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miércoles, 18 de septiembre de 2013
VLADIMIR NABOKO
Para entenderte:
me faltan las razones
que estudien como sea
tantos motivos, tantos
como sin duda tengo
a la vista de ti.
Nos separan las horas y los objetos,
de la imaginación y la distancia
que representa el llanto,
el triunfo del incendio de tu piel y mi piel,
cuarenta noches sin dormir,
tu brillante y mi opaca manera de ver,
los bordes rotos del invierno.
Sí, es cierto que compensas,
lo que te falta por vivir
con lo que yo he vivido,
que borras las arrugas de mi asombro
con los colores fuertes de tu ropa interior
Hoy vuelvo a los orígenes
para llevarte a la cama o a la luna
donde la timidez que anula el intelecto
no me deja pensar.
Sí, a veces yo también voy hasta la noche,
hasta esa esquina que ocupa toda tu inmensidad,
al aroma de algunos despropósitos,
de pie, de pie y sin vergüenza,
hasta la infancia de tus labios
ángeles que me salvan.
Exactamente voy
con esa brisa que esculpe tus senos
y llora solo a un sol de cortes necesarios
sobre los muslos, si sobre esos muslos
que se dejan tocar igual que concubinas
con la misma obsesión,
que dicen escaparon,
las bilis negras de la apatía y la tristeza,
tú, nieta de la crítica social,
social y cotidiana.
Ya, si tú lo deseas puedes llamarme abuelo
Me duele tanto, tanto, tanto aquí,
cerca de todos estos oasis mesopotámicos,
que pienso no ver tu aleteo,
los dormidos detalles del rostro que palpita,
a Venus cuando se transforma en monte
y nos da sombra .
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