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viernes, 7 de octubre de 2016

maximianada 100



Ocurre que de pronto
me agobia la envoltura de tantas claridades
y los hombres abiertos a este sol de las nueve.
Que arrugado mi rostro igual a todas esas
curvas granulométricas donde los porcentajes
se pierden o me encuentran
dentro de tu sonrisa amor,
a propósito de los besos
que sin duda me debes.
¡Me duelen tanto, vida, tus deseos!

viernes, 16 de septiembre de 2016

RESEÑA a Quince claridades para mi padre



Quiero aclarar que esta reseña era una deuda que tenía el hombre con el verso y el poeta de Quince claridades para mi padre y que aunque solo diga siendo humano y mundanal, definidor del quince metafórico que va y nos representa la niña bonita de las tradiciones; esas, que sin querer queriendo alzar excesivamente la voz, rompe Ronald elevando el verso que da forma a las miradas de sus poemas, lo justo para arañar los cimientos del contorno de este presente lector. Quiero escribir y escribo que Quince claridades para mi padre, viene a sacudir acaso desde la inconsciencia de su autor, algunas larguísimas equivocaciones sobre los planteamientos de las falsas sentencias de las distintas igualdades con las que sin embargo, se nos llenan tanto y tanto hoy las bocas.

Ronald Campos López, sí, es gay y a mí me inspira, es poeta y yo lo admiro, es hijo y es en este mundo tan abierto al sufrimiento, una puerta entrecerrada a la felicidad. Y aun así, esperanzado escribe: “subir a través de la claridad/ es reunir a la sangre con la sangre, / y eso duele.” Claro que duele Ronald, la familia siempre duele, sobre todo a ti, y al padre, y a la madre que olvida en ocasiones como: “En las manos de Dios desnuda estaba/ cuando llegué y llegaste también tú, padre, a este mundo” y si, también duele al niño que siempre quiso ser niño para escribir: “Desde entonces la miro/ con la travesura azul que le ha dado la Tarde,” y es que con el sol de esa Tarde en la espalda, son tantas las madres y los padres de Quince claridades para mi padre que a mí también me duele. Me duelen tantos Alfredos, tantas Juvencias, tantas Auroras, tantas Cristinas, tantos José Antonios y Javieres, porque en ellos Ronald Campos, te veo y me veo esperando ya que sé y sabes que: “Todo aguarda el sitio preciso/ donde volar, tal vez volar, / y para siempre.” Acaso y tal vez solo para seguir siendo niños, acaso y tal vez solo para seguir o comenzar a ser felices, acaso y solo tal vez para llegar y ser aceptados por aquellos que os dieron la vida “como el eco de lo que nunca aun ha existido”

Quince claridades para mi padre es desde la realidad de una enfermedad, la alegoría de otra enfermedad excesivamente extendida en nuestro tiempo, su diagnóstico ahora es la discriminación, y dentro de esta, tal vez la que más se nota y se siente es la exclusión afectiva del ámbito familiar, esa que en el imaginario formal casi siempre se acepta cuando no nos toca, pero que, por ser superior al qué dirán de las estructuras sociales, incomprensiblemente se pone en cuarentena y se esconde si nos roza.

“El primer asombro del hombre/ es recordar…” LA CLARIDAD DE LA INFANCIA como único momento familiar seleccionado sobre todo por ser modelable. “Recordar que todo lo que está siendo en lo cotidiano/ ocurre también dentro de él mismo” “Cuando se escucha a la madre/ cruzar de su vida a la vida.” “Y en lo perdido recobramos algo ganado/ para enfrentarnos a la muerte.” De sobra sé cómo todo lo que es diferente atrae al miedo y esa metonimia que representa “mi padre” se hace extensible a millones de padres. “Yo partí de casa evitando/ tener que ofrecerte, padre, el perdón/ por no ser el varón que tu esperabas” Tantas verdades juntas, tanto daño por el que dirán, se exponen de forma tan magistral en Quince claridades para mi padre donde por un momento, se borra el dolor de la enfermedad que el poeta dice lo inspiro, y se crea la guía del acercamiento. Ese recuperar un instante de tantos instantes, por incomprensión perdidos.

Enhorabuena Ronald por tus Quince claridades para mi padre, la voz presente y sincera de un verso elevadísimo a la multiculturalidad.

lunes, 18 de julio de 2016

CARTA A UNA AMIGA de Pápitos del tren que no vuelve







Estimadísima amiga:

Quiero recordar que ayer en nuestro encuentro, desde las tristezas o las alegrías del amor perdido en las, muy cortas siempre, tardes de la infancia, volviste a preguntar lo mismo que preguntan, después de haber transcurrido un tiempo sin verme, cientos de seres con los que pude o no pude haber coincidido en alguna ocasión. ¡Qué cansancio!, ¡qué desperdicio!, ¡qué pesadez! ¡Qué displicencia!

- ¿Continúas escribiendo poesía?-

Y siguiendo las normas de la cortesía, me contengo. No por mi, ni por ti, ni por dios; no, ni que escribir o no escribir fuese cosa del tiempo, de la lluvia o del sol, de la salud o de la tierra cultísimamente fértil. ¿Continuas siendo tu el padre de tus hijos?

¡Sí, sí! ¡Claro que sí! Me contengo y fotografío Pálpitos del tren que no vuelve por la página cinco, la página donde aparece el título

Me contengo para no expresar, a viva voz, lo que realmente pienso que pasa; que pasa un elefante destrozando mi cabeza. Lo que se mueve y fluye y desborda mi pensamiento. No dejándome otra opción que, de golpe, interrogar." ¿Sabes, acaso, lo que es poesía? Es decir: constelación. Es decir: interrogantes. Es decir: asociaciones de sentimientos e intrigas. Es decir: ¿has leído algún libro más, que ese, o aquel que llaman de las mil mejores o peores damiselas desmedidas del mundo de los versos? ¿Piensas, quizás, que vivo de transfusiones, de transfiguraciones, de transformaciones del aire sucio, en alimento gratis y nutritivo? Pero, ¿para que hacer más fuegos?, con la luz del mundo o la luz de tu cielo, me contengo".

¡Sí! Por supuesto que, en alguna ocasión, tal vez por compromiso, preguntaste por la definición de mis poemas, por como mis versos podrían o no llegar y desnudarse y desnudarte; ¿por qué tendrías que perder, camino de tu casa, algunos céntimo?, esos por los que, ya,  nadie se agacha. ¿Por qué tendrías que perder algunos segundos de luz o de arena?, esa que todos emplean construyendo sus castillos, esa que nadie ahorra. ¿Por qué perder el sueño o el amor comprándome y leyéndome? Ya sabes, y si no lo sabes, te lo digo ahora, que, por mi diez por ciento de diez, me importa un..., no, no que va, ni me importa.

Te confieso, y eso tú sí que lo sabes, como de pronto, tal vez, a la hora del té o de mi sangre, o a la hora del aperitivo de nada sin cerveza; se me apareció la hoja en blanco de un queso de cabra en un bocata de pan, y que acaso por no pagar; Iberdrola me cortó la luz, o que con los años de sequía mi pantano se había quedado sin eco. No sé, tal vez, por no haber podido ser diablo me contengo en mis deliberaciones.

Sin que sirva de justificación, - Sí, sí. ¿Por qué no va a servir de justificación?, anda y qué te jo... qué te ma..., qué te co...; - te diré que mi mundo poético es tremendamente despistado, epiléptico, trasnochador. ¡Ya lo sabes! ¡Sí, lo reconozco! Y reconozco igualmente que es también alegre y y divertido y abierto y doloroso y sorprendente, que viene desde ayer hasta hoy para mañana, monumentalmente creciendo al desatino. En esta poesía mía que te digo, la inquietante ambigüedad de la peripecia y los lances patéticos juegan un papel destacado, por lo que te recomiendo que no entres, para que así, no tengas que volver a intentar quedarte o no quedarte. Particularmente, me da exactamente igual que leas o no leas mis escritos.

Parecería, en ocasiones, que mis versos siguen un desarrollo calmado y sencillo, de andar desnudo por tu alfombra a las cuadro de la madrugada, pero, la sinuosa ampliación de las metáforas lanzadas contra las paredes del mundo, o la sublime desmitificación de los conceptos, del todo inconfesables, te convencerán de lo contrario. - Vamos, si es que llegas a darte cuenta de que, puede que sí; que haya alguna metáfora, o alguna imagen sucia o limpia, o algún paradigma de cuando nos conocimos -.

Sí, es verdad que si te fijas bien, notarás las cicatrices de los maestros, - esos, tan distintos a los tuyos, que ya sangran - esas, tan aterciopeladas que, sin duda, proporcionan la continuación de la grandeza que todo poema precisa, aunque también, es cierto que, las operaciones realizadas con las últimas técnicas quirúrgicas, - sí, ya te lo digo, también soy doctor en cardiopatías humanas - las han disimulado magistralmente, para, así, continuar su propio recorrido. Vamos, te diría que mi poesía es innovación y novedad, algo tan distinto que, apenas, si a cuatro horas de tu abstinencia llega.

Entiendo que no soy fácil ni de tratar ni de leer, que para las mentes multinacionales, puedo resultar cansino, que cuando llega mi correo va directamente a la bandeja de los no deseados, que la gran mayoría de las veces, me clasifica el sistema como spam; lo tengo asumido, lo mismo que a mis dos o tres millones de seres, despiertamente, incondicionales. A ellos les doy las gracias, a los demás también.

lunes, 11 de julio de 2016

RESEÑA a Pálpitos del tren que no vuelve. Mentodicles Redimo

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Particularmente, a estas alturas o profundidades del cómic de la historia, del paso a paso por la calle o los caminos que van al cementerio, me importa un bledo lo que cada uno haga con su vida, lo que piense o no.  Pálpitos del tren que no vuelve, De todo lo que no se pierde, o de Consonancias de la voz, o de Un cuántico aleteo en la boca, o de Bobilongos y churrilungas, o de Recetario de la locura, o de Notateti, o de Cuando se lanzan los cuerpos desde la terraza. Para ver qué sucede, o de Inventarios del miedo, o, qué por supuesto, podéis encontrar en Amazon o en vuestra librería habitual, pero, claro está, sabiendo siempre y teniendo presente que ni dedico, ni firmo, ni os pienso hacer el menor caso, que solo por necesidad pregono mi agonía, esta que os voy a contar entre dos y tres circunstancias de mi humor palentino, este que ni tan siquiera yo, en muchas ocasiones, entiendo.

En Pálpitos del tren que no vuelvevais a encontrar otra cosa, otro universo, otra poesía. Eso, muchos de vosotros ya lo sabéis; para los demás, puede ser algo bonito, este ir descubriendo cómo se suceden todos sus entramados, o puede ser una cruz que abandonéis en mitad del recorrido.  Algo tan distinto y diferente a lo que el mundo poético os tiene acostumbrados que, acaso, no seáis capaces de llegar a contemplar toda su arquitectura. No, no es una poesía lineal, ni tampoco llega a ser continua del todo, sino que se divide el libro en tres partes claramente diferenciadas por los versos y sus respiraciones: la primera, abriéndose “En el tiempo sin tiempo”, va presentando poema a poema las dudas del protagonista, “solo en la cama”, “me atrevo a proponer una discordia”, “entre dos estaciones, frente al mundo”, “la piel de una tormenta en un gesto de revista”. Acribillado por la furia de un mundo cosquilleante, se acerca en ocasiones con un metalenguaje claro al Facebook de su psicólogo, aprovechando la paz interior de los conventos mentales que toman forma en el cuarto de baño, en el salón, en la habitación o la cocina.

La segunda parte, psicológicamente dañada por el común denominador de los golpes instintivos del hombre con la sociedad, proporciona el título:  Pálpitos del tren que no vuelve y que, por una serie de particularidades no escritas, se abre con unos versos de los maestros: Laureano Alban y Julieta Dobles. Y como si intentase sanar al mundo, “En la cocina el hombre nace a otra dimensión”, donde “Si la humanidad muere al otro lado del mapa: aquí, no pasa nada”; todo sigue fluyendo, movido por las cuotas de interés de los que mandan, según en qué peldaño de la escalera se encuentre cada uno. Y la tercera, el epílogo que debió de ser el prólogo, habla del consentimiento de un crimen que se recicla y se llena de letras. Se centra en el árbol del papel de la mesa en mi oficina, de cómo y cuál será el valor de uno, según los amigos que tenga.

Desde Pálpitos del tren que no vuelve, se pensó en romper con el estatismo de las formas y dialogar con la lengua desnuda y cotidiana de las primeras personas. Estas personas viven en los poemas interiorizando ornamentalmente sus propias manifestaciones. Sin embargo, como el verso es independiente, se liberó del poeta y, por una vez, dijo lo que le vino en gana.

En Pálpitos del tren que no vuelve, el mundo exterior funciona por las reseñas que describen cómo se mueve en autobús. Más allá, mucho más allá del inventario de los niños y las cosas que adornan su carrito de paseo, unas y otras circunstancias. Es por derecho el verso impar el que predomina en su estructura. "La mentira añorada en la agenda del poeta: es la mentira rota."

Pálpitos del tren que no vuelve, para que no se quede nadie fuera; juega con las cargas de las vivencias profundas de la brevedad semántica, con el valor estético de la polisemia y la ambigüedad de las tramas poéticas, con unas formas amaneradas en sus dinamismos a la hora de conjugar los versos. Desde ayer, las recurrencias infinitas de los lenguajes poéticos, del verso que consiguió hilvanar toda una sucesión de instantáneas “de una espera y otra espera boba en la estación que ahora escribo”, ese lenguaje poético que ha de revolucionar en el lector cada una de las neuronas capaces de hacerlos irse vomitivamente o de satisfacción.

No se puede andar con medias tintas; a doce puntos y en Times New Roman se indica la forma en la que se reavivan los versos: ritmo acelerado, caricias, ideas y más ideas dinamizando el presente y el futuro de las profundas conciencias. “Un poema para que sea…, no precisa ninguna explicación, ninguna disculpa, ningún discurso”.

 https://www.amazon.es/dp/B08VR8R1K9

                                                                                                      Mentodicles Redimo

jueves, 7 de julio de 2016

Pálpitos del tren que no vuelve. Te sorprenderá

Y ya lo podéis tener solicitándolo en el e-mail: poetadeguardia@telefonica.net
o esperando a la salida de agosto en internet o en septiembre en La Casa del Libro. Pero cómpralo, léelo y recomiéndalo





Pálpitos del tren que no vuelve, no busca preferencias por ninguna robustez, ni primeros, ni segundos platos, ni estilísticamente presenta intermedios, ni principios, ni finales que puedan ser tachados de interesadas complacencias. Es la poesía de los desdoblamientos, de la amplitud de los espacios, de la metáfora ilusión que va extendiéndose; desde los títulos que abren con un beso el regalo de unos poemas, hasta la sentencia que rubrican sus finales.

Pálpitos del tren que no vuelve, tiene mucho que ver con esa aproximación a los misterios de las apariencias de una apetecible fantasía que se abre al sueño huérfano de relaciones públicas, que a calzón quitado, como diría el maestro, salta al mundo, a ese mundo al que pretende hacer sangrar con el primer poema “En el tiempo sin tiempo” al que de forma natural y esperada, dan paso unos versos de Francisco Brines y otros de Jorge Guillen.

Sí, por mi parte creo a manos juntas en los colores del carmín de una ciudad que se hunde y resucita mientras pide a versos el socorro que traen los poemas, de amor o de guerra a las puertas de sus capillas. Y es muy posible que con Pálpitos del tren que no vuelve, mañana tengamos barbacoa de verduras en la cocina y que tal vez por ser ya tarde, por no pintar en la pared los desconchones de sus pensamientos, por darles o no darles, antes de que se quemen, una vuelta más a sus despistes, no alcancemos a descubrir, la forma interior del aprecio de las almohadas, ni esa honestidad por la que hoy, se podría discutir sobre su extensión abarcable, o no abarcable, casi casi de la misma manera que con el espectro íntimo que cubre un tanga, pero no, de cómo han de llegar en él los besos.

viernes, 1 de julio de 2016

Pálpitos del tren que no vuelve



Os aseguro que "Un paso no es más grande sólo porque se de antes" pero si que es desde las fuentes realistas del naturalismo actual, de esta poesía que no se detiene, esta que nos invade y cambia de forma con cada nuevo post colgado, desde donde Pálpitos del tren que no vuelve, expande con el sonido de la campana que anuncia su salida, en un verso y otro verso, su inmanente borrachera, su inclusión y pertenencia a este instante en el que “todo lo que saben los niños es milenario” y “entre dos estaciones, frente al mundo, en el autobús, cuando el viento cambia: se acarician de otra manera los continentes” quedando casi, casi todo el sentir y el saber en las nubes de los recuerdos.

sábado, 4 de junio de 2016

UN CUÁNTICO ALETEO EN LA BOCA

https://www.amazon.es/dp/B08S4TJZ2J


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No me preguntéis por qué, pero, UN CUÁNTICO ALETEO reproduce las distintas visiones en las que se enreda mi cabeza ante las mismas o parecidas circunstancias por las que pasáis vosotros, tres o dos minutos, después de ir a la cama.
Los juegos del ritmo de las palabras y momentos que lo han ido dando forma, pertenecen, inquietud tras inquietud, a esos detenidos instantes de unos cuantos mundos, que nos invitan a recorrer desde los pasillos musicales de la casa o del metro, la inmensidad o insignificancia que se pinta en un segundo de abstinencias, pero siempre, desde puntos de partida o de llegada, distintos.
En UN CUÁNTICO ALETEO, si queréis podéis llorar cuando suena un despertador, un teléfono que atosiga por no tener las monedas de Judas o Caronte, una realidad que se mueve con los sentimientos del semáforo. Si lo deseáis podéis optar, por las genuflexiones de mangas borrachos, o por ser, una brizna de luz distraída de ausencias. Podéis participar con todo lo que os propongáis, pero no me preguntéis por qué para esconder el rubor, mientras digo que te quiero, se mira a la luna, ni me toquéis mucho las canicas que me muestran en su interior figuras con corazones de agua, ya que aunque mi cabeza sea joven, mi cuerpo está tremendamente cansado de ver y sentir la inutilidad de tantos esfuerzos, y sí, sí, no aguanta nada.
En Un cuántico aleteo espero, como buen esclavo, el veredicto rojo del Smartphone. Las formas nuevas de sorprender al amor, Los distintos manojos de flores con las que te voy etiquetando.