Entre la calle y Dios nunca antes
existieron tantas distancias,
tantos metros y metros de historias,
de zanjas abiertas en las aceras.
Entre la calle y Dios asfalto rojo
terremoto donde se hunde
un poco más cada día el ser humano.
Entre la calle y Dios el equilibrio,
la prolongación de los ojos,
una ventana de imágenes sueltas,
todo el crepúsculo que se abre
como una oración al pensamiento,
y se cierra ebrio de cenizas.
Entre la calle y Dios ahora,
mi ventana es la tercera.
Perteneciente al libro DE TODO LO QUE NO SE PIERDE