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martes, 26 de enero de 2021

FEMENINA "Inventarios del miedo"

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FEMENINA

Sevilla siempre estuvo
entre mis dedos,
sí, estuvo siempre
veraneando
en las flores del balcón
de madrugada,
de abecedario
en las yemas, caricias,
de todos esos árboles
disidentes e ingrávidos,
lo mismo que su sombra,
en todas las visitas,
previstas e imprevistas,
por las culpas de la naturaleza,
esa, a la que ya le queda tan poco
para cargarse totalmente
las arañas del rock and roll,
las que aún duermen conmigo,
alguna que otra noche,
aburridas, totalmente aburridas.
Me duele, acaso por mi edad,
su ceguera avanzada
y su inconformismo.

miércoles, 20 de enero de 2021

A LA UNA Y VEINTIOCHO de "Un cuántico aleteo en la boca"



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A la una y veintiocho

En busca de un empleo fijo,
pasé algunos instantes
con Pessoa en el Burger King.
Descorchando los signos del insomnio
hasta desfibrilar con las botellas
el entretenimiento.

A LA UNA Y VEINTIOCHO

Admiro tu pasión, tu tranquilidad ante la toma de conciencia que enciende las calderas con sonidos de estómago hambriento, con su orillada estrella que, salvando las caídas en el último instante, se viste de silencio. De Prada y Desigual, de Gaultier Peregrino, de pasión al cero entusiasta de las compras en línea de cualquier maratón.

jueves, 14 de enero de 2021

UN CUÁNTICO ALETEO EN LA BOCA

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Aunque ignorase lo tramposa que podía ser la juventud y desconociese lo más esencial de los abrazos que rodean las cinturas, nunca fui capaz de olvidar que mi existencia, muy bien, se podía resumir conjugando en todos sus modos y tiempos el verbo perder.


jueves, 7 de enero de 2021

A LA UNA Y CUATRO de "Un cuántico aleteo en la boca"

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A LA UNA Y CUATRO
 
Sobre los pechos de la bailarina,
los lenguajes de mi universo:
genuflexiones de mangas borrachos.
 
Calculad el castigo arañando su vientre.
Calculad los milagros, con todos sus designios,
hasta conseguir que coincidan dos corazones.
 
Respetables lectores:
solicito volver al nacimiento.
Solicito esperar hasta que vuelvas
de ese comodín que aún en mí late.
                 
 
A LA UNA Y CINCO
 
Así mueren los átomos,
convirtiéndose en mundos
en el instante que de nuevo
alzan la voz y nos sorprenden,
sin ansiedad, durmientes,
por aproximación e indiferencia.


jueves, 17 de diciembre de 2020

A LA UNA Y VEINTICUATRO de "Un cuántico aleteo en la boca"


 
A la una y veinticuatro
 
Para no llorar más
 
Igual que me venció
el álbum de cromos
de los suspiros de la infancia,
me vence la ironía
de un nieto transgresor
que monta en patinete.
 
A LA UNA Y VEINTICUATRO
 
Sin poder llorar más.
 
Y marzo que escondió
a otras mentalidades  
los lutos azulados del cepillo,
de golpe va y se nos suicida
sin su bolsa de aseo,
sin sus condones, ni sus Támpax.

viernes, 30 de octubre de 2020

VIDA




CAPÍTULO XVII   (Fragmento) 

        Con exactitud, no sabría cómo explicar convincentemente, ni explicar tampoco, si cabe, de una manera más sencilla y comprensible para el universo y para algunos de los muchos litigio de mundos enganchados a la cola de mis alrededores, todo cuanto sucede a dos dedos de esta distancia, la mía, ni a tres codos de algún desconsuelo, el vuestro, ni a los cuatro brazos de una confrontación, una entre tú y yo; la misma que nos separa, tanto de una mirada como de un aniversario inmenso, una que provoca remolinos en mi cabeza mientras desde arriba se acerca, bordado como un sol abrasador en el cielo de las cuatro o de las cinco, ese extravagante preparativo de la tormenta.

        No, no sabría explicar, sin nadie conocido cerca, lo que ha sucedido a mí alrededor en el transcurrir de todos los días, desde aquel o este llamamiento de nuestros labios, hasta el paso sin lluvia de esa tormenta, esa en la que cualquier ser humano se bebe dos botellas de sufrimientos cada día para intentar ser feliz y antes de acostarse, aún le quedan ganas de ponerse a beber, (de echarse al coleto que dirían los clásicos) un par de vasos más a rebosar de angustias para que no se noten sus temblores, ni se noten esos tiempos inmemoriales, esos en los que no sabrían cómo expresar sus blasfemias ni sus cataclismos.

        Son las dos del mediodía y en la mesa no falta ni un detalle para empezar a comer, no, ni falta el agua, ni falta el vino, y aun así, no, no consigo sentirme cómodo en este instante en el que sé, por su elocuencia, que no estoy preparado para asimilar los acontecimientos importantes, esos qué al írseme la cabeza confundo con otros diez o doce momentos que me vuelven de ayer, de esa burbuja dónde cogiditos de la mano creamos mundos distintos, mundos apartados, mundos que no dejan ver cómo explotan y cuentan lo que realmente sucede dentro, como si alguien pudiese leer a Dios de un solo vistazo, por dejar pasar la vida mucho más aprisa cuando más feliz se pensaba que se vivía.

        Y sin estar nada claro, ni tener nada claro, ni ver nada claro, acaso porque todo se redujese y se remontase hasta la pérdida inevitable de la amistad en la niñez, la misma en la que también se fueron olvidando las sonrisas; esas que ya estaban señaladas en el espacio purpúreo de las tres o cuatro descargas del miembro viril y palpitante, descargas a lo animal, a lo bestia, descargas entre las manos temblonas y adolescentes que nunca fueron capaces de hacerse plenamente con él. Sí, perdona por haberte hecho el amor tan deprisa, por no ser capaz de hacerte gozar. Por no esperar a que tú también te vinieses de viaje conmigo; pero, cómo explicarte que, tras las primeras exploraciones, me hiciste soñar con la misma vehemencia con la que solo los dioses son capaces de hacer que todo suceda. Temblaba visiblemente. Sudaba como la sonrisa de la ciudad que espera su ejecución. Sí, parecía haberse refugiado en mis ojos el origen de la evolución. La tarde se había oscurecido. La tormenta se había intensificado. Ante la muerte, la profundidad del universo conocido era progresiva como las pasiones y el pensamiento y así, sin dejar transcurrir ni media hora desde que presionase el timbre de tu puerta, ya habías salido y nos habíamos mirado como si no hubiese sucedido nunca nada, ni tan siquiera fuese nunca a suceder nada, nos habíamos mirado mientras dejábamos el paso franco al vecino que también salió y bajó en ese momento, como si hubiese intuido que formaría parte de nuestra historia. Sí, también dejamos el paso franco a las sonrisas, y al inmenso placer que con ellas llegó, uno instante después del amanecer. 

jueves, 29 de octubre de 2020

A LAS CINCO DE LA MAÑANA de "Notateti"

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A LAS CINCO DE LA MAÑANA

A las cinco de la mañana
cuando nos despedimos
hay profecías por cumplirse
que van en bicicleta
dando la impresión, casi real,
de que se burlan de nosotros.
Quizás van enfermas de Alzheimer
y vuelven de inventiva.
 
En el rostro de un niño
que nos deja sin nubes,
hay leyendas que se alzan
sobre tres comentarios
equivalentes a los buenos días,
y ambiciones que no se pueden
despegar de nosotros nunca,
igual que los imanes del recuerdo
en la puerta de la nevera.
 
Hay esculturas de rodillas
que están ideadas para impresionar.
Estatuas hechas de carne y hueso
y a contraluz, los poemas
de lágrimas y abrazos de la gente común.
 
A las cinco de la mañana
cuando nos despedimos,
sí, pensé gritar, pero no me acuerdo.