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viernes, 28 de agosto de 2015

EL LIBRO DEL BUEN AMOR Juan Ruiz Arcipreste de Hita




Durante el siglo XIV los poemas del “mester de clerecía” adquieren determinadas singularidades que los distinguen de los del siglo XIII, tanto en la forma, donde la rigidez métrica y estrófica de los hemistiquios del alejandrino da paso al hemistiquio octosílabo y la sinalefa va sustituyendo progresivamente al hiato o dialefa, o la cuaderna vía alternando con otros esquemas estróficos; como temáticamente, ya que el carácter narrativo y la tendencia descriptiva así como el didactismo religioso del siglo XIII, da paso en el XIV a una críticas social y de las costumbres en consonancia con la nueva situación existente, adoptando actitudes de denuncia dentro de lo que se ha venido llamando en la crítica moderna como “literatura comprometida”.

Aun a pesar de los innumerables estudios realizados e inmensas bibliografías escritas; de las divergentes y plurales explicaciones dadas, de la lejanía del contexto literario y social de nuestro actual carácter cultural, nada ha de ser excusa para dejar de buscar nuevos caminos que ayuden al lector moderno a desvelar y comprender el significado de esta obra que se nos ha conservado en tres manuscritos, conocidos con las iniciales S (Salamanca) T (Toledo) y G (Gayoso, Benito Martínez). No hay acuerdo entre los eruditos a la hora de establecer el árbol genealógico de los códices y de explicar sus relaciones y valor. Para unos, existieron dos redacciones distintas realizadas por el mismo autor en dos momentos de su vida, refundidas a su vez en una tercera versión. (Su máximo exponente es Menéndez Pidal, a quien además, basándose en pasajes de la obra, sobre todo en el que dice “’buen amor’ dixe al libro” debemos el título actual). Para otros, solo habría una redacción, de la cual derivarían, a través de versiones perdidas, los tres manuscritos conservados. (Jacques Joset, es su mayor representante quien resume que: “la lectura del libro debe hacerse en la versión larga, fundada esencialmente en S y completada por G y T.” En la edad media la obra se conoció simplemente por el nombre de Libro del Arcipreste

Del autor sabemos lo que el personaje del libro Juan Ruiz, arcipreste de Hita, disperso en los tetrásforos nos cuenta, con una técnica autobiográfica al estilo de los Ovidios apócrifos medievales: Pamphilus, Ovidius puellarum, De tribus puellis y De vetula, que muy poco tiene que ver con las auténticas memorias en las que un individuo histórico trata de recoger sus experiencias personales o, cuando menos, la visión que de ellas tiene. Así pues, la personalidad del autor sigue siendo una de las incógnitas que plantea la obra, aunque, hilvanando todos los datos que van apareciendo en ella, algunos estudiosos se han aventurado a decir que El libro del buen amor es obra de Juan Ruiz de Cisneros, hijo ilegítimo del rico hombre palentino Arias González, nacido en el Al-Ándalus, quizás en Alcalá la Real (actual provincia de Jaén) en 1295 o 1296 y muerto en 1351 o 1352. Pero como tantas otras propuestas; la de que era un maestro de canto de las Huelgas llamado Johannes Roderici, o el propio Gil de Albornoz, arzobispo de Toledo desde 1337 hasta 1351, todas sin aportar datos concluyentes.

Lo que sí parece claro es que en el libro no existe una individualidad narradora conscientemente definida, “la primera persona representa por separado o simultáneamente el personaje histórico del autor, el narrador, el héroe de las aventuras ficticias relatadas, el comentador de tales peripecias, el poeta consciente de su papel de escritor, sin olvidar el yo del juglar encargado de la interpretación de la obra” Jacques Joset.

Hasta el siglo XII las doctrinas amorosas en la península, se apoyan en el Antiguo Testamento, donde la virginidad, que equivalía a la esterilidad, era considerada como un castigo divino. Para el pensamiento judío el hombre no es un alma encerrada en un cuerpo, sino una unidad de dos realidades que no pueden existir la una sin la otra, lo sensible y lo material tienen la misma bondad que lo espiritual ya que las dos realidades tienen su origen en Dios. El amor hacia una mujer para que sea perfecto debe tener una dimensión sexual en función de la fecundidad con la que se abre el Génesis “creced y multiplicaos”. Contrarrestando esto con el pensamiento platónico, para quien el hombre es un compuesto de dos realidades esencialmente distintas, tanto por su origen como por su naturaleza, alma y cuerpo polarizándose en torno a la espiritualidad, el mal viene del cuerpo, de lo material y sensible, el amor es un concepto lejano que la mente crea como distracción. A partir de entonces el pensamiento de las mentes eclesiásticas dirigentes, cambia de postura y comienza a mirar más a los Evangelios y las Cartas paulinas, donde se afirma la superioridad de la virginidad sobre el matrimonio convirtiendo los Santos Padres este nuevo enfoque, en doctrina cuasi-oficial de la iglesia. Con la invasión árabe la península había quedado fuera del radio de acción del centralismo romano, hecho que había favorecido una serie de costumbres autóctonas o provenientes de las culturas árabe y judía que se convirtieron en norma y modo de vida de los propios clérigos, en el desarrollo de la “liturgia mozárabe” o en la traducción de la Biblia al romance castellano. También en lo relativo al sentimiento amoroso siguen unas leyes que se apoyan en el derecho consuetudinario. El régimen matrimonial, sin diferenciarse mucho de los países musulmanes, tenía dos formas de unir a los esposos: el matrimonio “a juras” que se fundamentaba en el consentimiento mutuo, normalmente en un intercambio comercial entre dos familias (matrimonios por conveniencias políticas o económicas) era el matrimonio canónico, la otra era la barraganía, institución que canalizará el sentimiento amoroso de los clérigos, unión fundamentada en el amor, la amistad y fidelidad en la vida común.

Hasta el IV concilio de Letrán la barraganía clerical es una institución popularmente aceptada y jurídicamente más o menos tolerada; a partir de este concilio, será centro de atención de las reformas disciplinares de la iglesia, considerándose como pecaminosa. El celibato que prohíbe el matrimonio de los clérigos y los obispos será en este sentido la primera disposición legislativa de la iglesia. En sucesivos concilios también se les prohibirá tener mujer alguna junto a ellos, salvo su hermana o alguna virgen consagrada a Dios, así como la cohabitación de sacerdotes y diáconos con sus mujeres. Las penas promulgadas se refieren a la privación de la prebenda y a la excomunión, insistiéndose, por motivos de dispersión y perdida de los bienes de la iglesia, en que los hijos nacidos de esta unión no puedan heredar los bienes de los padres. Posteriormente se irán añadiendo otras penas como el castigo de dos años de cárcel a los clérigos que tengan públicamente concubina; detalle que si El libro del buen amor se interpreta linealmente de forma autobiográfica, sería la prisión real que sufrió el arcipreste y los clérigos concubinarios, más la interpretación literaria, como clérigo de la alta jerarquía eclesiástica, cuyas funciones era velar por la disciplina de los miembros de su arciprestazgo, esta cárcel sería la tradición alegórica del alma en poder del pecado, la tradición amorosa en la que él, tras llegar a casa del concilio donde le explican las nuevas normas, le tiene que contar a su barragana que han de separarse. Y sin embargo en el libro, el sintagma “sin merescer” unido en varias ocasiones al término prisión, no permite esta referencia a la prisión alegórica con sentido moral, ya que en toda la literatura religiosa el pecador arrepentido, jamás dirá que sufre sin merecer, sino todo lo contrario, ya que este sufrir, como tópico en la literatura religiosa de conversión que se apoya en la tradición teológica sobre la gracia divina, no sería nada con lo que realmente mereciesen sus culpas, pudiéndose poner como ejemplo literario la Vida de Santa María Egipcíaca. Desde aquí, se podría señalar que El libro del buen amor, es una autobiografía de un yo genérico dirigida exclusivamente al restringido público clerical, ya que todos ellos estaban abocados a correr la misma suerte.

Dos corrientes enfrentadas ocupan a la iglesia de esta época: una a favor del matrimonio apoyándose en las tradiciones y en el Antiguo Testamento y la otra a favor del celibato, basada en los Evangelios y las Cartas paulinas, que será a la postre la tesis que prevalezca en el tiempo.

Saciar el hambre con los viejos escritos hasta rebosar sabiduría, es una de las características de todos los poemas del Mester de Clerecía. El libro del buen amor también, por lo que tal vez este pluralismo, dificulte, a primera hora de la mañana una lectura lineal de la obra. Para facilitarnos su comprensión, algunos críticos han señalado la forma autobiográfica como elemento unificador y aglutinante. La obra está formada por retazos diversos unidos por la voz narradora y cantora ya que existen numerosos elementos líricos y excursos no narrativos que así nos los hacen ver. En ella hay una alternancia, no mecánica de sonidos graves y jocosos que forman un contrapunto poco rígido y si fluido y libre. Sobejano, cree ver “una clara trayectoria que va del espacio mundano al tiempo trascendente, del loco amor que representa la lujuria, al buen amor de Dios”.

En las cantigas de los clérigos de Talavera, adaptación de un poema goliardesco ingles llamado Consultatio Sacerdotum, nos relata la asamblea celebrada por los clérigos del arciprestazgo de esta ciudad ante la llegada de una carta del arzobispo Don Gil de Albornoz en la que se les comunica que se han de separar de sus barraganas y de la que deciden hacer caso omiso.
Dentro del libro, la narración del ermitaño que después de cuarenta años en el desierto, sin tentaciones, un día borracho, ve aparearse a un gallo y una gallina, excitándose sexualmente hasta el punto de correr al pueblo y violar y matar a la primera mujer que se encuentra, la moraleja sería una crítica a la castidad absoluta, el ejemplo para los altos dirigentes de la iglesia de, por qué no se tendría que aplicar el celibato.

Para muchos críticos el método escolástico parece ser lo que ilumina la estructura interna del libro, escrito para clérigos por un clérigo. En la argumentación escolástica se anuncia una tesis que se ha de probar recurriendo a distintos argumentos; si se trata de teología, al argumento de autoridad de las fuentes teológicas, a la Biblia, a la Patrística y a la documentación conciliar. Si la tesis es filosófica, se invoca a la autoridad de los sabios y filósofos antiguos. El libro del buen amor después del “Praenotanda” o “Nexus” que trata “cuestiones previas” cumpliendo este cometido el “prólogo” en prosa, se enuncia una tesis que dará unidad interna a todo el libro, exponiendo los argumentos que serán de tres clases: de autoridad de los sabios antiguos, (Aristóteles) de la experiencia externa, la naturaleza que corrobora eso que el filósofo dice, y de la propia experiencia, ya que, de los seres creados, el hombre es el más sensible a esta fuerza natural. Después de la argumentación, se comprueba con ejemplos la veracidad de la tesis, ejemplaridad muy socorrida en la pedagogía escolástica de las “Artes praedicandi” que sirven constantemente al autor en su didáctica.

La ficticia autobiografía del autor-protagonista enlaza una miscelánea de materiales muy heterogéneos, donde la equivocidad y el doble sentido afectan a la moraleja que el autor extrae de los cuentos que lo componen. El tono didáctico, adornado con la ambigüedad, la parodia, el humor, la ironía y hasta cierto punto, lo grotesco; marcan la orientación del discurso poético.

El texto se inicia con una invocación a Dios y a la Virgen (c. 1-10) y un prólogo en prosa sobre el sentido he interpretación de la obra; siguen un ruego a Dios para que “le diese gracia que pudiese fazer este libro” (c. 11-19), unos gozos de Santa María (c. 20-43) y un apólogo que nos enseña cómo debe entenderse el texto (c. 44-70). Entre fábulas se va relatando las aventuras del Arcipreste (c. 71-652) que intenta seducir a una panadera, pero quien lo consigue es el emisario Ferrand García; así, tras el fracaso de sus primeras aventuras amorosas, habla de la predisposición y se queja al dios Amor de sus desdichas; Don Amor le da una serie de consejos que completa su mujer doña Venus. En el relato de los amores con doña Endrina (c. 653-891) donde aparece la alcahueta Trotaconventos que coopera con sus artes para que el enamorado logre sus deseos. En un principio es el propio Arcipreste el protagonista, convirtiéndose desde la cuarteta 727 en don Melón de la Huerta, que será, a las postres quien se case con doña Endrina. En las cuartetas siguientes (c. 892-949) el Arcipreste imparte consejos a las dueñas y les habla de los alcahuetes. En cuatro grotescas serranillas (c. 950-1042) cuenta en tono caricaturesco como es asaltado por unas pastoras que quieren cobrarle un peaje haciéndole un lugar en la cama y pretendiendo casarse con él. Tras unas solemnes coplas a la pasión de Cristo (c. 1043-1066) vuelve lo burlesco en “la pelea que ovo don Carnal con la Cuaresma” (c. 1067-1314) un largo y sesudo excurso sobre la confesión, sus requisitos y normativa (c. 1130-1160). En esta batalla el miércoles de ceniza, don Carnal y sus huestes (la Cecina, don Tocino, perdices, capones, etc.) caen derrotados ante el ejército cuaresmal formado por todos los peces. Pero el domingo de Resurrección vuelve don Carnal acompañado de don Amor a entrar triunfante para ser recibido por toda la ciudad. Volviendo a las aventuras del Arcipreste (c. 1315-1625) donde tras llamar de nuevo a la trotaconventos para que le ayude a conquistar a una señora, fracasa, aconsejándole esta “que amase alguna monja” doña Garoza se llamaba la monja elegida, y muere antes de acceder a los deseos del protagonista, rechazado también por una mora. En un breve excurso (c. 1513-1519) Juan Ruiz habla de los cantares que hizo para una serie de personajes. La muerte de Trotaconventos (c. 1520-1575) y su epitafio (c. 1576-1578) que enlaza con un discurso sobre las armas del cristiano (c. 1579-1605) y el irónico retrato de don Furón el nuevo criado que también fracasa en el propósito de llevar una moza a la cama de su señor (c. 1618-1625) La estructura básica del libro se remata con nuevas advertencias de cómo ha de entenderse la obra (c. 1626-1633) señalando la última cuarteta (1634) la fecha de composición:
Era de mil e trezientos e ochenta e un año,
Fue compuesto el romanze, por muchos males e daños

En los manuscritos S y G aparecen gozos y loores de Santa María (c. 1635-1649 y 1661-1689) con dos zéjeles “de cómo los scolares demandan por Dios” y la cantiga de los clérigos de Talavera (c. 1650-1660) En el manuscrito G hay como remate un cantar de ciegos (c. 1710-1728)

El libro del buen amor es sin duda la obra más enigmática de la literatura medieval castellana. La polisemia, la equivocidad, el doble sentido, la ambigüedad semántica, características buscadas intencionadamente por el autor son una constante de la obra en la que no existe una clave de lectura uniforme por lo que “sobre cada fabla se entiende otra cosa” ya que el verdadero sentido de lo que quiere decir permanece encubierto, lo que dificulta su lectura y hace que sea un libro apasionante que incita y motiva al lector a descifrar los numerosos enigmas que plantea. Sorprende el carácter concreto, cotidiano, incluso vulgar de las metáforas y comparaciones. Juan Ruiz prefiere la expresividad a la belleza y rebuscando entre esas expresiones y locuciones de cada día, encuentra siempre la que mejor define una situación o un carácter. Los tópicos literarios se vivifican gracias a las salpicaduras de lo real e inmediato. El poeta tiende a yuxtaponer conceptos y expresiones evitando en lo posible las transiciones, aunque cuando estas son inevitables, regresa al parlamento de golpe, con toda naturalidad.

En un autor tan encariñado con la realidad, no podían faltar los diminutivos con su carga de gracia y afectividad. La expresividad de Juan Ruiz se apoya con frecuencia en el paralelismo y la antítesis, estando también presentes en la obra, los quiasmos y juegos de palabras. La cuaderna vía constituye aproximadamente el 90% de los versos del poema, en los que la gran mayoría de los hemistiquios son heptasílabos y un cuarto del total octosílabos. Los propósitos estilísticos de los cambios de medida esencialmente son: evitar la monotonía, enmarcar los parlamentos de los personajes, destacar las moralejas y momentos más solemnes o retóricos, donde los hemistiquios heptasílabos por su energía, pasión y viveza se especializan en la narración, mientras que los octosílabos por su reposo y razonada melancolía, son el medio para resaltar determinadas palabras y situaciones solemnes y ceremoniosas.

Aproximadamente el 10% de los versos son de arte menor con rimas alternas y constituyen fragmentos independientes de la trama narrativa, unas veces enlazados a ella y otras, totalmente autónomos: siendo las cántigas de serrana y los cantares de ciego un buen ejemplo de ello. En varios de estos poemas emplea la estructura del zéjel: cabeza -tríptico monorrimo- verso de vuelta -estribillo: como los primeros gozos de Santa María o la canción de la panadera Cruz.

miércoles, 5 de agosto de 2015

un cuántico aleteo a la una




A la una

Creo por dos minutos
en la inmortalidad pausada de la tierra.
En ese parecido tan rejado de los poetas al atardecer sin sus alas.



A la una

Tendré que simular mejor
para tocarte sin herirte.
Te amo. Sí, te amo,
acaso por costumbre
después de tanto tiempo.



A LA UNA

Hay un hambre general:
mermelada de pera
a la sombra de las mitologías,
tensas conversaciones
que nos desarman con su aliento.
Una pestaña suelta dentro
de los ojos que se maquillan
para salir sin hacer daño.

                         Un cuántico aleteo en la boca

lunes, 3 de agosto de 2015

MESTER DE CLERECÍA O POESÍA CLERICAL



                                                                                            
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MESTER DE CLERECÍA O POESÍA CLERICAL

Los dos sintagmas están admitidos para caracterizar la poesía culta de los siglos XIII y XIV española, considerados con la obra de Santo Tomas de Aquino: Summa Theologica como la edad de oro de la escolástica y el periodo de mayor esplendor de la teología. El Mester que toma el nombre del exordium del Libro de Alexandre donde se esbozan los rasgos distintivos de la escuela, coincide en el tiempo con el auge cultural de los reinos cristianos,.

Mester traigo fermoso: non es de joglaría,
mester es sen pecado, ca es de clerecía
fabar curso rimado por la cuaderna vía
a sílabas cuntadas, ca es grant maestría
(c.2)

Sí, es verdad que durante el siglo XII se vislumbraron ya algunos focos de intensa actividad cultural, como la escuela de traductores de Toledo, el Monasterio de Ripoll o la corte arzobispal de Santiago de Compostela, no fue hasta un siglo después cuando eclosionase este resurgir cultural. El dominio del mundo cristiano sobre el mundo árabe, el renacer del comercio y la reforma cultural programada en el IV concilio de Letrán, fueron algunas de las causas que motivaron esta prosperidad.

Mester es la derivación vulgar de ministerium; que significa oficio o empleo. Clerecía, que se denominaba al conjunto de clérigos, pasó a ser, el conjunto de saberes o conocimientos. “Mester es sen pecado”, es la metáfora descriptiva, de esa perfección que se busca en la métrica carente de todo defecto, de toda impureza, de todo pecado. La formación de los clérigos que hasta ese momento para ser ordenados “in sacris” se había limitado a memorizar una serie de contenidos litúrgicos, pasa a estar condicionado “fasta que sepan (los clérigos) fabar latín”, pensando entonces que la ignorancia no es apta para obtener la salvación.

El movimiento literario del mester de clerecía se configura en la Universidad de Palencia y surge como superación del arte juglaresco. Y aunque toma de éste bastantes elementos como las apelaciones al auditorio, la demanda de galardones, la solicitud de benevolencia o el epíteto y la fraseología épica. Las diferencias: métrica, prosódica y rítmica son considerables, así como los temas y la constante consulta a las fuentes escritas hasta entonces, la Biblia como estandarte principal y luego todos los demás documentos latinos o franceses escritos. Aun a pesar del arte culto y erudito de que son poseedores, con una clara voluntad de estilo, se expresan en “Román paladino, / en el cual suele el pueblo fabar con so vezino” la lengua asequible al gran público con la que acercan los temas cultos a su mentalidad. Destacable es también ese ir más allá de la anonimia del juglar. “Maestro, tú me crieste, por ti se clerezía…” (Alexandre, c.38 a).

Menéndez Pelayo afirma que la lengua de estos poetas “es algo prosaica y no tiene mucho color ni mucho brío, pero es clara apacible, jugosa expresiva y netamente castellana”. Al tratar temas tan variados el vocabulario se enriquece considerablemente. La sintaxis es “grave, reposada, majestuosa” (Giménez Resano) y viene determinada por la forma métrica que se emplea.

El estilo es más cuidado que el de los juglares, aumentando considerablemente el uso de metáforas y símiles que toma en la mayoría de las ocasiones de la vida cotidiana, del campo, del hogar, de las cosas sencillas e inmediatas. El hipérbaton exigido por la necesidad expresiva es abundante

El verso utilizado es el alejandrino, que según las fuentes de las que se atragante uno, debe su nombre o bien al empleo que se hizo en las adaptaciones francesas medievales de las leyendas de Alejandro Magno o bien al desarrollo de manera autónoma de los fundamentos latinos. Este verso consta de 14 sílabas, divididos por una fuerte censura en dos hemistiquios de 7 silabas cada uno, que pueden terminar en agudas, llanas o esdrújulas, haciendo posibles toda una serie de combinaciones o juegos silábicos, capaces de establecer las estructuras rítmicas. Los “clérigos” agrupaban los alejandrinos en estrofas de cuatro versos con rima consonante¸ denominados cuaderna vía, o tetrástico monorrimo; procedente para unos de la poesía latina eclesiástica y para otros son de origen francés.

Frente a la rima asonante del mester de juglaría, usaran la rima consonante, frente a la irregularidad métrica, un cómputo rígido de sílabas con un ritmo perfecto, frente al anonimato, aparece el autor individual. Su pretensión era dar lecciones de bien rimar, medir y componer para que sus oyentes-lectores creyesen y se fiases de lo que se les decía. La poesía clerical donde los aspectos formales juegan un papel indispensable es consecuencia de la reforma propugnada en el IV concilio de Letrán. El tratamiento sustancial del contenido poético es uno de los rasgos diferenciadores de esta escuela en la que los autores utilizan temas profanos salpimentados de abundante erudición. Cuando tratan asuntos eclesiásticos, lo hacen para divulgar una determinada religiosidad dentro de una concepción teológica particular a la que se le asigna una funcionalidad didáctica de orientación cristiana. El poeta épico se inspiraba en los hechos históricos coetáneos, buscando deleitar con una funcionalidad noticiera, los poetas del mester de clerecía lo hacían desde las fuentes escritas, citando constantemente: “estorias”, “dictados”, “escriptos”, “libriellos” pensaban que el documento escrito tenía carácter de autoridad, por eso en lugar de deleitar, que también lo hacían, buscaban sobre todo aprovechar.

Para algunos estudiosos, debido a la culta y erudita naturaleza del autor, las obras del mester de clerecía estarían destinadas a la lectura privada de un público minoritario, explicándose de esta manera la escasa difusión de la gran mayoría de sus poemas. Para otros, por el contrario, estarían destinadas al mismo público que cantaban los juglares. Sin embargo, por determinados contenidos temáticos, hay quien avala un pluralismo en la recepción.

Se distinguen dos grandes períodos en el desarrollo del mester de clerecía: el primero perteneciente al siglo XIII cuyos poemas presentan una mayor homogeneidad y una clara uniformidad poética, citándose como ejemplos, el Libro de Alexandre, Libro de Apolonio, Poema de Fernán González, así como toda la obra de Gonzalo De Berceo. El segundo período quedaría configurado por todas las obras del siglo XIV caracterizadas por una polimetría que pierde en la forma esa rigidez característica de la cuaderna vía, a la vez que los temas adquieren un fuerte tratamiento satírico y moralizador, destacando: El libro del buen amor, Vida de san Ildefonso, Rimado de Palacio, y el Libro de miseria de omne. Intercaladas en estos períodos, se compondrían, según Estrada, obras “clericales en verso juglaresco”

EL LIBRO DE ALEXANDRE

El libro de Alexandre es considerado actualmente el primero de la llamada escuela del mester de clarecía. Extrayéndose de su 2ª estrofa el carácter vanguardista y manifiesto poético que marcará la nueva forma de hacer literatura.

La obra se conserva en dos manuscritos: el uno perteneciente al Duque de Osuna, que en la actualidad se encuentra en la Biblioteca Nacional de Madrid, y el otro, denominado manuscrito de Paris, por encontrarse en la biblioteca de esta ciudad. Al libro de Alexandre se le atribuyen, según que fuentes se tomen como referencia, distintos autores: a Gonzalo de Berceo como su obra de juventud, a Juan Lorenzo de Astorga, a un autor anónimo que al estilo de las crónicas alfonsíes formaría parte de un equipo de colaboradores, postura esta, que debido a la ingente cantidad de fuentes a las que hace alusión, parece ser la que más se aproxima a la realidad.

También la naturaleza lingüística del original presenta diferentes puntos de vista, ya que mientras en el manuscrito de Madrid, se contagia de leonesismos, que según algunas opiniones fueron introducidos posteriormente por los copistas, en el de Paris sucedió algo parecido, solo que son las formas lingüísticas navarroaragonesas las que lo hacen, tal vez como un uso arcaizante de la poesía del mester de clerecía. El profesor Alarcos sin embargo cree que “su lengua original era el dialecto castellano, aunque con algún arcaísmo precastellano”.

El Libro de Alexandre que refleja la vida de Alejandro Magno, se distribuye en tres grandes bloques temáticos. Después de un breve exordium en el que el autor ofrece y justifica su servicio, se pueden distinguir tres partes en la materia narrativa. En la primera se trata del nacimiento, infancia, y formación del héroe. La segunda se inicia con la coronación de Alejandro a la que sigue la narración de sus grandes conquistas. Y por último la tercera recoge las circunstancias de su muerte, con lo que el poema adquiere una fuerte impronta moralizadora. El libro de Fernán González tiene una distribución muy similar.

El número tres es la base estructural de todo el relato, acaso porque tanto para el mundo grecolatino como para la tradición bíblica del Antiguo Testamento, los números impares estaban dotados de una significación religiosa muy especial. Por eso el número tres, por ser las divinas personas del Dios Trinitario, adquirió un fuerte simbolismo para el hombre medieval.

Como toda la poesía clerical del siglo XIII y XIV el Libro de Alexandre tiene una fuerte orientación didáctica. Presenta el ideal de un caballero cristiano, en el que se unen el hombre de letras (sabe clerecía ya que ha estudiado el Trivium y el Quatrivium) y el hombre de armas (por ser armado caballero) además de estar revestido de la dignidad Real. Por haber sido capaz de conseguir como hombre, todo menos vencer a la muerte, cuando esta llega, lo hace para representar el mito del ídolo caído.

EL LIBRO DE APOLONIO

Compuesto hacia la mitad del siglo XIII, el único manuscrito que se conserva se encuentra en la Biblioteca de El Escorial, vinculado por el didactismo cristiano que sazona la obra al estamento clerical. Aunque nada sabemos de su autor, intuimos que poseía una gran cultura, pues además de estar familiarizado con la literatura latina, conocía la tradición odiseica que empieza con Homero.

De naturaleza lingüística genuinamente castellana, parece que un escribano tardío fue rectificando lo que a él le sonaba extraño, modificando las técnicas métricas y normas lingüísticas del poeta primigenio. Calificado por Manuel Alvar como “relato de carácter odiseico”, el héroe está condenado a un continuo peregrinar, según el modelo que acuño Homero y que repiten las novelas bizantinas. La chicha del contenido poético versa sobre la leyenda de Apolonio. Aunque el tema es de origen griego, la versión más antigua conocida pertenece a la tradición latina, la Historia de Apollonii Rigis Tyri escrita hacia el siglo V o VI.

El poeta castellano adapta el texto latino con gran originalidad literaria y voluntad de estilo; mediante la “aemulatio” convierte en criatura poética lo que en el original latino es sólo un relato escueto y descarnado. El elemento original más importante de esta adaptación es la cristianización de muchos temas paganos, la purificación léxica y conceptual, la supresión de escenas poco edificantes. Basada en la técnica de los contrastes entre infortunio y bienandanzas, entre dinamismo y estatismo, los quiebros inesperados mantienen viva la atención del lector.

Las vicisitudes por donde hubo de pasar el rey Apolonio, núcleo argumental del poema, sigue una estructura rectilínea, a la manera de un cuento; “érase una vez…” Nos presenta tres historias claramente dependientes: El enigma de Antíoco que una vez descubierto es el factor desencadenante de toda la acción; las aventuras y episodios enlazados bajo la relación causa-efecto, la historia de Luciana en Éfeso y la de Tarsiana en Tarso y Mitilene.

El entorno del relato no son los prados, ni las flores, ni el canto de los pájaros, sino que es la ciudad-puerto, el mar que se convierte en el escenario principal es además de un personaje vivo al que se le califica con atributos humanos, a través del mar, adquiere dramatismo el discurso narrativo con las dos tormentas que describe. Los campos semánticos en torno al mar y los oficios marinos son en este poema los más abundantes. La música también desempeña un papel importante en la vida de los protagonistas, los tres tienen una habilidad especial para este arte. Apolonio y Luciana la música cortesana y palaciega, Tarsiana la juglaresca y popular.

POEMA DE FERNÁN GONZÁLEZ

Es un poema de naturaleza híbrida que mezcla el tema épico perteneciente a la tradición popular del mester de juglaría con la técnica literaria, la forma, la funcionalidad y la utilización de fuentes propias del mester de clerecía. Copiado en el siglo XV ha llegado hasta nosotros en un códice que se conserva en la Biblioteca de El Escorial. Compuesto en el siglo XIII por un monje del Monasterio de San Pedro de Arlanza, al que vincula el autor, por sus donaciones, al protagonista del personaje histórico. Según los tradicionalistas, la historia del conde Fernán González, héroe de la independencia castellana, cristalizaría muy pronto en pequeños cantos noticieros a partir de los cuales se habría formado el cantar de gesta hoy perdido. En él se acentúa la rebeldía del conde contra el rey leones, mientras que en el poema este rasgo se atenúa y muestra la imagen de un héroe piadoso que establece lazos indisolubles entre Castilla, Fernán González y el Monasterio. Las huellas, de la tradición popular y juglarescas que habrían quedado en las crónicas medievales: La Najerense (s. XII), la Primera Crónica General (s. XIII), y La Crónica de 1344, las habría recogido este clérigo para con una clara intención propagandista regional y estamental, revistiéndolas con el ropaje del “nuevo mester” dar así forma a la obra. El individualismo niega este origen.

Como casi todas las obras de esta época, el relato está estructurado en función del número tres, siendo estos los grandes temas de que se compone: Castilla, Fernán González y el Monasterio de Arlanza, yendo de lo general a lo particular: lo mejor del mundo, España; lo mejor de España, Castilla; lo mejor de Castilla, la montaña, en la cual, tras ser robado por un carbonero, pasó su infancia el conde, marcando así un deliberado contraste entre estos orígenes humildes y la grandeza futura del héroe. El autor nos ofrece las coordenadas espaciotemporales en las que sitúa al protagonista libertador utilizando el viejo tópico de la perdida de España y el elogio de España, cuya estructura profunda está dividida por los adverbios de tiempo “antes/agora”; el “antes” fue triste, el “agora”, venturoso. “Un movimiento circular que lleva a España, a través de triunfos y caídas, desde la gloria ilustre de su pasado hasta la gloria ejemplar de su presente”. (Gimeno Casalduero)

El poema está indudablemente ligado a un culto sepulcral puesto que los restos del conde reposan en San Pedro de Arlanza, al que hizo importantes donaciones. Fernán González persiguiendo un jabalí, entró involuntariamente en una pequeña iglesia, cometiendo sacrilegio, aun así, el monje Pelayo le profetizó la victoria en la batalla contra Almanzor que tendría lugar al día siguiente.

GONZALO DE BERCEO

Fue el primer poeta conocido del mester de clerecía. La supuesta fecha de su nacimiento ronda el año 1195 en un pueblo de la Rioja, perteneciente a la diócesis de Calahorra y se educó en el monasterio benedictino de San Millán de Suso. Sus poemas han llegado hasta nosotros recogidos en dos códices que se conservan en el Archivo de Santo Domingo de Silos el uno y en la Real Academia Española el otro. Según cuenta en sus escritos, fue maestro titulado por la Universidad de Palencia en la doble vertiente Literaria y Teológica. Calificado por algunos como un ingenuo y candoroso poeta que repite los lugares comunes de la tradición, en cuanto nos adentramos en el tratamiento temático de sus poemas y descubrimos como maneja con maestría el nuevo “modus versificandi” todas las calificaciones se desmoronan.

Escribe para el pueblo de manera sencilla, apartándose de los manuales clásicos, de los tecnicismos difíciles de comprender y poco útiles para la religiosidad del hombre medieval. Sí, es cierto que Berceo no crea, sino que divulga y explica, enseña y difunde una teología existencial, no conceptual, una teología que entra fácilmente por los ojos. Detrás de su aparente ropaje sencillo, se descubre un poeta culto que maneja con maestría el cómputo silábico “a sílabas contadas”, y utiliza como norma la rima consonántica. Beber de las fuentes escritas es otra de las características de todos sus poemas, de ahí la reiteración de sintagmas como: “según dize la estoria”, “según cuenta el libriello”. La naturaleza narrativa de sus poemas hace que la descripción sea otra de las características de su poética. Sus cuadernas tienen sentido completo, cerrándose en unidades sintácticas sobre sí mismas. Su técnica narrativa fue comparada con determinadas estructuras arquitectónicas, como el tímpano del pórtico gótico o la disposición del retablo en las catedrales del mismo estilo.

Domina todos los resortes de la retórica medieval y de las artes praedicandi y sin caer en el artificio se sirve abundantemente de ello. Importante es el uso del diminutivo que tiene una función esencialmente emocional. Gusta de parejas que califican mejor que artísticamente, oportunamente; también le gusta jugar con adjetivos contrarios y frecuentemente usa el superlativo en el que predomina la forma perifrástica. Se sirve de la sinestesia, aunque no logre con ella grandes efectos poéticos ni expresiones originales. Abundan las llamadas figuras de dicción: aliteraciones, anáforas…; es decir las figuras que tienen una función reiterativa, de aprendizaje y enseñanza; también es frecuente el uso de paralelismos, con valor sinonímico o antitético.

En la sintaxis de Berceo predomina el ritmo lento, tardo, propio del mester de clerecía. Machado refiriéndose a él, escribe: Su verso es dulce y grave; monótonas hileras/ de chopos invernales en donde nada brilla:/ renglones como surcos en pardas sementeras… Subraya Artiles la tendencia de Berceo a juntar oraciones y palabras de igual función sintáctica. Predomina sobre el asíndeton el polisíndeton. Es bastante frecuente el uso del hipérbaton.

Brian Dutton modificando la idea del clérigo simpático, bonachón, sencillo, ingenuo y de excelente humor, nos presenta un poeta interesado y calculador que compone sus versos con un afán propagandístico. Tras decaer el monasterio de San Millán por la competencia de otras fundaciones en la ruta de peregrinación, Berceo en la Vida de San Millán intenta justificar y legalizar unos tributos ante el pueblo, además traduce al romance un documento falso, escrito en latín, con el que pretendía hacer pagar a todos los pueblos de Castilla y de Navarra una cuota anual, establecida por el mismo Conde Fernán González.

Obras de teología moral: Las hagiografías

Berceo más que hablar de vicios y de virtudes en abstracto, divulga la vida de unos personajes que han seguido la senda de la virtud, utilizando para ello el género hagiográfico en el que la ejemplaridad está en función del didactismo catequístico, no exento de una importante carga propagandística.

La Vida de San Millán, inspirada en la fuente latina de La Vita Beati Aemiliani de San Braulio, obispo de Córdoba, escrita a principios del siglo VII y la Vida de Santo Domingo cuya fuente inmediata es la Vita Sancti Dominici del siglo XI, escrita por Grimaldo. Con importantes analogías entre sí, como la división tripartita perfectamente equilibrada, donde después de un “exordium” con la invocación al Dios trinitario, el autor adopta una actitud juglaresca, buscando la “captatio benevolentiae” de su auditorio, al que prepara para que acepte como verdadero cuanto les va a narrar: una “estoria” en la que delimita las coordenadas geográficas del entorno en el que vivieron sus héroes, siempre de origen humilde y medio pastoril, de camino a la santidad, que llegará ratificada por los milagros que el santo realiza ya “in vita”, pero, sobre todo, “post mortem” lo que asegura su ejemplaridad y su poder de intercesión.

Martirio de San Lorenzo breve poema donde nos cuenta la vida del protagonista. Vida de Santa Oria donde el tema principal fueron las visiones de que gozó la santa en los últimos años.

Obras de teología dogmática. Obras Marianas

Que recogen el conjunto de verdades que forman el llamado “credo religioso” sobre el que se fundamenta la piedad del individuo. Giran en torno a María que es Virgen y Madre intercesora del ser humano ante Dios.

Los Loores de la Virgen que es un breve “compendium Historiae salutis”. Historia de la salvación, desde el Antiguo Testamento. Contra lo que indica su título, no es una obra exclusivamente mariana, pues los versos relativos a la Virgen en los que se implora su ayuda y se cantan sus alabanzas, están al principio y al final. En el centro encontramos motivos bíblicos, comentarios sobre los mandamientos, las fiestas religiosas, el juicio final, etc.

El Duelo de la Virgen que recoge el dolor de la virgen desde el momento en que Jesús cae prisionero, hasta el día de su Resurrección. María baja de los cielos para visitar a San Bernardo que siente vivos deseos de conocer lo ocurrido en aquellos momentos. El hondo dramatismo de la obra reside en que no es el poeta quien nos narra la Pasión, sino la propia madre. Es el único escrito, que con la inclusión de la “cantiga de veladores” ¡Eya velar!, se aparta de la cuaderna vía.

Los Milagros de Nuestra Señora es una colección de veinticinco relatos en los que se narran los milagros de la Virgen. Siendo en ella como protagonista donde descansa el sentido último de la obra, en muchas ocasiones con las debilidades propias del ser humano. En el prólogo, que es una alegoría del tópico “locus amoenus” nos presenta a la Virgen como un “prado verde e bien sencido” donde el hombre peregrino encuentra albergue y reposo. Berceo quiere probar el poder intercesor de la Virgen que es abogada y defensora del ser humano. La estructura es uniforme, con un protagonista transgresor de la norma moral y elemento pasivo de la acción salvífica realizada por la Virgen, llevándonos a comprobar que cuanto mayor sea la transgresión, mayor será el resplandor de la acción salvífica

La estructura es bastante parecida en todos los milagros. Presenta un personaje; se pone en evidencia su devoción a la Virgen, que en ocasiones coexiste con graves faltas; le sobreviene un gran daño que puede ser incluso la muerte en pecado y la condenación eterna; María le ayuda a salir con bien y el poeta remata exhortando a su público a que sea devoto de tan poderosa señora.

Para Graciano es evidente que toda la obra gira en torno al antagonismo entre “los dos planos del bien y del mal, de la salvación y del pecado, de lo divino y lo diabólico.

Obras de escatología. Poemas doctrinales

El hombre medieval vive absorto por el más allá, viendo la muerte y la vida futura como una liberación de este mudo caracterizado como “valle de lágrimas”. Berceo en De los signos que aparecerán antes del juicio final nos ofrece su versión de los comentarios que San Jerónimo hace en un sermón de las visiones apocalípticas, nos muestra con llamativa plasticidad los quince signos que anuncian el juicio universal y de los pecados que entonces recibirán su castigo, todo dentro de una tonalidad didáctica y catequística.
El sacrificio de la misa es un poema que consta de 297 estrofas dedicadas a explicar al auditorio las diversas partes de la misa, contraponiéndolas a los antiguos sacrificios de la ley mosaica. De clara finalidad didáctica, tiene como fuente la Biblia y los tratados de Hugo de San Víctor y de Inocencio III.


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