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viernes, 17 de julio de 2015

CANTAR DE MIO CID. El primer gran best seller de la literatura española



El Cantar de Mio Cid, que se conserva hoy en la Biblioteca nacional tras ser donado a ésta por la fundación March, forma un tomo con setenta y cuatro hojas de pergamino grueso y de mala calidad, escritas por las dos caras y distribuidas de manera irregular en once cuadernos. Sí, es cierto que tiene algunas ausencias de versos que les dio por viajar, exactamente 270, con los cuales se habrían llegado a completar los 4.000 versos que compondría, en letra clara, pero sin cuidar, la obra completa.

No hay seguridad de que este Best Seller que hoy se conserva, sea la primera versión realizada con estos versos, sino una de tantas copias como la tradición escrita u oral nos presenta, o sin duda puede que sea una mezcla de ambas que se hizo circular por aquella época, lo que si resulta claro es que está muy bien elaborada; según unos, por juglares, según otros, por clérigos. Diversos escritos como la Crónica de los veinte reyes; que prosifica una versión diferente, permitió al compararlas, corregir errores y completar algunas de las páginas perdidas. La Primera crónica general que también prosifica el poema hasta el verso 1.094, ayudó a ello.

Firmado por Per Abbat en el siglo XIV (1207/1307), da pie a pensar que fue este personaje el autor del poema y de la copia que ha llegado hasta nosotros, aunque la presencia de rasgos lingüísticos y ortográficos que en este siglo estaban en desuso, hacen suponer a Menéndez Pidal que el cantar se había puesto por escrito mucho antes, a finales del siglo XII o principios del XIII.

Por su importancia, por ser madre y padre de nuestra literatura, por presentarnos la gran mayoría de los elementos que mueven el mundo: amor/odio, guerra/paz, aventura y desventura, honor y deshonor, por el considerable número de ediciones realizadas hasta la fecha, hacen, que considere el Cantar de Mio Cid como nuestro primer Gran Best Selller.

La fecha de su composición es un asunto que desde nunca ha estado definitivamente resuelto. Están los que, por su inmenso contenido histórico, la sitúan muy cerca de la muerte del Cid, en el año 1099 y aquellos otros que, por considerarla ficticia, esta fecha la retrasan. Menéndez Pidal al publicar la edición de 1908, basándose en datos internos y externos fechó el cantar en torno a 1140, años más tarde rectificando sus conclusiones y expuso la teoría de los dos autores, donde argumenta que la primera versión, se hizo poco después de la muerte del heroico protagonista, entre 1105 y 1110 siendo refundida y ampliada 40 años más tarde por otro juglar, siendo esta, muy posiblemente la versión que ha llegado hasta nosotros. Ubieto por su parte, intenta demostrar que el Cantar es posterior a 1200. Reconoce que el poema primitivo se escribió hacia 1140, pero la versión que conservamos fue rehecha a principios del siglo XIII ya que refleja realidades históricas posteriores a la fecha propuesta por Menéndez Pidal, como que en el poema se cita la ciudad de Cetina, fundada en 1154, así como a los Reyes Magos que eran desconocidos por la cristiandad occidental hasta que sus presuntos restos mortales fueron trasladados a Colonia en 1164, detalles que parecen pruebas irrefutables de una datación tardía, pero que como afirman otros estudiosos, todo esto bien pudo ser una aportación posterior

Otros autores señalan que la versión original fue hecha unos veinte años después de la muerte del héroe (1099); que hubo otra entre 1140 y 1150 y una tercera hacia 1160 que es la que copiaría Per Abat en un códice de 1207. E. von Richthofe, sostiene que el poema del que salió todo el conjunto, serían los versos 1085-2060, es decir, casi todo el cantar segundo y los dos últimos versos de este 2.276-2.277; compuesto poco después o incluso antes de la muerte del Cid. Luego el mismo poeta u otro lo completó con el cantar primero y otro, más tardíamente interpoló el episodio de las bodas, de las arcas de arena y tal vez, el de la huelga de hambre del conde de Barcelona y lo relativo a la afrenta de Corpes, por lo que la composición quedaría: primero, el segundo cantar, después, el primero y, por último, el tercero. Para Michael que no ve clara la división tripartita ya que él distingue dos tramas; una la relativa al deshonor moral y político del Cid y la otra al descrédito personal y familiar, partes que sin duda dice corresponderían a lo que abarcaba la representación del juglar. Para Garci-Gómez el poema también se dividiría en dos partes: la primera sería la, Gesta del mio Cid y la segunda la, Razón de mio Cid

Como todo lo que está relacionado con esta obra, según que estudioso se tome de referencia se puede hablar de un autor único, de dos, o de más. Menéndez Pidal, rectificando sus opiniones iniciales, lanzó la teoría más aceptada. Al juglar que intervino en la fecha próxima a los hechos, al que se ha de agradecer su notable fiabilidad, lo llamó de San Esteban de Gormaz, ya que imprime a la obra un intenso localismo vinculándolo a esa zona, así como a su lengua. Él sería el creador del primer cantar: El Cantar del destierro, de carácter esencialmente histórico. Ubieto niega esta posibilidad situándolo por el contrario en las tierras turolenses cercanas a Santa María de Albarracín, algunos rasgos dialécticos así se lo aconsejan. Sobre esta primera copia actuaría posteriormente el que ha llamado juglar de Medinaceli el cual habría refundido y ampliado el texto con anacronismos y episodios ficticios y novelados, trabajando supuestamente no con pergamino, sino de forma oral. De él serían El Cantar de las bodas y El cantar de la afrenta de Corpes. Últimamente esta teoría, aunque conserva muchos partidarios, está sufriendo los ataques de quienes defienden el poeta único: el Per Abbat firmante, que fue clérigo para unos y para otros, abogado laico. Russell ha demostrado que el autor alude con frecuencia a temas legales y que está familiarizado con el manejo de documentos. Smith localiza un Per Abbat en Carrión de los Condes, especialista en leyes. Una corriente crítica entre los que se encuentran Deyermond y Michael, es la que postula, frente al juglar laico, la tesis de un autor culto, clérigo probablemente, sin que se tenga seguridad si partía o no de una tradición épica. Lo que sí parece claro es que quien ha dado al cantar la forma que hoy tiene, no fue sino un autor-refundidor que partía de una tradición previa oral o escrita y que el resultado es fruto de sucesivas intervenciones. Caso González sostiene que el poema procede de la reelaboración de cantos breves anteriores, unidos por alguien que enlazó con acierto los diversos episodios hasta convertirlos en una obra coherente, explicándose así que, pese a la unidad esencial del texto, aparezcan algunas contradicciones e incongruencias de importancia secundaria. Por ejemplo, las hijas del Cid que son niñas cuando éste se despide camino del destierro, se nos presentan casadas tres años después.

HISTORIA Y CREACIÓN POÉTICA

Menéndez Pidal considera que tanto la figura protagonista como las secundarias se mueven por unas vicisitudes que en esencia son fieles a la verdad histórica, también subraya la exactitud de los datos geográficos. Y, sin embargo, como cantar histórico sorprende la inventiva en algunos de sus datos como los pertenecientes al mundo musulmán, o los nombres de las hijas del Cid, por ejemplo; Cristina y María en la realidad, y Elvira y Sol en el poema, o algunos personajes que, aunque existieron, no tuvieron con el Cid la relación que se les atribuye. Para Leo Spitzer es una obra de arte y de ficción, más que de autenticidad histórica, donde no existe esa pretendida puntualización en las descripciones geográficas, ni son advenedizos los elementos ficticios sino fundamentales en la fabulación del Cantar: su función es “poner de relieve la trayectoria ascendente de la vida exterior del héroe”

Entre tanta confusión, lo que sí parece claro es que Menéndez Pidal ha mezclado en sus estudios dos conceptos distintos: el realismo literario y la verdad histórica y ya sabemos que la novelización de los héroes puede muy bien deformar lo ocurrido, para ser sin embargo de un realismo total, siendo esto lo que parece acontecer el en Cantar. El relato de las hazañas del Cid es en gran parte ficticio, ya que su carácter y el papel que desempeña, no se ajusta exactamente a la verdad de Rodrigo Díaz, aunque el personaje literario, distinto al real, es perfectamente verosímil. Ubieto demoliendo nuevamente los argumentos de Menéndez Pidal, demuestra la gran cantidad de elementos ficticios, anacronismos e inexactitudes en que incurre el poema. Para Garci-Gómez es “el cantar medieval más verdadero en la topografía, más lleno de nombres históricos, más enfocado hacia un suceso histórico como uno de los asuntos centrales”, pero los episodios fundamentales en cuanto a la estructura, el tema y el estilo son ficticios.

Aunque parte de personajes y sucesos reales, hay que considerar el poema como una obra artística, en la que lo importante es la coherencia interna y no la mayor o menor fidelidad histórica. Tampoco tenemos que olvidar que el texto podía perseguir determinados fines a los que el autor tenía que adaptar su versión. Se ha dicho que es una obra de propaganda para animar al ardor combativo contra los musulmanes. Asimismo, se ha aludido a la existencia de un doble plano histórico: el del momento en que vivió el Cid y el de la época en que se creó el Cantar. Mª Eugenia Lacarra intenta demostrar que el poema refleja la situación político-social del reinado de Alfonso VIII, impulsor de las campañas contra los musulmanes y de unir los reinos cristianos bajo el liderazgo de Castilla. Las discrepancias entre la historia y el poema, dice: “responden a una manipulación intencionada de los hechos históricos por parte del autor motivado por su toma de posición en los acontecimientos históricos de su propia época”
Se cree que la principal desviación del poema respecto a la realidad se encuentra fundamentalmente en la interpretación que se hace de la figura del héroe. El Cid histórico representa el empuje de una clase social naciente: la baja nobleza castellana que se enfrenta, tanto a la vieja nobleza leonesa, como a la alta nobleza de Castilla. Rodrigo Díaz dentro de la corte llegó a ser un político con gran poder e influencia, que se vio mermada por su apoyo a Sancho II en el intento de reunificar el reino repartido por Fernando I. Este hecho parece que fue decisivo a la hora de caer en desgracia, pues le puso en una situación muy difícil ante el nuevo rey Alfonso VI, siendo despojado de sus posesiones y desterrado a Toledo.

Ya entes de su muerte existieron escritos que cantaban la vida del Cid. Un clérigo del monasterio gerundense de Ripoll compuso en su honor un breve canto latino en estrofas sáficas: el Carmen campidoctoris. La primera crónica latina que se ocupa del Cid es la Gesta o Historia Roderici a finales del siglo XII o principios del XIII. También se habla del Cid en el Fuero General de Navarra, en el Liber regum, en el Liber praeconiis Hispaniae, en la Crónica najerense, el Chronicon mundi, el De rebus Hispaniae y el Poema de Almería

El tema nuclear del Mio Cid gira en torno a la “ondra”, a la honra, al honor del héroe mancillado. El poema se organiza siguiendo la progresión social de la vida del Cid, desde que se pone en duda su honorabilidad y pierde el favor del Rey, viéndose obligado a salir para el destierro, hasta que, tras mucho batallar, lo recobra nuevamente. Durante todo el poema, las acciones se desarrollan con una fuerte tensión argumental, cuyos desenlaces parciales van constituyendo la unidad general de la obra.

RASGOS ESTILÍSTICOS

El realismo del Cantar no solo se advierte en la verosimilitud de los caracteres y la acción, sino también en la técnica narrativa, con algunas escenas de indudable categoría literaria: la niña de nueve años que sale a pedir al Cid que siga su camino, la perfecta descripción de la entrada en Burgos, la despedida de Cardeña, el duro realismo en la descripción de las batallas. Para Gilman, el autor traza la acción “sobre un mapa detallado” independientemente de que los datos se ajusten o no por completo a la realidad, sino a la verosimilitud de una geografía concreta. La naturalidad al reproducir palabras y actitudes es uno de los grandes valores del Mio Cid, como cuando el poeta, a pesar de lo patético del momento en que Félez Muñoz se encuentra a sus primas desmayadas, se detiene a señalar, que el sombrero con el que coge agua “nuevo era e fresco” o las repeticiones inspiradas en el lenguaje coloquial que escribe cuando intenta reanimarlas. Smith alaba la capacidad de sugerir una escena completa mediante la alusión de pequeños detalles. Sorprende por insólito en el género épico las constantes referencias a las necesidades materiales del Cid y los suyos, la exactitud de los términos en los tratos económicos es de gran importancia y denotan una evidente intención realista. Nada hay en el Mio Cid que parezca retórico o sobrante. Las abundantes descripciones de batallas, de paisajes o de cualquier otro tipo, las agiliza a menudo el autor mediante el empleo del verso “corto y galopante” (Smith) y para describir el avance del Cid y los suyos con una gran rapidez, se limita a enumerar los lugares por donde pasa. Un rasgo destacable a la hora de agilizar el relato es el paso de unas situaciones a otras sin transición, prescindiendo de divagaciones y soliloquios. Los personajes que pasan directamente a la acción, sobrios y de profunda humanidad, representan a través de los gestos su sentir. El tono dinámico se debe en gran medida al uso del estilo directo donde no tiene la abundancia de diálogos una peculiar función estilística, sino que vienen exigidos por la acción.

En el Cantar, el tiempo de las acciones se nos muestra como un continuum en el que van desarrollándose los hechos, permitiéndonos deducir con todo detalle cómo se suceden los días y las noches. “Apriessa cantan los gallos e quieren quebrar albores…” Se precisa de forma concreta el tiempo transcurrido, lo que permite deducir cuanto duran los hechos narrados, entre cinco y seis años exactamente. El autor utiliza un tiempo totalmente subjetivo. Pasa con rapidez sobre aquellos hechos en los que no precisa demorarse y se recrea en otros que le interesan más. No adopta la actitud del historiador que narra un suceso pasado, sino que se sitúa en el momento de los hechos. En el Cantar se combinan: el indefinido que tiende a usarse en singular, en acciones individualizadas, sobre todo de tipo heroico; el presente, por el contrario, domina en los sujetos plurales, a menudo con valor de presente histórico, el imperfecto impone su aspecto durativo al verbo perfectivo.

ESTRUCTURA ARGUMENTAL

Los 3.730 versos que componen el poema, los estructuró Menéndez Pidal en tres partes: Cantar del destierro (vv. 1-1.086) Cantar de las Bodas (vv. 1.087-2.277) y Cantar de la afrenta de Corpes (vv.2.278-3.730). La clave estructural para esta división la ofrecen los versos 1.085 (“Aquí comienca la gesta de mio Cid el de Bivar”) y 2.275-76 (“Las coplas de este cantar aquis van acabando/ el Criador vos vala con todos los sos santos”)

El Cid es enviado al destierro por intrigas palaciegas que afirman haberse quedado con parte de los impuestos que cobró al moro. El texto comienza con la salida de Vivar en compañía de sus vasallos y parientes camino de Burgos, donde, debido a las amenazas del rey, no se atreve nadie a recibirlo y así se lo hace saber una niña de nueve años que le ruega continúe y no perjudique a los suyos.

Tras abandonar todos sus bienes y ante la necesidad apremiante de conseguir dinero para los gastos generales, Martín Antolínez, convence a los judíos Raquel y Vidas para que le hiciesen un préstamo de 600 marcos, a cambio dejaría en depósito dos arcas supuestamente llenas de oro y plata, aunque en realidad solo contenían arena. Así parte el héroe a despedirse de su mujer y sus hijas, amparadas en el convento de San Pedro de Cardeña. Desde un principio se suceden las victorias frente al moro, consiguiendo abundantes botines, de los que envía a su Rey una dádiva como señal de su vasallaje. Prosigue su avance triunfal hasta tomar Valencia, desde donde con nuevos presentes solicita al rey le conceda la gracia de que su familia pueda volver a estar reunida. El rey acepta se reúnan con él, pidiéndose a su vez que case a sus hijas con los Condes de Carrión y asimismo le promete perdonarlo.

El Cid accede a la petición del rey y se celebra el matrimonio, pero es tal la cobardía de los de Carrión que, para vengarse de las burlas de los hombres del Cid, le piden a este, irse a su tierra llevando a sus esposas, así, de camino, en el robledo de Corpes, las azotan y las ultrajan y las dejan abandonadas y medio muertas. Las socorre Félez Nunoz que había seguido a la comitiva. Ante tamaño agravio el Cid pide justicia al Rey, consiguiendo le devuelvan las espadas y la dote, para poderlas así casar de nuevo, en esta ocasión con los infantes de Navarra y Aragón.

EXTRUCTURA MÉTRICA

El verso del Cantar del Mio Cid es el verso épico, caracterizado por su métrica anisosilábica o sin medida fija, basada en un sistema de cláusulas rítmicas, con versos entre 10 y 20 silabas, donde predominan los de 14, seguidos de los de 15, 13,16, 12 etc. La división interna se hace en dos hemistiquios también de números desiguales, donde a pesar de aparecer 10 medidas distintas, predominan los de 7, 8, y 6 sílabas, con frecuentes rimas internas con las que el poeta, bien de forma instintiva bien con propósito deliberado, consigue un efecto estético satisfactorio. En el Cantar no hay estrofas definidas; los metros se agrupan en series irregulares, que reciben el nombre de tiradas o laisse, de versos con rimas asonantadas y extensiones variables, desde los tres versos de los que se componen algunas, a los más de cien que tienen otras. Íntimamente relacionada con la rima, está la llamada “-e” paragógica con que terminan algunos versos del Cantar, bien como mera licencia poética para convertir en llana o grave una rima aguda o por conservar usos lingüísticos arcaizantes, que daban sabor de antigüedad al lenguaje y que a la vez servían para facilitar asonancias. La versificación irregular permite al autor del Mio Cid variar los procedimientos formularios más de lo que pueden hacerlo los poetas que han de ajustarse a una medida estricta.

El humor se utiliza muy acertadamente en determinados momentos para rebajar la tensión dramática. También habría que destacar como recurso literario que se utiliza, la unidad rítmica bipartita, la estructura bimembre, determinadas expresiones paralelas, así como la adjetivación epitética que sirve para realzar la figura del héroe y de otros personajes de pro. Smith afirma que cada ocho versos más o menos encontramos un epíteto; el 70% se aplican al Cid, en un total de 646. No se debe olvidar el simbolismo al que parecen remitir algunas unidades de significación del texto épico. Las metáforas que no brillan por su esplendor suelen remitir al lenguaje coloquial, sucediéndole lo mismo a los símiles. Al juglar le gusta el empleo de lítotes, o lo que es lo mismo, afirmar un concepto negando el contrario.

Contiene el poema una buena dosis de vocabulario especializado que hacen referencia a los usos feudales: prácticas legales, arte de la guerra y ropaje, así como una perfecta dominación de la terminología jurídica. También abunda el latín eclesiástico y palabras de origen árabe.

El sistema fonológico, fonético y ortográfico, coincide con el llamado “español alfonsí", con un estilo épico oral que, según Lapesa es una sintaxis en la que abundan las yuxtaposiciones y escasean los sexos sintácticos, donde la morfología tienes determinadas particularidades como el uso anárquico de los verbos, la profusión de adjetivos demostrativos, las perífrasis verbales (querer + infinitivo = “ir a”, “estar a punto de”; el haber + infinitivo, sin sentido de obligación o necesidad. Así mismo el léxico es una mezcla de lo popular y lo arcaico, pero sin caer en lo plebeyo, para unos, destinado a un público señorial, para otros, inquieto y movedizo, de rústicos bobalicones y escasa cultura.

jueves, 11 de junio de 2015

OTRO PASEO POR LA POESÍA




Para dar otra vuelta a ese martirio desnudo que se presenta imposible entre la contaminación de las ciudades y los hombres, con los pecados mortales que avalan los versos bajo las carpas de los domingos, tendríamos que subirnos a esa poesía irreverente que no almuerza con ningún catedrático, tendríamos que subirnos a esa línea seis del metro, en la que por su trazado circular, comienza y termina con los gritos de todas las metáforas que rompen como Apollinaire los silencios.

En poesía, dicen que todo está dicho; pero si no fuese así, se debería ser absolutamente moderno a cada instante, pues, al pertenecer ésta al mundo en que vivimos y éste cambiar sus realidades con cada tic-tac o cada sombra del reloj que pusieron los antiguos en el muro norte de las catedrales, no se entendería que los poetas hoy, se quedasen como ayer atragantados por su propia grandilocuencia, a la entrada de las primeras luces de los miedos, entre los pensamientos de los mendrugos pasados, sin abrirse a todo lo que aún está por ser y por venir, recreándose con esos lodos de los balnearios medicinales que acaso por nostalgia o amiguismo, intentan reavivar la belleza que nunca tuvieron, la que exhibieron en las recepciones de ayer, después de pasar por tantos y tantos quirófanos.

Con la misma premura que tienen los malversadores de instantes y seres inquietos que somos, muchas veces acurrucadas lagartijas de vacaciones al sol de nuestras incontinencias, parece que cada vez nos introducimos más en la ignorancia del sentimiento de las mareas de la humanidad, las que cuentan siempre, fueron buscando la base de la palabra poética, sobre todo en esos ojos que con tonos infinitos, tienen unos puntos de resonancias paralelas, por donde sin duda se reaviva el anhelo.

Sabemos que ni por asomo hemos llegado a rascar la superficie del posible secreto que la poesía esconde en su interior, ni por asomo hemos encontrado el camino exacto que nos lleve a vestirnos con él de fiesta. Sí, es cierto que en ocasiones hemos conocido, corporeizándose, algunas sendas en las que excesivamente transitadas hemos hecho el amor con gentes deseosas de ampliar los resúmenes individuales del cielo para que las comiésemos algo más que el pico y la oreja, gentes que durante el trayecto nos hicieron compañía, gentes sin acertar a decir cuánto facilitaron o entorpecieron nuestra reflexión. Lo cierto es que las indagaciones para encontrar esta mañana esas reliquias del exilio, no han hecho más que dar comienzo; y no se crean no, que las expectativas con las que se presentan no parecen de lo más halagüeñas.

martes, 2 de diciembre de 2014

ALGUIEN SIN NOMBRE Desde el fondo del verso



La vida de uno es ya la vida de todos los hombres // Jaime Gil de Biedma


ALGUIEN SIN NOMBRE

Por si no hubiesen leído a José Carlos
con todas sus verdades a imitar,
permítanme que les presente
con este nunca o beso que se olvida
sus labios cancerígenos,
igual que Beyoncé provocadores
bajándose en la próxima estación.

Mordiendo piernas y gotas de lluvia
la globalización de su cerebro
inevitablemente representa
otro inmortal Jesús en los gimnasios.

Especialista en la gestión del mundo
malversador de instantes,
alguien sin nombre ayer fue detenido.

ALGUIEN SIN NOMBRE ayer fue detenido y absuelto por esa incógnita que sin duda simbolizó desde siempre la existencia del hombre y el poeta, ese entrecruzar la negación, la no existencia, la nada de todo lo que nunca nació y que, tal vez, solo por eso, no se le pudo dar nombre.
En ciertas cosas es tan lenta la evolución del ser humano, que solo en la madurez nos damos cuenta de cuanto nos detuvo la niñez, la infancia, la juventud con su veloz ajetreo, con todos esos atajos que intentamos coger para llegar cuanto antes a nuestra meta supuesta.

La interpretación sencilla, la que, seguro, viene a ser la más cercana al sentir general, dice que en su conjunto el poema es un paseo. Un paseo que va desde las cualidades particulares del hombre, en este caso, un José Carlos real con todas sus verdades, hasta el mismísimo alma de alguien sin nombre a punto de abandonar su parpadeo frente al mundo, olvidando su ética actitud, su tierno besamanos, su inútil crucifixión.
Alguno, podría dar dos pasos más y decir que, casi, en su totalidad está escrito en versos libres, “y ya sabemos que el verso libre es un compromiso humano con la sociedad” de 11 silabas, exceptuando el verso (permítanme que les presente) que es de 9 y muy bien podría representar el cuerpo del hombre, y los versos (sus labios cancerígenos /…y malversador de instantes) que son de 7 y vendrían, por una serie de inventados misterios, a simbolizar sus brazos. El poema en sí, con sus tres estrofas, podría asemejar esa cruz que forma el hombre en pie con los brazos abiertos. Como si gritase: ¡aquí estoy! ¿En qué me he equivocado?

Sí, tengo que reconocer que el poema está estructurado sobre una calculada imaginación de sonidos, sobre las aliteraciones que aportan el ritmo y la extensión necesaria, sobre la sinécdoque humana, sobre la repetición del hipérbaton, sobre la omisión de la anáfora del primer verso, al comienzo de las otras dos estrofas.

Aun a pesar del tono tenso y hostil que se pasea por todo el poema, nos muestra un hombre de carne y hueso elevándose, un hombre mortal, una persona buscando, tras caer y caer, un resquicio de esperanza; un nombre o en su defecto, seguir teniendo el suyo.

La disección profundamente libre de una cabeza sin colchas ni almohadas, diría que Alguien sin nombre en una primera lectura, podría parecer un poema collage, y causar la impresión de ser un verdadero galimatías, un sin sentido, un desbarajuste, un caos sin flautista de primer orden que pueda detener el desconcierto, como si las palabras y los versos hubiesen salido de una coctelera, para después de unos cuantos tragos reírse o reírnos de nosotros mismos. Sí, reconozco que esto fue lo que pensaron la gran mayoría en esa primera lectura, teniendo por supuesto toda la razón. Pero como la razón, llega solo a lo más próximo, a lo más inmediato, a lo más esencial, creo necesario al menos intentar, que una parte de lo expuesto, esa que va un poco más allá de lo verídico, pueda transmitirnos otras cosas.

La colocación de cada, morfema, lexema, palabra, verso y estrofa, acoplándose magistralmente para mostrar lo que el poeta quiso comunicarnos, así nos lo confirma. Y al final casi como sin querer, parecerá que sí, que todo encaja, que todo está escogido y puesto ordenadamente, siendo capaces si nos detenemos un momento, hasta de oír los latidos de su corazón: to, tar, tan, te. (Con todas sus verdades a imitar / permítanme que les presente). Te, ta, tas, ta, te, ta, tal, ta, ti, ta, te, te. Aliteraciones que salpican todo el poema con una sucesión de sonidos sordos, vibrantes y sonoros, sordos y sonoros, sordos, cuyo resultado es conseguir hacer que nos invada una fuerte sensación de angustia, de tristeza, si me apuras de intranquilidad, que contrarresta significativamente con lo que realmente quisiésemos encontrar: paz, reposo sosiego tranquilidad. Sobre todo para trasmitírsela al angustiado personaje lírico.

Casi de entrada se aprecia que es un poema de versos medidos, en su mayoría endecasílabos propios, de acento obligado en sexta y décima, utilizando de forma descarada el oficio poético y como ejemplo, no hay más que fijarse en el verso que abre la composición.
Por – si – nohu – bie – sen – leí – doa – jo – sé – car – los = 11
Donde utiliza la sinalefa, que unifica palabras que acaban y empiezan por vocales, pensando en este caso que también se contabilizan como vocales, la y, h, aunque en todos los demás quede, por supuesto, en manos del autor utilizar o no la licencia poética que tiene para ello.

La licencia poética es el comodín que posee todo autor para romper o no, las normas: sinéresis que unifica hiatos y diéresis que los separa. A la hora de medir el verso, también tiene presente que si acaba en palabra aguda o monosílaba, se cuenta una silaba más: con todas sus verdades a imitar 10+1 = 11. Y que al acabar en esdrújula una menos: sus labios cancerígenos 8-1 = 7. Así como hacer que sean neutrales, las que son llanas.

Yo diría que en esta composición el poeta huye de los versos fáciles, y arriesga en exceso con los susurros melancólicos que trae el surrealismo cotidiano, haciendo que el hombre mortal encuentre un resquicio de esperanza, una llama que da luz a tanta oscuridad, sobre todo, con esa sinécdoque de Jesús en el último verso de la segunda estrofa: otro inmortal Jesús en los gimnasios. Donde ese Jesús es dios, pero a su vez es también, un vecino, un compañero, un amigo, un familiar, es todas aquellas personas que animan a continuar cada día, a levantar y seguir aun después de haber caído, y para confirmarlo, el autor traslada hasta igualar la identidad humana de José Carlos, con la identidad de ese dios, vivo, actual, presente, pero no con el deseo de ponerse en su lugar, sino por afinidad con el sufrimiento que comparten: detención, condena y muerte en el último verso que mentalmente se pluraliza

Entiendo que la poesía en este mundo del aquí y el ahora, ésta que se recita de golpe, y al instante siguiente ya es pasado, ésta que por supuesto duele acaso por tener que pensar, resulte difícil, complicada, oscura, tal vez innecesaria por acercarse a los sonidos semejantes todos los días. Pero como tengo en tal alta estima la inteligencia del ser humano, sé que puedo moverlo de su círculo de confort, ponerlo nervioso, hacer que trastabille y caiga, para luego totalmente fortalecido, disfrutar en cada momento de esa poesía que abre todas las puertas del alma y de la calle para mostrar complaciente todos esos mundos que se encuentran entrevelados detrás de tantos corazones, de tantas cabezas, de tantas miradas. Pienso que leer o escuchar poesía supone dejarse llevar, salir de la rutina por un sueño de intenciones, elevarse y penetrar verso a verso, los distintos lugares de un alma juguetona y confidente, siendo por ello, que avanzando entre estas premisas, podría decirse que tras una primera lectura, queda claro que el autor busca presentar de golpe, una poesía rasgada de forma diferente, en la que para llegar al desenlace final, el hilo conductor lo enhebran las sinécdoques de José Carlos, de Beyoncé y de Jesús, introduciéndonos en la experiencia del ser humano como esas partes de un todos que son los hombres, con sus tropiezos y sus preguntas. Para confirmarlo, nos lo expresa con otras tres sinécdoques, acaso menores, pero no menos importantes como son: los labios, las piernas, el cerebro, partes importantes de su cuerpo

En esta composición, cuentan los versos y las palabras dichas, pero sobre todo cuentan los silencios y los versos omitidos. Es un poema circular, un camino que nos lleva desde el José Carlos del primer verso, hasta ese alguien sin nombre del último, ese alguien que ayer fue detenido ¿Por qué? La única conclusión a la que se llega, es: por haber nacido.

Interpretación libre

Por si no hubiesen leído a José Carlos. O a Juan a Pepe a Luis ¿qué importa quién? no importa nada, lo único que importa es que tienen todas las verdades, como hombres, como humanos, como seres imperfecto que sin explicación aparente se presentan como una sinécdoque que va ampliando mentalmente las partes de un todo. Una contradicción que de tanto ser esa verdad revelada por la razón y por el verbo, se transforma en mentira

permítanme que les presente

con este nunca o beso que se olvida Donde nunca o beso es la metáfora necesaria para representar al hombre, al beso del hombre con su destino, ese beso que dieron esos labios de hombre, cancerígenos y provocadores que se bajan en la próxima estación, abiertos a todas las verdades a imitar siempre entre las mohosas paredes del tiempo. Ese beso que se dio tal vez furtivamente, ese entre tantos es el que nunca se olvida.

Las hipérboles exageraciones tanto por defecto como por exceso de todas y nunca hacen de contra peso para sostener la composición.

sus labios cancerígenos, no nos los presenta como son, sino que nos dice lo que significan y sorprendentemente nos los iguala con un ídolo de masas actualizado que pone los tres versos en el mismo plano.

Sus labios cancerígenos metáfora simbólica = labios cortantes = labios infectados = labios de muerte
Labio = juventud = insinuación = sonidos = silencios = voces = palabras = miedo = peligro = tabú = felicidad
Cancerígeno = juventud = insinuación = sonidos = silencios = voces = palabras = miedo= peligro = tabú = felicidad
Beyonsé = juventud = insinuación = sonidos=silencios=voces=palabras = miedo= peligro = tabú = felicidad
Provocadores = juventud = insinuación =sonidos = silencios = voces = palabras = miedo= peligro = tabú = felicidad

igual que Beyoncé es un símil y además es sinécdoque como José Carlos del ser humano

provocadores hipérbaton a labios cancerígenos

bajándose en la próxima estación. metáfora simbólica, metáfora de tránsito, metáfora abierta a diversas interpretaciones. Estación de autobuses, de tren, de metro, estación del año, estación de la vida del hombre

Mordiendo piernas y gotas de lluvia, donde piernas, es alimento para el cuerpo y gotas de lluvia que alimentan el alma, mordiendo piernas = dolor = alimento del cuerpo por la carne y el alma por el sufrimiento gotas de lluvia = lágrimas

la globalización de su cerebro el conjunto la totalidad
inevitablemente representa
otro inmortal Jesús en los gimnasios. En los gimnasios es una sinonimia de lugar abierto a la calle, a casa, al hoy como presente ampliado, metáfora del trascurrir del tiempo, pero también podría representar el no pensamiento, ese dejarse llevar, ese dormir sobre su blanco absoluto.

anáfora omitida del primer verso enumeración
Especialista en la gestión del mundo
malversador de instantes,
alguien sin nombre ayer fue detenido.
La humanidad a pesar de nacer libre de poder decir o hacer lo que le venga en gana, por toda la carga histórica del mundo desde su nacimiento su libertad fue detenida

Beyoncé representa lo general actualizado, Jesús lo general pasado y entre estas dos generalizaciones se mueve José Carlos como individuo, como ente canalizador al que se adhieren las formas contenidos.

Alguien sin nombre es un poema abierto a tantas interpretaciones como lectores lo tengan en sus manos.


ALGUIEN SIN NOMBRE (tras desaparecer el hipérbaton)

Por si no hubiesen leído a José Carlos
con todas sus verdades a imitar,
con este nunca o beso que se olvida,
permítanme que les presente
sus labios cancerígenos y provocadores,
la globalización de su cerebro
malversador de instantes,
igual que Beyoncé
bajándose en la próxima estación.

Por si no hubiesen leído a José Carlos
mordiendo piernas y gotas de lluvia
inevitablemente representa
otro inmortal Jesús en los gimnasios.

Por si no hubiesen leído a José Carlos
especialista en la gestión del mundo,
alguien sin nombre ayer fue detenido.

viernes, 21 de noviembre de 2014

POEMAS PARA CREAR ESCUELA V Ronald Campos López




Sorprendente.
Para este blog de poesía última contar en este espacio con Ronald Campos López es un gran honor a mano alzada. Espero que, a todos ustedes, vosotros, tú, elevéis al cielo falso de Machado la misma conformidad.

Ronald Campos López es un jovencísimo y sorprendente poeta de Costa Rica, donde tienen la suerte de leer sus artículos en: Educación, Kañína, Filología y Lingüística de la Universidad de Costa Rica. En España colabora en Cauce y en Italia en Artifara. Actualmente, realiza sus estudios de doctorado de Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Valladolid, España.
Un trotamundos literario, desde su perspectiva trascendentalista, miembro del Círculo de Poetas Costarricense y del Grupo Samarkanda, es autor de poemarios como: Deshabitado augurio (2004) Hormigas en el pecho (2007) Navaja de Luciérnagas (2010) Varonía (2012) Mendigo entre la tarde (2013) y La invicta soledad (2014) al que pertenece LOS RIESGOS DEL LABIO el poema para crear escuela.

Gracias Ronald por habernos, haberme dado tanto.

Hoy que el mundo se mueve sobre todo por esas delicadas hebras de acero del interés, ¿qué argumentos nos propondrías para que éste u otros mundos, leyese tu poema?

Gracias por considerar uno de mis poemas. A ver, te respondería: Tanto este como otros mundos aguardan un fin, pero no definitivo, sino regenerativo, y es en el amor, en la cotidianidad amorosa, doméstica, erótica y mística donde esta muerte se adelanta, se ensaya o se actualiza, dejando que ese hombre y esa mujer, esos dos hombres, esas dos mujeres encuentren lo infinito en lo finito, lo trascendente en lo inmanente.

LOS RIESGOS DEL LABIO

Morir siempre es ganarle
al ruiseñor lo que ha olvidado

Morir es siempre arriesgarse a ser de nuevo un niño.
Incluso cuando la muerte
tampoco existe,
¡incluso cuando la muerte
tampoco existe, pero se ha detenido ahora a esperarnos!

Todo se lo he robado
con un beso a la muerte.
Todo como hacernos el amor
entre interrogaciones
temibles en la tarde.
¡Todo como tus piernas,
monedas olvidadas
entre mi noche!
Todo como tu pelo antes, cada mañana antes
de asumir terrenal algún trabajo.
Todo como prosperar simplemente
semejante a la paz
sobre tu cuerpo.
Todo como advertirle al infinito
que en la muerte él
también será vencido.

Todo se lo has robado amado mío,
Con un beso a tu muerte y a mi muerte.

Ronald Campos López

viernes, 7 de noviembre de 2014

UNA SOMBRA ELEFANTE



Por un instante me sentí superior, enfebrecido, intratable... como el nieto de las crónicas iluminado por la magia de un Livingstone protagonista. Desperté, próximo al tañido etéreo del aliento que unifica los mundos y regala, en ocasiones, la cama sin hacer de la felicidad. Tras abatir la pieza, fue como si toda la sabana se hubiese quitado de golpe su penumbra matutina, como si toda la sangre, hasta entonces retenida por el encuentro, volviese a correr cada vena, reactivando con deleite todos los miembros dormidos.

Es obvio, que, en el óleo pintado del alma, en la inmensidad de la llanura, las huellas de los elefantes son fácilmente distinguibles y sencillas de seguir, pues, como ya quedó dicho en la parábola; las otras especies, hunden y pierden las suyas dentro de estas. Abatirlo al sol vertiginoso de la impaciencia, a los sesenta metros que salpican de incógnitas y orgullo la distancia, a pesar de que todas las premisas nos sean favorables, resulta un poco más complicado. 

Y aunque sí, es cierto que siempre habrá excepciones, que, como hiciese aquel David, ponga de culo al Goliat elefante con un solo disparo certero en la cabeza; la mayoría de las veces es preciso utilizar, en el mapa infinito de su cuerpo, hasta cinco negaciones y una afirmación: dos avispas que le alcanzan en el muslo, un mosquito en la piel de la memoria, y tres miradas, como de azul y buenas noches, en la caja grandísima de los latidos. La mía, diminuta e insignificante, solo crece cuando se enamora. Seis intentos a este lado sucio del cristal, seis disparos, seis gritos que tiritan de luces y se encharcan de sombras. Una pieza admirable, que cuando se siente caer al fondo de la mañana, provoca el mismo estruendo que provoca el mundo cuando se derrumba. 

Siempre pensé que el rostro de los hombres se desabotona al paso de las horas y muestra su cansancio solo al final de los días. Pensé que, si una diana era destellante como el cielo iluminado por el vuelo de las luciérnagas, ningún mal cazador podría fallar. La experiencia que pasea alocada por el valle de las arrugas hace qué de inmediato actualicé ese pensamiento. Pues, en lo que no pensé, mientras cargaba y disparaba siglos de ignorancia y días de arrebato fue en la teoría, esa que dice que, a más volumen en los pretextos de la luz que se extiende desde el ojo al aire; menos penetración. 

Sí, reconozco que el safari estaba programado para otros, pero, cuando nos lo propusieron, solo necesitamos un instante para asentir. Poco después, casi como en una fantasía, admirábamos desde el cielo, la nube de espuma que se crea, al golpear el río la mañana, y así, una vez en el campamento de Victoria Falls; mientras los habitantes del poblado nos daban la bienvenida con cánticos y bailes; sudorosos por el sol de las doce, incrédulos, nos pellizcábamos para reafirmar la certeza. Como único equipaje teníamos las armas que colgaban del hombro, el otro el que habíamos facturado y que incomprensiblemente nunca echamos en falta, se había perdido. 

Lejos quedaban las trenzas del agua en la bahía, las medias verdades del asfalto, los besos de la buena suerte. Aquí, en estos paisajes donde las sonrisas se renuevan y cambian de postura en cada amanecer, donde los ojos duelen de recorrer sin brújula los mapas del mundo a la deriva, donde las horas tropiezan con la mala leche del sol que nos abrasa y nos alumbra a favor del viento... aquí solo queda terreno y más terreno ondulante, para en el peor de los casos, meditar.

Las palabras siempre tan escuetas cuando se trata de expresar sentimientos, en estos espacios tan amplios, apenas si nos sirven de vínculo comunicativo; es la semiología de los gestos y las señales lo que mejor se entiende, por eso nuestro guía, de pronto levantó la mano y la extendió hacia el horizonte, hacia allí donde pacía aquiescente la manada.

Bajo el marchito azul de la tierra nativa, seguimos durante mucho tiempo los senderos desnudos del mundo que cumple su destino. Y seguimos las huellas de los elefantes marcadas en el barro, como una llave que, sin girar, nos llevan hasta el estrecho paso que separa el mediodía desnudo del lamento y la muerte. Las seguimos hasta distinguir en el rojo afilado del estío, nubarrones sobre el corte pedregoso de una montaña. 

Desde nuestra posición, salpicados por el terreno, distinguíamos acacias, mopanes, miombos, tecas... parte de una vegetación malva, y verde oscurecido, constelaciones que proporcionan borracheras de sombra y sueño. Sombra gratificante, sombra deseada, fresca sombra capaz de hacer dudar si seguir o quedarse. Solo fue un momento, lo sé, pero reconozco que la tentación, quiso acercarme su mano intrusa, mano a la que ya iba ciego del cansancio y la sed, cuando nuestros ojos y todos nuestros sentidos, bailaron al descubrir el objetivo de nuestro viaje. Un tatuaje en la piel del elefante.

Nos acercábamos con sigilo, pidiéndole a todos aquellos que pudiesen hacer algo, que no cambiase el aire. Nos detuvimos a una distancia prudencial y observamos como ajenos a nuestra presencia comía y jugueteaba la manada. Pacientes esperamos la mejor ocasión. Esta se presenta momentos después cuando un gran macho viejo, acaso sabedor de lo que iba a suceder, se aleja del grupo unos metros y se pone descarado a mirarnos. Recuerdo que pensé en la distancia de sus ojos, en la inmensidad de su mundo interior, en los días de alimento que iba a suponer para la tribu. La adrenalina aceleraba todo mi ser, el corazón estaba a punto de saltar y salir corriendo, la presión en las sienes me nublaba la vista.

Tal vez excesivamente confiado, coloco mi Blazer sobre la vara, apunto al centro de la cabeza y disparo, totalmente convencido de que algo iba a caer y, sin embargo, en el último instante con un leve movimiento que hizo el animal, el proyectil, del 3.75 de punta blindada, pasó apenas sin rozarle. Vuelvo a cargar, apunto y disparo y disparo y disparo hasta seis veces seguidas.

Qué razón tenía Rilke cuando escribió que: "Lo bello no es sino el comienzo de lo terrible, ese que todavía podemos soportar; y lo admiramos tanto porque, sereno, desdeña destruirnos".


miércoles, 3 de septiembre de 2014

MAXIMIANADA 57




Es justo en este instante que agoniza,
cuando más se desea tener bronca
de frente o de costado
a tiempo parcial si me apuras.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

UN GUARDABOSQUE REAL




Recuerdo que era invierno. Que la luna llena saludaba agradecida a todos los seres nocturnos que salían a saludarla. Que en la cara norte de las laderas, sobre la retama y los brezos, a la sombra gris del roble pelado, la nieve, se acumula cubriéndolo todo con su paleta de blanco frío. Que incluso mucho más allá de donde los ojos del lince alcanzan, la noche acuna en la brisa de antaño, los perfiles crecientes de su equilibrio.

Recuerdo, a la luz que nos deslumbra en el nuevo amanecer, seguir las huellas de mi padre y éste, las de alguna libre mal herida. He de puntualizar, que las huellas de la liebre, son a menor escala, muy semejantes a las del ser humano: su planta ronda los seis centímetros y la disposición de sus cuatro dedos es similar a la del hombre, solo que sin dedo pequeño. Las liebres en la nieve son torpes y lentas, y buscan siempre algún recodo que las resguarde de tanta luminosidad, por eso y por su pelaje oscuro, no es difícil distinguirlas sobre el terreno blanco. En las más de las veces para ser cazadas por los furtivos, en esta ocasión para proceder a su cuidado con exquisita delicadeza. Mi padre, vendaba su pata con un jirón rasgado de su camisa y volvía a dejarla libre.
Y sí, claro que recuerdo también las discusiones, a la vuelta, cuando al llegar a casa, se enteraba mi madre del estropicio. El siempre era capaz de tranquilizarla diciendo: Pero mujer, es que no entiendes que me pagan por cuidar los bosques y sus animales. Cuando vengan los cazadores quiero que encuentren todo por lo que ellos pagan.

Recuerdo que era invierno. Asombrósamente opalino en las horas centrales del día, pero, acaso el invierno más crudo que la tierra norteña conociese. Que de todas las chimeneas, cordones gigantes de humo, subían hasta alcanzar la unión - imposible abajo entre sus vecinos - y al lado de las nubes crear con éstas, las formas fugaces e imprecisas de antiguos ancestros, para luego, en amigable charla, contándose los secretos, secretos de cada hogar, desaparecer en el infinito.

Si, recuerdo las huellas de unos pasos en la nieve, y en ellas a un hombre envejeciendo con los sollozos diarios, con la sordera del mundo, con los senos espejeros de las horas casi heladas en los colmillos del sol. Recuerdo los colores del cielo raso, de la pradera y del mar embravecido en sus ojos. Recuerdo, su voz singularmente dulce y escueta, su carga silenciosa al cuidado del bosque y sus criaturas, sus balanceos humanos. Recuerdo esa soledad característica que acompaña a los seres diferentes, ese gris plateado de los pájaros en contra de la luz, esa atmósfera inmensamente fugaz, cargada en la pupila de húmedos colores.

Si recuerdo esbozos, de una historia inconclusa, en el oscuro mundo de la mente, justo en ese preciso momento en que la tarde, casi a la conclusión, roza la noche, allí donde su silueta, alargada por la luna, siempre lo acompaña unos pasos por delante, y su mirada y su rostro cansado, tranquilo, sereno, sonriente pero cansado, devuelve el saludo a las hileras de adobe que daban forma a las casas: las mismas que silenciosas le saludaban,

Lorenzo fue el nombre escrito en la pila bautismal. Sofía, lo llamaron otros en un tímido intento de homenaje a la actriz. Padre lo dije yo siempre. Murió en casa como guardabosques del patrimonio, poco antes de que eufemísticamente pasasen a ser conocidos como guardas y mucho después con la democracia, agentes forestales, con nomina y vacaciones.

Lo recuerdo marrón. Vestido al uso con traje: chaqueta, pantalón y gorra de pana, casi con tantos años como él. Lo recuerdo orgulloso, siempre con su cachiporra de mando al cinto, incluso, mucho tiempo después de que el señor Crucelegui lo regalase su vieja escopeta paralela. Era una escopeta del calibre 16, marca Terrible, y si, terrible era la sensación que sentía yo, cada vez que me llevaba con él al bosque y lo leí estampado en la placa de la culata. Jamás disparó un solo cartucho, todos los que le regaló dentro del lote, permanecieron sin usar en la canana. Para él llevarla al hombro era como una anécdota, como una broma, como un adorno que imponía respeto a los que lo miraban.

Sí tengo que reconocer que nunca fue, lo que se dice propiamente un cazador. Más bien fue un pobre hombre, con sus más y sus menos; integro honesto y respetuoso con su trabajo y las personas que lo trataron. No tenía estudios, pero tenía catalogadas en su cabeza todas las especies de sus bosques, siendo el peor momento para él, los días posteriores a la veda, cuando tenía que restar las piezas que habían sido abatidas. Sabía donde dormía cada animal, donde se alimentaba, donde bebía, donde anidaba o donde tenía sus camadas.
En una ocasión, después de enterrar los restos de una madre, cuidó con la leche de la única cabra que poseía, a dos cervatillos, que un lobo había dejado huérfanos. Eran su tesoro y mi juguete, su mayor debilidad. Les guiaba hasta los mejores pastos, y les daba como golosinas rebojos de pan duro, ellos lo seguían a todas partes.
Recuerdo que lloró conmigo el día que algún furtivo desalmado, nos los mató. También recuerdo que lloró, cuando quiso entrar en la modernidad y cambió su vieja burra por una bicicleta. Una bicicleta que solamente utilizaba en el llano. Las cuestas, las bajaba y las subía andando, me imagino que era para no gastar los frenos.
Había sido el encargado de dirigir y plantar de pinos todas las laderas de la comarca y fue en agradecimiento a su honestidad y buen hacer, además de conocerse como nadie todos los montes, el motivo para ser nombrado guardabosques. He de confesar que en casa nunca se probó la carne de ningún animal de sus bosques. Para él eran como una prolongación de si mismo. Jamás cazó una pieza y nunca aceptó ninguna de las que le regalaron los cazadores. En su cabeza y colgadas en la pared del salón, siempre estuvieron presentes las normas del guardabosque, impresas en papel de 1907 con sello y firma: "El personal que se elija, ha de vivir apartado de todo lo que significa influencia o favor, y convencido de que sólo puede fiar la seguridad de su destino y la recompensa de los ascensos al cumplimiento estricto de sus deberes".
Los recuerdos anidan siempre al fondo de la memoria, en las tierras abonadas de la niñez y la juventud, permanecen como las huellas de los animales en el barro, unos sobre otros, hasta que llegado el momento, se destapan y se airean para mostrarnos maravillas que nos ayudan a continuar.