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jueves, 11 de junio de 2015

OTRO PASEO POR LA POESÍA




Para dar otra vuelta a ese martirio desnudo que se presenta imposible entre la contaminación de las ciudades y los hombres, con los pecados mortales que avalan los versos bajo las carpas de los domingos, tendríamos que subirnos a esa poesía irreverente que no almuerza con ningún catedrático, tendríamos que subirnos a esa línea seis del metro, en la que por su trazado circular, comienza y termina con los gritos de todas las metáforas que rompen como Apollinaire los silencios.

En poesía, dicen que todo está dicho; pero si no fuese así, se debería ser absolutamente moderno a cada instante, pues, al pertenecer ésta al mundo en que vivimos y éste cambiar sus realidades con cada tic-tac o cada sombra del reloj que pusieron los antiguos en el muro norte de las catedrales, no se entendería que los poetas hoy, se quedasen como ayer atragantados por su propia grandilocuencia, a la entrada de las primeras luces de los miedos, entre los pensamientos de los mendrugos pasados, sin abrirse a todo lo que aún está por ser y por venir, recreándose con esos lodos de los balnearios medicinales que acaso por nostalgia o amiguismo, intentan reavivar la belleza que nunca tuvieron, la que exhibieron en las recepciones de ayer, después de pasar por tantos y tantos quirófanos.

Con la misma premura que tienen los malversadores de instantes y seres inquietos que somos, muchas veces acurrucadas lagartijas de vacaciones al sol de nuestras incontinencias, parece que cada vez nos introducimos más en la ignorancia del sentimiento de las mareas de la humanidad, las que cuentan siempre, fueron buscando la base de la palabra poética, sobre todo en esos ojos que con tonos infinitos, tienen unos puntos de resonancias paralelas, por donde sin duda se reaviva el anhelo.

Sabemos que ni por asomo hemos llegado a rascar la superficie del posible secreto que la poesía esconde en su interior, ni por asomo hemos encontrado el camino exacto que nos lleve a vestirnos con él de fiesta. Sí, es cierto que en ocasiones hemos conocido, corporeizándose, algunas sendas en las que excesivamente transitadas hemos hecho el amor con gentes deseosas de ampliar los resúmenes individuales del cielo para que las comiésemos algo más que el pico y la oreja, gentes que durante el trayecto nos hicieron compañía, gentes sin acertar a decir cuánto facilitaron o entorpecieron nuestra reflexión. Lo cierto es que las indagaciones para encontrar esta mañana esas reliquias del exilio, no han hecho más que dar comienzo; y no se crean no, que las expectativas con las que se presentan no parecen de lo más halagüeñas.