porque “Solo cuando no fui capaz de revivir la llama / de los viejos volcanes en ti dormidos, / escogí confesarlo todo: / decir adiós a las sombras que dejan / en la pared los cuadros cuando se embalan, / recoger todos los trajes del tinte / y ponerlos en la maleta”. Sí, casi apostaría que “Inventarios del miedo” es una confesión cuyo propósito final es hacer que todos esos miedos, “las arrugas de nuestra piel / al igual que los miedos / siguen siendo insistencias”, se vayan de su cabeza.

Sí, sí, Maximiano Revilla en “Inventarios del miedo”, no me canso de repetirlo, vuelve a poetizar de otra manera, cosa que los que le seguimos, casi inconscientemente, lo estábamos esperando. Sí, Maximiano Revilla vuelve a romper y modificar hasta herir los clichés y tópicos de la poesía actual. Vuelve a intentar curarla de todas sus formas convencionales, ampliando, para ello, lo táctil y lo visual de los lugares comunes del mundo, ampliándolos tres o cuatro pasos por delante de donde hasta entonces estaban establecidos. Sí, alejando al verso de los tics generales, llevándolo hasta ser incomprensiblemente capaz de acertar a mezclar desde su contemporaneidad pequeñas piezas rituales con verdaderos efectos clásicos. “No, no supongo nada. / El miedo va detrás de mi retina.” Y experimentando con las transformaciones del alma y las distancias, nos viene a decir con estos versos ecfrásticos cuán. “Lento es el mundo y más su incandescencia, / aquí un interrogante de vértigos en fuga”.  

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                                                                              Mentodicles Redimo