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viernes, 17 de julio de 2015

CANTAR DE MIO CID. El primer gran best seller de la literatura española



El Cantar de Mio Cid, que se conserva hoy en la Biblioteca nacional tras ser donado a ésta por la fundación March, forma un tomo con setenta y cuatro hojas de pergamino grueso y de mala calidad, escritas por las dos caras y distribuidas de manera irregular en once cuadernos. Sí, es cierto que tiene algunas ausencias de versos que les dio por viajar, exactamente 270, con los cuales se habrían llegado a completar los 4.000 versos que compondría, en letra clara, pero sin cuidar, la obra completa.

No hay seguridad de que este Best Seller que hoy se conserva, sea la primera versión realizada con estos versos, sino una de tantas copias como la tradición escrita u oral nos presenta, o sin duda puede que sea una mezcla de ambas que se hizo circular por aquella época, lo que si resulta claro es que está muy bien elaborada; según unos, por juglares, según otros, por clérigos. Diversos escritos como la Crónica de los veinte reyes; que prosifica una versión diferente, permitió al compararlas, corregir errores y completar algunas de las páginas perdidas. La Primera crónica general que también prosifica el poema hasta el verso 1.094, ayudó a ello.

Firmado por Per Abbat en el siglo XIV (1207/1307), da pie a pensar que fue este personaje el autor del poema y de la copia que ha llegado hasta nosotros, aunque la presencia de rasgos lingüísticos y ortográficos que en este siglo estaban en desuso, hacen suponer a Menéndez Pidal que el cantar se había puesto por escrito mucho antes, a finales del siglo XII o principios del XIII.

Por su importancia, por ser madre y padre de nuestra literatura, por presentarnos la gran mayoría de los elementos que mueven el mundo: amor/odio, guerra/paz, aventura y desventura, honor y deshonor, por el considerable número de ediciones realizadas hasta la fecha, hacen, que considere el Cantar de Mio Cid como nuestro primer Gran Best Selller.

La fecha de su composición es un asunto que desde nunca ha estado definitivamente resuelto. Están los que, por su inmenso contenido histórico, la sitúan muy cerca de la muerte del Cid, en el año 1099 y aquellos otros que, por considerarla ficticia, esta fecha la retrasan. Menéndez Pidal al publicar la edición de 1908, basándose en datos internos y externos fechó el cantar en torno a 1140, años más tarde rectificando sus conclusiones y expuso la teoría de los dos autores, donde argumenta que la primera versión, se hizo poco después de la muerte del heroico protagonista, entre 1105 y 1110 siendo refundida y ampliada 40 años más tarde por otro juglar, siendo esta, muy posiblemente la versión que ha llegado hasta nosotros. Ubieto por su parte, intenta demostrar que el Cantar es posterior a 1200. Reconoce que el poema primitivo se escribió hacia 1140, pero la versión que conservamos fue rehecha a principios del siglo XIII ya que refleja realidades históricas posteriores a la fecha propuesta por Menéndez Pidal, como que en el poema se cita la ciudad de Cetina, fundada en 1154, así como a los Reyes Magos que eran desconocidos por la cristiandad occidental hasta que sus presuntos restos mortales fueron trasladados a Colonia en 1164, detalles que parecen pruebas irrefutables de una datación tardía, pero que como afirman otros estudiosos, todo esto bien pudo ser una aportación posterior

Otros autores señalan que la versión original fue hecha unos veinte años después de la muerte del héroe (1099); que hubo otra entre 1140 y 1150 y una tercera hacia 1160 que es la que copiaría Per Abat en un códice de 1207. E. von Richthofe, sostiene que el poema del que salió todo el conjunto, serían los versos 1085-2060, es decir, casi todo el cantar segundo y los dos últimos versos de este 2.276-2.277; compuesto poco después o incluso antes de la muerte del Cid. Luego el mismo poeta u otro lo completó con el cantar primero y otro, más tardíamente interpoló el episodio de las bodas, de las arcas de arena y tal vez, el de la huelga de hambre del conde de Barcelona y lo relativo a la afrenta de Corpes, por lo que la composición quedaría: primero, el segundo cantar, después, el primero y, por último, el tercero. Para Michael que no ve clara la división tripartita ya que él distingue dos tramas; una la relativa al deshonor moral y político del Cid y la otra al descrédito personal y familiar, partes que sin duda dice corresponderían a lo que abarcaba la representación del juglar. Para Garci-Gómez el poema también se dividiría en dos partes: la primera sería la, Gesta del mio Cid y la segunda la, Razón de mio Cid

Como todo lo que está relacionado con esta obra, según que estudioso se tome de referencia se puede hablar de un autor único, de dos, o de más. Menéndez Pidal, rectificando sus opiniones iniciales, lanzó la teoría más aceptada. Al juglar que intervino en la fecha próxima a los hechos, al que se ha de agradecer su notable fiabilidad, lo llamó de San Esteban de Gormaz, ya que imprime a la obra un intenso localismo vinculándolo a esa zona, así como a su lengua. Él sería el creador del primer cantar: El Cantar del destierro, de carácter esencialmente histórico. Ubieto niega esta posibilidad situándolo por el contrario en las tierras turolenses cercanas a Santa María de Albarracín, algunos rasgos dialécticos así se lo aconsejan. Sobre esta primera copia actuaría posteriormente el que ha llamado juglar de Medinaceli el cual habría refundido y ampliado el texto con anacronismos y episodios ficticios y novelados, trabajando supuestamente no con pergamino, sino de forma oral. De él serían El Cantar de las bodas y El cantar de la afrenta de Corpes. Últimamente esta teoría, aunque conserva muchos partidarios, está sufriendo los ataques de quienes defienden el poeta único: el Per Abbat firmante, que fue clérigo para unos y para otros, abogado laico. Russell ha demostrado que el autor alude con frecuencia a temas legales y que está familiarizado con el manejo de documentos. Smith localiza un Per Abbat en Carrión de los Condes, especialista en leyes. Una corriente crítica entre los que se encuentran Deyermond y Michael, es la que postula, frente al juglar laico, la tesis de un autor culto, clérigo probablemente, sin que se tenga seguridad si partía o no de una tradición épica. Lo que sí parece claro es que quien ha dado al cantar la forma que hoy tiene, no fue sino un autor-refundidor que partía de una tradición previa oral o escrita y que el resultado es fruto de sucesivas intervenciones. Caso González sostiene que el poema procede de la reelaboración de cantos breves anteriores, unidos por alguien que enlazó con acierto los diversos episodios hasta convertirlos en una obra coherente, explicándose así que, pese a la unidad esencial del texto, aparezcan algunas contradicciones e incongruencias de importancia secundaria. Por ejemplo, las hijas del Cid que son niñas cuando éste se despide camino del destierro, se nos presentan casadas tres años después.

HISTORIA Y CREACIÓN POÉTICA

Menéndez Pidal considera que tanto la figura protagonista como las secundarias se mueven por unas vicisitudes que en esencia son fieles a la verdad histórica, también subraya la exactitud de los datos geográficos. Y, sin embargo, como cantar histórico sorprende la inventiva en algunos de sus datos como los pertenecientes al mundo musulmán, o los nombres de las hijas del Cid, por ejemplo; Cristina y María en la realidad, y Elvira y Sol en el poema, o algunos personajes que, aunque existieron, no tuvieron con el Cid la relación que se les atribuye. Para Leo Spitzer es una obra de arte y de ficción, más que de autenticidad histórica, donde no existe esa pretendida puntualización en las descripciones geográficas, ni son advenedizos los elementos ficticios sino fundamentales en la fabulación del Cantar: su función es “poner de relieve la trayectoria ascendente de la vida exterior del héroe”

Entre tanta confusión, lo que sí parece claro es que Menéndez Pidal ha mezclado en sus estudios dos conceptos distintos: el realismo literario y la verdad histórica y ya sabemos que la novelización de los héroes puede muy bien deformar lo ocurrido, para ser sin embargo de un realismo total, siendo esto lo que parece acontecer el en Cantar. El relato de las hazañas del Cid es en gran parte ficticio, ya que su carácter y el papel que desempeña, no se ajusta exactamente a la verdad de Rodrigo Díaz, aunque el personaje literario, distinto al real, es perfectamente verosímil. Ubieto demoliendo nuevamente los argumentos de Menéndez Pidal, demuestra la gran cantidad de elementos ficticios, anacronismos e inexactitudes en que incurre el poema. Para Garci-Gómez es “el cantar medieval más verdadero en la topografía, más lleno de nombres históricos, más enfocado hacia un suceso histórico como uno de los asuntos centrales”, pero los episodios fundamentales en cuanto a la estructura, el tema y el estilo son ficticios.

Aunque parte de personajes y sucesos reales, hay que considerar el poema como una obra artística, en la que lo importante es la coherencia interna y no la mayor o menor fidelidad histórica. Tampoco tenemos que olvidar que el texto podía perseguir determinados fines a los que el autor tenía que adaptar su versión. Se ha dicho que es una obra de propaganda para animar al ardor combativo contra los musulmanes. Asimismo, se ha aludido a la existencia de un doble plano histórico: el del momento en que vivió el Cid y el de la época en que se creó el Cantar. Mª Eugenia Lacarra intenta demostrar que el poema refleja la situación político-social del reinado de Alfonso VIII, impulsor de las campañas contra los musulmanes y de unir los reinos cristianos bajo el liderazgo de Castilla. Las discrepancias entre la historia y el poema, dice: “responden a una manipulación intencionada de los hechos históricos por parte del autor motivado por su toma de posición en los acontecimientos históricos de su propia época”
Se cree que la principal desviación del poema respecto a la realidad se encuentra fundamentalmente en la interpretación que se hace de la figura del héroe. El Cid histórico representa el empuje de una clase social naciente: la baja nobleza castellana que se enfrenta, tanto a la vieja nobleza leonesa, como a la alta nobleza de Castilla. Rodrigo Díaz dentro de la corte llegó a ser un político con gran poder e influencia, que se vio mermada por su apoyo a Sancho II en el intento de reunificar el reino repartido por Fernando I. Este hecho parece que fue decisivo a la hora de caer en desgracia, pues le puso en una situación muy difícil ante el nuevo rey Alfonso VI, siendo despojado de sus posesiones y desterrado a Toledo.

Ya entes de su muerte existieron escritos que cantaban la vida del Cid. Un clérigo del monasterio gerundense de Ripoll compuso en su honor un breve canto latino en estrofas sáficas: el Carmen campidoctoris. La primera crónica latina que se ocupa del Cid es la Gesta o Historia Roderici a finales del siglo XII o principios del XIII. También se habla del Cid en el Fuero General de Navarra, en el Liber regum, en el Liber praeconiis Hispaniae, en la Crónica najerense, el Chronicon mundi, el De rebus Hispaniae y el Poema de Almería

El tema nuclear del Mio Cid gira en torno a la “ondra”, a la honra, al honor del héroe mancillado. El poema se organiza siguiendo la progresión social de la vida del Cid, desde que se pone en duda su honorabilidad y pierde el favor del Rey, viéndose obligado a salir para el destierro, hasta que, tras mucho batallar, lo recobra nuevamente. Durante todo el poema, las acciones se desarrollan con una fuerte tensión argumental, cuyos desenlaces parciales van constituyendo la unidad general de la obra.

RASGOS ESTILÍSTICOS

El realismo del Cantar no solo se advierte en la verosimilitud de los caracteres y la acción, sino también en la técnica narrativa, con algunas escenas de indudable categoría literaria: la niña de nueve años que sale a pedir al Cid que siga su camino, la perfecta descripción de la entrada en Burgos, la despedida de Cardeña, el duro realismo en la descripción de las batallas. Para Gilman, el autor traza la acción “sobre un mapa detallado” independientemente de que los datos se ajusten o no por completo a la realidad, sino a la verosimilitud de una geografía concreta. La naturalidad al reproducir palabras y actitudes es uno de los grandes valores del Mio Cid, como cuando el poeta, a pesar de lo patético del momento en que Félez Muñoz se encuentra a sus primas desmayadas, se detiene a señalar, que el sombrero con el que coge agua “nuevo era e fresco” o las repeticiones inspiradas en el lenguaje coloquial que escribe cuando intenta reanimarlas. Smith alaba la capacidad de sugerir una escena completa mediante la alusión de pequeños detalles. Sorprende por insólito en el género épico las constantes referencias a las necesidades materiales del Cid y los suyos, la exactitud de los términos en los tratos económicos es de gran importancia y denotan una evidente intención realista. Nada hay en el Mio Cid que parezca retórico o sobrante. Las abundantes descripciones de batallas, de paisajes o de cualquier otro tipo, las agiliza a menudo el autor mediante el empleo del verso “corto y galopante” (Smith) y para describir el avance del Cid y los suyos con una gran rapidez, se limita a enumerar los lugares por donde pasa. Un rasgo destacable a la hora de agilizar el relato es el paso de unas situaciones a otras sin transición, prescindiendo de divagaciones y soliloquios. Los personajes que pasan directamente a la acción, sobrios y de profunda humanidad, representan a través de los gestos su sentir. El tono dinámico se debe en gran medida al uso del estilo directo donde no tiene la abundancia de diálogos una peculiar función estilística, sino que vienen exigidos por la acción.

En el Cantar, el tiempo de las acciones se nos muestra como un continuum en el que van desarrollándose los hechos, permitiéndonos deducir con todo detalle cómo se suceden los días y las noches. “Apriessa cantan los gallos e quieren quebrar albores…” Se precisa de forma concreta el tiempo transcurrido, lo que permite deducir cuanto duran los hechos narrados, entre cinco y seis años exactamente. El autor utiliza un tiempo totalmente subjetivo. Pasa con rapidez sobre aquellos hechos en los que no precisa demorarse y se recrea en otros que le interesan más. No adopta la actitud del historiador que narra un suceso pasado, sino que se sitúa en el momento de los hechos. En el Cantar se combinan: el indefinido que tiende a usarse en singular, en acciones individualizadas, sobre todo de tipo heroico; el presente, por el contrario, domina en los sujetos plurales, a menudo con valor de presente histórico, el imperfecto impone su aspecto durativo al verbo perfectivo.

ESTRUCTURA ARGUMENTAL

Los 3.730 versos que componen el poema, los estructuró Menéndez Pidal en tres partes: Cantar del destierro (vv. 1-1.086) Cantar de las Bodas (vv. 1.087-2.277) y Cantar de la afrenta de Corpes (vv.2.278-3.730). La clave estructural para esta división la ofrecen los versos 1.085 (“Aquí comienca la gesta de mio Cid el de Bivar”) y 2.275-76 (“Las coplas de este cantar aquis van acabando/ el Criador vos vala con todos los sos santos”)

El Cid es enviado al destierro por intrigas palaciegas que afirman haberse quedado con parte de los impuestos que cobró al moro. El texto comienza con la salida de Vivar en compañía de sus vasallos y parientes camino de Burgos, donde, debido a las amenazas del rey, no se atreve nadie a recibirlo y así se lo hace saber una niña de nueve años que le ruega continúe y no perjudique a los suyos.

Tras abandonar todos sus bienes y ante la necesidad apremiante de conseguir dinero para los gastos generales, Martín Antolínez, convence a los judíos Raquel y Vidas para que le hiciesen un préstamo de 600 marcos, a cambio dejaría en depósito dos arcas supuestamente llenas de oro y plata, aunque en realidad solo contenían arena. Así parte el héroe a despedirse de su mujer y sus hijas, amparadas en el convento de San Pedro de Cardeña. Desde un principio se suceden las victorias frente al moro, consiguiendo abundantes botines, de los que envía a su Rey una dádiva como señal de su vasallaje. Prosigue su avance triunfal hasta tomar Valencia, desde donde con nuevos presentes solicita al rey le conceda la gracia de que su familia pueda volver a estar reunida. El rey acepta se reúnan con él, pidiéndose a su vez que case a sus hijas con los Condes de Carrión y asimismo le promete perdonarlo.

El Cid accede a la petición del rey y se celebra el matrimonio, pero es tal la cobardía de los de Carrión que, para vengarse de las burlas de los hombres del Cid, le piden a este, irse a su tierra llevando a sus esposas, así, de camino, en el robledo de Corpes, las azotan y las ultrajan y las dejan abandonadas y medio muertas. Las socorre Félez Nunoz que había seguido a la comitiva. Ante tamaño agravio el Cid pide justicia al Rey, consiguiendo le devuelvan las espadas y la dote, para poderlas así casar de nuevo, en esta ocasión con los infantes de Navarra y Aragón.

EXTRUCTURA MÉTRICA

El verso del Cantar del Mio Cid es el verso épico, caracterizado por su métrica anisosilábica o sin medida fija, basada en un sistema de cláusulas rítmicas, con versos entre 10 y 20 silabas, donde predominan los de 14, seguidos de los de 15, 13,16, 12 etc. La división interna se hace en dos hemistiquios también de números desiguales, donde a pesar de aparecer 10 medidas distintas, predominan los de 7, 8, y 6 sílabas, con frecuentes rimas internas con las que el poeta, bien de forma instintiva bien con propósito deliberado, consigue un efecto estético satisfactorio. En el Cantar no hay estrofas definidas; los metros se agrupan en series irregulares, que reciben el nombre de tiradas o laisse, de versos con rimas asonantadas y extensiones variables, desde los tres versos de los que se componen algunas, a los más de cien que tienen otras. Íntimamente relacionada con la rima, está la llamada “-e” paragógica con que terminan algunos versos del Cantar, bien como mera licencia poética para convertir en llana o grave una rima aguda o por conservar usos lingüísticos arcaizantes, que daban sabor de antigüedad al lenguaje y que a la vez servían para facilitar asonancias. La versificación irregular permite al autor del Mio Cid variar los procedimientos formularios más de lo que pueden hacerlo los poetas que han de ajustarse a una medida estricta.

El humor se utiliza muy acertadamente en determinados momentos para rebajar la tensión dramática. También habría que destacar como recurso literario que se utiliza, la unidad rítmica bipartita, la estructura bimembre, determinadas expresiones paralelas, así como la adjetivación epitética que sirve para realzar la figura del héroe y de otros personajes de pro. Smith afirma que cada ocho versos más o menos encontramos un epíteto; el 70% se aplican al Cid, en un total de 646. No se debe olvidar el simbolismo al que parecen remitir algunas unidades de significación del texto épico. Las metáforas que no brillan por su esplendor suelen remitir al lenguaje coloquial, sucediéndole lo mismo a los símiles. Al juglar le gusta el empleo de lítotes, o lo que es lo mismo, afirmar un concepto negando el contrario.

Contiene el poema una buena dosis de vocabulario especializado que hacen referencia a los usos feudales: prácticas legales, arte de la guerra y ropaje, así como una perfecta dominación de la terminología jurídica. También abunda el latín eclesiástico y palabras de origen árabe.

El sistema fonológico, fonético y ortográfico, coincide con el llamado “español alfonsí", con un estilo épico oral que, según Lapesa es una sintaxis en la que abundan las yuxtaposiciones y escasean los sexos sintácticos, donde la morfología tienes determinadas particularidades como el uso anárquico de los verbos, la profusión de adjetivos demostrativos, las perífrasis verbales (querer + infinitivo = “ir a”, “estar a punto de”; el haber + infinitivo, sin sentido de obligación o necesidad. Así mismo el léxico es una mezcla de lo popular y lo arcaico, pero sin caer en lo plebeyo, para unos, destinado a un público señorial, para otros, inquieto y movedizo, de rústicos bobalicones y escasa cultura.

2 comentarios:

  1. as y estudiadas de la Historia Universal de todos los tiempos. Y, como afirma José Mª Peña San Martín (el que fuera alcalde de Burgos) en su prólogo “Burgalés y Universal”: La dimensión del Cid supera y desborda los límites amables e importantes de Burgos y de Castilla, para adentrarse por méritos propios en la Historia de España, y, desde esta perspectiva de una conexión entre ésta y el resto del mundo occidental, en la de la civilización cristiana e incluso musulmana.

    Si nos adentramos brevemente en el origen https://symcdata.info/conquista-de-mexico/

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