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viernes, 31 de enero de 2020

Reseña a: INVENTARIOS DEL MIEDO por Mentodicles Redimo




¡Sorpresa, sorpresa! Con "Inventarios del miedo", Maximiano Revilla vuelve a ser capaz de hostigar, sin ninguna clase de miramientos, nuestra bien amueblada cabeza. Vuelve a ser capaz de abofetearnos e incitarnos a reavivar nuestra insatisfecha capacidad de asombro hasta hacernos dudar de cuál será o no será la voz del verso que nos propone. Me comenta, con una sonrisa boba de satisfacción mientras pasa hambre, que los cuatro lectores suyos, esos seres inquietos que lo siguen desde el principio de los libros, esos fieles, fieles, se lo merecen todo, todo. Y tal vez sea por ellos por los que, en esta ocasión, para desnudar a su personaje poético, utiliza el verso inquisidor, el verso corto y limpio y sencillo y disparatado, así como la imagen extendida y abundante, y la metáfora alejada de toda estilización: “¡Qué va!, no soy entomólogo, / ni personaje que cante o que baile, / al pausado estilismo de la tierra, / sus pesadumbres y sus radiaciones. / No, ni soy embajador / más allá del dominio de mi casa”.

No, seguro que no hay nada que se adapte más o se adecúe menos a lo que el mundo poético os tiene acostumbrados que estos versos que nos acerca desde "Inventarios del miedo", siendo esto así, porque dentro de este capitalismo lingüístico e independiente de culturas generales y globalizaciones contundentes por las que nos ha tocado caminar, “Inventarios del miedo” es una sucesión de aplastantes y sonados vencimientos que, como poco, van a ir curando sus llagas a lo largo de todas las páginas con las que se nos crean bolas que juegan en el estómago, y no, que va, no es que me lo invente yo, sino que es él quien nos lo reafirma y deja escrito: “No es que quiera vengarme, pero a mí me parece / que a la historia le falta efervescencia”.

Con “Inventarios del miedo”, Maximiano Revilla vuelve a no esperar nada, y acepta igual que Góngora ser proscrito de su tiempo, y teniendo seguro, y teniendo presente que, con sus versos, se aproxima el lector y lo apuñala otra vez con los ojos muy abiertos y la mente indiferente, justo a la misma altura, los unos de los otros, sobre todo y más que nada, porque “Solo cuando no fui capaz de revivir la llama / de los viejos volcanes en ti dormidos, / escogí confesarlo todo: / decir adiós a las sombras que dejan / en la pared los cuadros cuando se embalan, / recoger todos los trajes del tinte / y ponerlos en la maleta”. Sí, casi apostaría que “Inventarios del miedo” es una confesión cuyo propósito final es hacer que todos esos miedos, “las arrugas de nuestra piel / al igual que los miedos / siguen siendo insistencias”, se vayan de su cabeza.

Sí, sí, Maximiano Revilla en “Inventarios del miedo”, no me canso de repetirlo, vuelve a poetizar de otra manera, cosa que los que le seguimos, casi inconscientemente, lo estábamos esperando. Sí, Maximiano Revilla vuelve a romper y modificar hasta herir los clichés y tópicos de la poesía actual. Vuelve a intentar curarla de todas sus formas convencionales, ampliando, para ello, lo táctil y lo visual de los lugares comunes del mundo, ampliándolos tres o cuatro pasos por delante de donde hasta entonces estaban establecidos. Sí, alejando al verso de los tics generales, llevándolo hasta ser incomprensiblemente capaz de acertar a mezclar desde su contemporaneidad pequeñas piezas rituales con verdaderos efectos clásicos. “No, no supongo nada. / El miedo va detrás de mi retina.” Y experimentando con las transformaciones del alma y las distancias, nos viene a decir con estos versos ecfrásticos cuán. “Lento es el mundo y más su incandescencia, / aquí un interrogante de vértigos en fuga”.  

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                                                                              Mentodicles Redimo

jueves, 10 de octubre de 2019

La calle es como el verso impredecible "Consonancias de la voz"



La calle es otro mundo en la ventana.
En las cosas es otra resonancia.
Entre los hombres, otra intimidad.
Todo un principio en otra vuelta.
Esa impresión aromática de una sombra,
una sombra que siempre, siempre vuelve
después de amanecer removiendo claridades
en los fondos inquietos del armario.
La calle es como el verso impredecible.





MADRE de "Notateti"




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miércoles, 17 de julio de 2019

LV; LVI. Polifemo y Galetea

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LV

En tablas dividida, rica nave
besó la playa miserablemente,
de cuantas vomitó, riquezas, grave,                                                    435
por las bocas del Nilo el Orïente.
Yugo(49) aquel día, y yugo bien süave,
del fiero mar a la sañuda(50) frente
imponiéndole estaba, si no al viento,
dulcísimas coyundas(51) mi instrumento.                                            440    



(49) Yugo. El instrumento de madera con que se uncen los animales para el trabajo
(50) Sañuda. (Persona) Que actúa con saña o que es muy propenso a ella
(51) Coyundas 1. f. Correa fuerte y ancha , o soga de cáñamo , con que se uncen los bueyes .
La diéresis ¨ se coloca en poesía sobre la primera vocal del diptongo para
indicar que las vocales que lo componen deben pronunciarse en sílabas distintas;
así, la palabra a la que afecta y, en consecuencia, el verso en que aparece  cuentan
con una silaba más a efectos métricos





LVI

Cuando, entre globos de agua, entregar veo
a las arenas ligurina(52) haya,
en cajas los aromas del Sabeo,(53)
en cofres las riquezas de Cambaya: (54)
delicias de aquel mundo, ya trofeo                                                     445
de Escila,(55) que, ostentado en nuestra playa,
lastimoso despojo fue dos días
a las que esta montaña engendra arpías.(56)



(52) Lingurina. Región de Italia donde está Génova
(53) Saba era una región de Arabia. El árbol sabeo es la mirra.
(54) Cambaya era una ciudad de la India famosa por sus artesanos que trabajaban piedras preciosas.
(55) Escila era un escollo del golfo de Mesina, en Sicilia, famoso en la antigüedad por provocar naufragios. Toma su nombre de una ninfa marina a la que Circe transformó en un monstruo.  Horrorizada de ella misma, se tiró al mar junto a la citada roca.
(56) Las arpías eran unas aves con cara de mujer, con fama de codiciosas.