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jueves, 26 de agosto de 2021

UN REFLEJO EN LA LÍNEA de Pálpitos del tren que no vuelve

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lunes, 31 de mayo de 2021

Cuando los días no cuentan





          Perdona las debilidades de este hombre maduro y viejo que soy, este anciano que ya no puede guardar silencio, este que va doblándose por las exigencias de los días, pero que, ahora que te lo cuento, siento que me vuelvo a encontrar en el mismo lugar, sí, en el punto exacto en dónde todo comenzó a tener sentido y comenzó a tener esa forma escandalosa de los muchos porqués de las lealtades que te dejan por debajo de las luces del arrabal. 





viernes, 21 de mayo de 2021

TALLER online DE POESÍA PARA MAÑANA Lección 1

 


LECCIÓN 1

GONZALO TORRENTE BALLESTEROS

                                        Prólogo a: La isla de los Jacintos cortados  

… Y sucedió también que terminé la novela a falta de una última frase, ese acorde final o ese epifonema tan recomendados por los retóricos, y por algunos otros de los muchos entendidos, para que la cosa quede redonda y respetable. Pues, tampoco se me ocurría, y esta es la hora, ya la novela en la imprenta, en que le falta la frase final, y lo más probable es que aparezca sin ella. Pero, como a veces acontece, dos nociones, temas o sucesos que nada tienen que ver entre sí, lejanos y distintos como constelaciones, en la imaginación se aproximan (¿se abarloan, quizás?), y del roce o del choque salen nociones nuevas, imágenes inesperadas, metáforas útiles, o tal vez completamente inservibles. Yo estaba leyendo la traducción gallega de los Sonetos a Orfeo, de Rilke, hecha por un paisano mío, el señor Tobío, que salió muy bien del apuro, que salió brillantemente; y lee que lee, me tropecé con un verso (no puedo citarlo con precisión porque el libro se me quedó en Galicia) en que dice o habla de «un lecho en el oído». ¿Voy a mentir diciendo que lo encontré acertado? Pues, no. No la traducción, que es fiel, sino la imagen del mismo Rilke, que a mi sentir no anduvo con gran fortuna en ese instante, ¡caray!, un lecho en el oído, no hay modo de imaginarlo. Inmediatamente se me ocurrió la corrección, lo que hubiera levantado el verso: un lecho en el olvido. No es porque se me haya ocurrido a mí, pero lo encuentro bastante aceptable, de verdad sugerente. Un lecho en el olvido. Dice algo de por sí, y, combinado con cualquier otro sintagma más o menos de la misma calaña, puede significar mucho. Pero, al menos en aquel momento, no se me ocurrió ponerme a la invención de ese sintagma complementario, sino que descubrí, o comprendí, que semejante frase, un lecho en el olvido, pudiera relacionarse con algunos aspectos de mi novela de amor, donde no hubo lecho y hay olvido, y, oportunamente redondeada, servirme de epifonema o de acorde final, conforme a mí ya resignado propósito.

Y aquí fue cuando se operó la relación, el choque eléctrico, el relámpago, a que antes me referí: sin que para nada interviniese mi voluntad, la palabra abarloado emergió de sus abismos, quizá marítimos, quizá meramente poéticos, desplazó al lecho de su situación de privilegio, y me ofreció una nueva frase: abarloados en el olvido, que, de momento, me deslumbró, ya que me hallaba ante una metáfora bastante más compleja que la de origen, bastante más luminosa, en la que abarloados bien podía referirse al Narrador (de esta novela) y a Ariadna, con lo cual la idea de lecho no quedaba del todo abandonada, sino aludida: y si es cierto que el otro miembro permanecía, el olvido, la nueva imagen lo enriquecía considerablemente al quedar implícita la comparación con la mar, que es donde los buques se abarloan, y hace por tanto al olvido, como ella, inmensurable, inagotable, y, si alguien lo recuerda, toujours recomencée. Quedé como de un susto, ante este mi jamás sospechado talento lírico, pero comprendí inmediatamente que, así como estaba la frase, el resultado de aquella intuición no me servía de nada, salvo de incomunicable satisfacción personal, bastante modesta por otra parte. ¿Cómo cerrar un libro colocando al final, así, aislado,

¿Abarloados en el olvido?

Ahora sí que se puso a funcionar mi imaginación, más de prisa de lo que yo hubiera deseado, y en su ir y venir recorrió las varias fórmulas posibles con el abarloe y sin él: escribí, por ejemplo (y fue una vuelta atrás):

Acuéstate en mi olvido y vive allí,

que no me gustó porque excluye al Narrador (o se excluye), lo que empobrece el sentido, reduce el olvido a sus límites y deja fuera al abarloe.

Se me ocurrió también:

          Abarlóate, Ariadna, en mi olvido, y vive,

que prescinde también del Narrador y, en último término, usa indebidamente el abarloe, porque éste requiere de dos barcos, al menos, o de dos cuerpos. Otra de las etapas fue:

Abarloados en el olvido, Ariadna, viviremos,

lo cual es una especie de carabina de Ambrosio que tampoco resuelve nada, que nada cierra y nada solemniza. Y como las ocurrencias posteriores no mejoraron ninguna de éstas, acabé temiendo que ese final apetecido se me escapase, no sé ahora si era inasible o inasequible, como ciertos fantasmas, y ciertos modos de amor. Hasta que, al fin, algo se me insinuó y con algo pude redondear el párrafo postrero, cabal remate, nota caliente y convincente de este embarullado conjunto, algo de orden, quiero decir, aunque sea a la despedida. Pero, una vez escrito, pienso con verdadero espanto si esas palabras no serán mías, sino, todo lo más, otro verso de alguien, modificado. ¡Ah, si fuera capaz de recordar todos los versos que he leído...! Para no disparatar más vuelvo a lo dicho, el orden, el final: dice «forma» quien dice «orden»; dice «final» quien dice «redondeo». Prácticamente toda narración puede ser infinita, igual que amorfa, como la vida. Darle un final, darle una forma, es la prueba más clara de su irrealidad. Por tanto, ¿para qué enredarnos más en elucubraciones? Como irreal te la ofrezco, que es a lo que intentaba llegar. Y tú verás.

  

                                                  LA ILUSIÓN DE UN VIAJE          

 

                       La tarde que venía deslizándose contra la voluntad y la memoria de su hermosura, suave como una meditación; sí, esa tarde que, por lo general trae alguna sorpresa de miel de abeja que ha ido de amapola en amapola, siempre nos sorprendía muy juntos.

                        Hubo un instante en el que incluso, a pesar de todo lo que pudiese parecer y aparentar, estaba muy claro el motivo por el que siempre quedamos a las puertas de los hoteles de cuatro y de cinco estrellas, y no, qué va, no era para despistar, sino para que así pareciese que no dejábamos nunca de entrar y de salir, y que veníamos e íbamos haciéndonos, de esta manera a la idea de que siempre estábamos viajando. Pero no, no te enfades por no confesar la verdad. No, no, sí, claro que yo ya sabía que tú lo sabías. ¡Claro que tú ya la sabías! La verdad que siempre tiene infinitos senderos te puede confirmar que jamás salimos del barrio; sobre todo, al principio, por mi trabajo de terrorista, luego por mis enfermedades, y por mis borracheras, y por mis enfados, más tarde por mi amargura general al lado de mi amigo “el fantasma del mercado”, el mismo que me guiaba por sus puestos y me mostraba sus “delicatesen” a la hora de invitarte en la mesa desconchada de la terraza al mejor de los restaurantes

                        Y al final, casi, casi rozando ya la meta de las apuestas a la vida, y a la madurez de todos sus contornos, apenas dos pasos después de haber comenzado a morir en nuestras andaduras, a la hora de esta vejez excesivamente cierta, o excesivamente incierta; como si nunca llevásemos, o llevásemos siempre puesta la ropa interior de Victoria's Secret, esa que, para el caso, partiendo de las estadísticas de los más allegados y los menos, ¿a quién puede o no importar una segunda sugerencia? Una que nos desafíe, o que nos imponga, o que nos certifique, y nos guíe hacia esa sorprendente excitación alcanzable o no, esa que siempre trae consigo las mentiras de los rastrillos, y las de las tiendas nuevas, las de los todo a cien, sí, de esa ropa interior de la que nos vestimos la gran mayoría. Excitante, sí, sí, también excitante.


lunes, 17 de mayo de 2021

TALLER online DE POESÍA PARA MAÑANA "EL NEGRO INEVITABLE DEL PAPEL"


                                                                    INSCRIPCIÓN ABIERTA: Pregúntame

  
 
Sé lo triste que fui.
Lo intransitable de la calle treinta.
El pulso bajo el párpado, aquí perecedero.
El guiño de ceniza que seré;
la cita que me espera
 
Sé todos los colores
que no podré llegar a ser:
ni arcoíris, ni tu boca,
ni rascacielos, ni toma besos.
Solo ojos que se cierran.
 
Cómo no voy a saber.
Claro que sé quién es el compañero
que siempre va conmigo.
Ese esbozo de la memoria
transparente que duele tanto,
ese obstáculo de la ignorancia del insomnio, 
las dudas del reo del cristal,
esta obsesión que sangra,
al negro inevitable del papel.
 
Sé que en tu pecho
me detengo un instante:
un instante que se prolonga
una vida y otra vida.


domingo, 16 de mayo de 2021

TALLER online DE POESÍA PARA MAÑANA Lección 2


INTRODUCCIÓN

Como muy bien es sabido, toda creación poética conlleva un proceso evolutivo ascendente, que va desde esa subliteratura de las cartas, los apuntes y las notas del día a día, hasta la mismísima cuna de la excelencia, un proceso que se inicia en la superficie de las cosas conocidas y se expresa con ese lenguaje común o no literario que casi todos los que hemos nacido en alguno de los países desarrollados, aprendemos desde muy temprana edad en los colegios. Así, en más ocasiones de las que fuesen necesarias, olvidándonos de nuestro decoro y cargándonos de tópicos e ideas de uso frecuente, exponemos nuestra intimidad, esa intimidad que sin duda no es tan agradable hacia los demás como nosotros nos pensamos.

 Hasta este punto, una gran mayoría de los seres humanos somos poetas, exhibicionistas descubriendo confidencias, todos tenemos sentimientos, todos podemos ver cómo se transforman los colores del día hasta unirse con las tristezas de la noche y contaminar así nuestras y vuestras almas, todos somos capaces de entremezclar un par de loci a persona o loci a res, para comunicar los contenidos de un discurso y creernos que liamos así “la de Dios es Cristo”, que liamos así, la más importante de todas las batallas o suspiros. Tras el reposo y mucho tiempo después, cuando volvemos a retomar esos suspiros descubrimos, ruborizándonos, lo equivocados que estábamos a la hora de entregárselos al público lector.

Este taller pretende ir unos cuantos pasos más allá, y después de transitar el lenguaje mimético, de explorar la estética del absurdo, llegar y asentar desde su propio mundo creativo, al POETA, a ese poeta que busca el verso nuevo para ser un excelente poeta.  

  

                                                            Lección 2                                                                             


APRENDIENDO A CAMINAR

Como ya, muy bien, nos dejó escrito Günter Blöcker en: Líneas y perfiles de la literatura moderna. “Quien persigue lo desconocido, no puede seguir caminos conocidos, quien quiera penetrar en los arcanos, frecuentemente ha de romper los prototipos”. Y puesto que caminamos y camino con el bastón de la ceguera por delante, sin saber con exactitud lo que pretendo o pretendemos buscar, no me queda otra que hacer mías sus palabras y adherirme a sus destinos, para, desde estos, discutir sobre las verdades objetivas de todas sus creencias. Discutir para poder racionalizar los puntos precisos desde los que seguir considerando seriamente los dobles o triples sentidos fijos u ocasionales que, sin duda, tienen todas las ideas. Para crear ilusiones en cada frase, y en cada verso, infinitos mundos sin pausas, y en cada terremoto, la sinrazón. Comprensible o incomprensiblemente contamos de nuestra vida, todos los acentos sobrepuestos en las escusas del primer cataclismo, por lo que, sería conveniente, aceptando las dudas que acercan algunas circunstancias mentirosas, comenzar a exponer, desde otra perspectiva, esto que digo.

Aún hoy, que en pleno siglo XXI no se ha conseguido una definición exacta de la poesía, una que acierte a mostrarnos su discutible o indiscutible naturaleza, sería poco hábil, sino dijese, tal vez en mi propio interés, que este puede ser un buen momento para concretar algunas de las pistas que nos acerquen a ella.

Así, después de esbozar lo desconocido y exponer parte de lo conocido, no me queda otra opción que comenzar por algo que sí se sabe; que la poesía de la que hablo, nació con los profetas y sus cantos religiosos, esos que conscientes o inconscientes fueron la base de las primeras cornamentas del mundo a los dioses, a esos dioses que pasado el amamantamiento y la infancia, acaso, por la cerrazón encasillada en la norma de las buenas-malas formas, se alejaron del círculo de las faldas dominantes, siempre por ser como fue connatural al ser humano, siempre como lo es la inconstancia que provoca en todos los espíritus sus lamentaciones, las que van en contra de todo lo que hasta ahora se veía como norma establecida, las que se dejan a los lados para volar, sin saber muy bien, ni donde, ni hacia donde, ni por dónde; lo que sí parece seguro es que, desde entonces, nunca más volvieron a ser capaz de estremecerse con su amorosa humanidad, o sus resquebrajos, o sus apocalipsis. Hoy el excedente de profetas y cantos religiosos, distorsionan tanto su posible percepción, que todo vale y nada vale.

Es innegable como en todas las facetas de la vida de los seres humanos, que por dos o tres dime que te digo, ocurre siempre lo mismo; se busca con buenas palabras inventar, para después de una ardua labor de ingeniería, separar los instantes trascendentes incrustados entre la cotidianeidad de las cosas; luego, si se consigue; se expone, y tras la exposición, se tapa de nuevo el sendero para que nadie más lo utilice, y se abandona, y se deja llenar de maleza hasta que con el tiempo se oculta su entrada. Sí, se podría decir que solo se crea como satisfacción personal. Total, ¿a quienes les puede importar dos o tres besos distintos cuando el amor, hoy, se subasta en eBay?

Opino que toda creación poética, debiera conllevar un proceso evolutivo ascendente, para, una vez alcanzada la cima de los deseos, poder bajar a los infiernos o a la calle y calentarse desde esa subliteratura de las listas negras o blancas que aparecen en los diarios o en las notas de atención que se pegan al frigorífico, para que no se olviden las obligaciones,  para conseguir alcanzar, tal vez, por un descuido, la mismísima fuente de la excelencia o ese misterio que, en algunas ocasiones, llega puntual en las cartas de amor o despedida, esas con las que el hombre, el poeta, además de imaginar las cosas, las concientiza hasta listarlas, hasta ir al mercado de la memoria y en ella precocinarlas en el cuenco de los deshielos, para, solo después de volver a su estado natural, poder enamorarse y enamorar.

Este proceso que se inicia, seguro, en la superficie de una historia sin historia conocida, este que se expresa con un lenguaje generalizado, un lenguaje común, un lenguaje que no pretende, para nada, ni por nada, ser poético, sino que, más bien, va surgiendo por la necesidad del día a día, desde esas palabras con las que, casi todos los que hemos nacido en alguno de los países, supuestamente, desarrollados aprendimos por repetición y mimetismo en los colegios de la infancia y que, por ello, como tocados de nada creemos ser continuadores. 

Los niños y aquellos que por primera vez se acercan a la escritura son por no estar contaminados, los posibles creadores de figuras originales. Y sí, ya sabéis que esto, me lo han soplado otros con los que estoy totalmente de acuerdo, siendo este el motivo, por el que os lo traslado. Decir que el mar es azul y que el sol nos calienta, es igual que no decir nada ya te lo digo, y eso no, no es poesía

Así, en más ocasiones de las que fuese necesario exponer, olvidándonos de nuestro decoro, cargándonos de tópicos e ideas de uso frecuente, mostramos, sin vergüenza, nuestra intimidad, esa intimidad que, sin dudas, o muchas más dudas de las necesarias, no es tan agradable hacia los demás como nosotros, al escribirla, pensábamos.

 Hasta este punto, una gran mayoría de los seres humanos, por unos u otros motivos, todos somos poetas. Diosecitos de las palabras. Exhibicionistas que intentamos descubrir mundos confidentes. Todos tenemos sentimientos, todos podemos ver cómo se transforman los colores del día, hasta, desafiantemente, unirse con las tristezas de la noche y contaminar así nuestras y vuestras almas. Todos somos capaces de entremezclar un par de loci a persona o loci a res, para comunicar los contenidos de un discurso con el que creernos que liamos, la de dios o el diablo. Aunque, si continuamos caminando, si damos un paso más, sino dejamos que nos tiente el dinero, el trabajo, la profesión, los amigos, la familia; si somos constantes, si perseveramos y perseveramos; mucho tiempo después, descubrimos lo equivocados que estábamos.

 Y convencidos, acaso, ya a las puertas del abandono. ¡Qué casualidad!, sin saber ¿por qué?, ni como, hay un patito feo que, surfeando el oleaje, parece estar preparado para aceptar consejos, para ver como: una madre o un padre o un maestro le anima y le insta a seguir diciéndole: “Ahora te encuentras aquí. Y no, no está nada mal, pero, si quieres llegar aquí, sería interesante que fueses por aquí” ¡Sí, sí! ¿Es qué no te diste cuenta de que te llevó la corriente?

 Y el diminuto ser, niño, alumno, anciano, de pronto, se alza sobre sí, recapacita, le da vueltas y vueltas y siente como se quema por dentro esa idea que tuvo de su primer poema. Siendo en ese momento cuando, desde aquel dolor que le acompaña, algo le reafirma en que tiene que ser sobre esa huella donde ha de pisar para dejar su huella, y cierra esa primera puerta por la que entró al mundo hace tantos y tantos miedos, y abre otra, y otros y otros mundos más, hasta no ver en la rectitud de la llanura ningún sendero conocido, hasta comprender que son sus pasos los que van abriendo la marcha y son sus huellas las que van quedando. Sí, entiendo que es difícil aceptar críticas y consejos cuando parece que no hay nada que ganar, ni a lugar alguno donde ir, pero, en muchas ocasiones, sí, se consiguen inventar oasis en los tiempos muertos, resulta que estos, son maravillosos.

 Este es el estadio en el que, por unos u otros motivos, se quedan estancados la gran mayoría de los versificadores. En el interior de este bucle se pasan, de dos a tres vidas, reescribiendo y poblando, toda una existencia de sentimentalidades, de diosas y dioses morenazos, y reestructuraciones, y diplomacias a todos esos versos comunes que otros escribieron antes, con muchísimo más acierto en el estilo y la contabilidad.

 Y puesto que como miembros activos de esta sociedad en la que nos ha tocado vivir y movernos y actuar y ser y estar sujetos a la barra del tío vivo, con una cultura y unos valores excesivamente semejantes y predeterminados por las normas; por haber ido absorbiendo y recopilando del día a día, en las más de las ocasiones, sin darnos cuenta, toda una pequeña enciclopedia de pormenores, de alaridos documentales, de pompas dependientes de las preguntas con que se llenan, resultándonos, así, por los mismos motivos que existimos, extremadamente difícil deshacernos de los viejos trajes que ocupan nuestros armarios mentales; solo aquellos que verdaderamente deseen seguir evolucionando, serán capaces de airearse y reciclarse o directamente deshacerse de ellos.

 Algunos atrevidos, juntan una idea de la calle y dos únicos sentimientos y nos lo sirven, argumentando con la ayuda del amiguismo, que es la mejor poesía posible. Y seguro que tienen razón, seguro que debido a las enseñanzas que han recibido; para ellos, eso es lo mejor que pueden hacer. Y están convencidos de que es imposible encontrar otro sendero para decir lo que ellos han dicho.

 Esas palabras, sin indicios temáticos, esos trozos de historias repetidas una u otra vez, donde lo único que falta es la originalidad, y la estructura, y las anécdotas, y las atmósfera de las vidas soñadas o vividas y realizadas, que, si acaso sirven para algo, es para recordar fracasos y fracasos anteriores. Esos que se quedaron dentro de su cabeza y nuestra cabeza, entre los posos del recuerdo, esos que son acciones que, aun hoy, no han sucedido, esos que aparecen sin esfuerzo, así, sin más ni más, esos, sí, esos son el todo de los principios literarios, pero después hay que trabajar.

Algunos de tantos aprendices de poeta como surgen cada día, no se conforman y dan un pequeño paso más y lo desarrollan tal y como lo han aprendido, desde la misma estética de la mimesis, con el mismo lenguaje mimético y fotocopiado de los maestros y lecturas anteriores. Casi, casi con los mismos fallos, y los mismos aciertos. Estos, en cuanto les aplauden los amigos, la primera vez, son los más peligrosos, puesto que trasladan memorísticamente de su cabeza al papel, las esencias de los desperdicios que han aprendido. Son ciegos del pasado removiendo, por satisfacción propia, todas sus capas.

 Los más inconformistas, pocos, muy pocos, siguen todavía unos cuantos pasos más, saltan nuevos muros y abren nuevas puertas hasta llegar a ese otro estadio donde abunda una nueva estética, una nueva manera de contar y decir, una nueva forma que, por darla un nombre, la llamaremos del absurdo, empleando esta, como originalidad, un lenguaje decodificado, incomprensible de llegar a entender sino se posee la contraseña, la llave que abre el interior de las esencias. Aquí es donde se rompe todo y se une todo, se clonan monstruosidades y se consiguen bellezas distintas. Es un laboratorio de pruebas de poesía, de donde han de salir, si se persevera, grandes poemas.

 Unos pocos, a esa hora en la que la naturaleza parece tranquila y le frotan de golpe sus destinos, se dan cuenta, al fin, de todos sus defectos, y comienzan cada noche a pulir las palabras, a naturalizar las ideas, a cerrar y abrir perspectivas desde un estado que casi llega a rozar las sensaciones del trance, y así, hasta alcanzar una estética que busque, incansable, un lenguaje creativo y comprensible, un lenguaje con toques y toques diferentes, un lenguaje poético y original, uno que, como el agua en las rocas, invisible, va abriendo manantiales nuevos.


viernes, 14 de mayo de 2021

CONSONANCIAS DE LA TARDE de "Consonancias de la voz"


 

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                          La calle es como el verso impredecible




miércoles, 28 de abril de 2021

MUSEO DEL PRADO de "RECETARIO DE LA LOCURA"

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