“Que ayude la experiencia de los años
para tocar el alma”
Francisco Brines
“Vivir ya es algo”
Jorge Guillen
Aún
sigo aquí. Simiente que claudica,
rastro
apenas visible de la infancia,
futura
inmensidad de polvo.
Sigo dulce y teológico, animal indigesto
en la memoria de los hombres todos los días.
Sigo
a la sangre en su parte de color marfil.
Sigo
desnudo y de ceniza, bárbaro y urgente,
despeinado
en la voz mientras me descompongo.
Sigo
aullido y silencio en el mismo recorrido.
Otra
vez en el mismo recorrido.
Deprisa,
vivo casi de milagro. Deprisa,
si
borro el casi, ya no vivo.
Me
condeno. Condeno y me condeno
en
las dudas del ángel empapado de gozos.
En
la edad donde ya casi nada hierve,
deseo
sentir como vuelve a caer tu falda
ante
el filo de mis párpados perecederos:
igual
que una embestida juvenil
o
el resplandor de sus rituales
Mi
lengua necesita viajar desde el asombro
jadeante
y perfumado de tu piel
hasta
el mundo incorpóreo de tu lengua.
Hoy
ya, no me sostengo.
Sé
que no me sostengo.
Ni
aquí, ni allí, ni nunca.
Me
caigo y me levanto
y
vuelvo a caminar
humanísima
sombra
por
las aceras.
Ahora
que el cuerpo ha sido derrotado
y
todo se reduce a pensar y elegir bien
los
efectos de alguna fantasía:
elijo
la monótona discordia
augural
de la noche, sus recuerdos,
el
tropiezo del mundo femenino:
sus
rojos aprendices del miedo en la inocencia.
Elijo, sobre todo
el
instante informal
en
que se apaga el cirio y la sorpresa:
ese
en el que se rompe el himen
sobre
un confuso círculo desnudo de voces.
Elijo
de los dedos,
su
inasible luminiscencia:
la
que se posa incendio en el escote,
de
otra y otra realidad
Mientras
invento
el
sumiso diluvio de los ojos
acampo
en tu regazo,
casi
desvanecido, me muevo en el umbral
que
se aleja del medio día,
en
el último pálpito de luz,
justo
en el centro del sueño y los deseos.
En
lo imposible de las cosas:
hay
un latir ocre, una voz y un fuego
casi,
casi extinguidos.
Hay
también hipotecas
que
lo complican todo.
Hay
lazos y costumbres
que
se transgreden y se distorsionan
como
un absurdo que suena a destiempo.
Hay
ocasos inflexibles y volteos de angustia
al
acecho de una oportunidad ebria y añil,
como
si se agotasen de tanto utilizarlas.
Hay
distancias que se pueden salvar con la voz.
En
el tiempo sin tiempo
todo
consiste en ver
y
eternizar un soplo,
en
seguir hasta que se agoten
de
la rutina,
en
saber elegir
el
acorde adecuado
al
envoltorio.
En
trabajar y pagar
y
sacar adelante a los hijos.
a
la familia, al perro y al gato.
Desconozco
el afán del hombre por la materia.
Desconozco
las palabras exactas
del
pacto que firmaron las heridas
con
la luz de la tarde y su extensión.
Desconozco los gestos apropiados
que he de utilizar para ensanchar los corazones.
Solo
sé, que es el aire y su misterio
quién
los acerca cada día, originalmente
desposeídos
de toda personalidad.
Sigo
vacío y sin consuelo,
como
esos ojos que se lanzan
desde
las nubes cuando
algo
dentro se quiebra.
Sigo
sin alma, sigo sin ti, sigo el misterio
de
estos pies que me llevan.
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De: Pálpitos del tren que no vuelve