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jueves, 14 de junio de 2012
EL MUÑECO DE LOS SEMÁFOROS
Todos nuestros recuerdos del Caribe,
de cuatro a siete instantes bajo tierra,
de treinta pensamientos
que van sin decir nada a la hecatombe:
son difíciles de extirpar
como el blanco excesivo de mis venas.
Hoy que nos crucifican, en cada amanecer,
resulta interesante saber casi de todo:
de lanzar piedras a los amigos
y besos sobre los moratones
de los imperios y las ciudades,
del origen de nuestra conciencia,
de las constelaciones que vienen
llorosas a dormir en mi cama.
No, no me levantes la voz
para decirme que me quieres,
no seas como el mundo
que disimula con los gritos
sus equivocaciones
En este día a día
aunque nos ensuciemos,
no conviene olvidar,
la mecánica del automóvil,
del patinete con el que se deslizan
las mariposas por el corazón y las arrugas.
El movimiento cada vez más rápido
de los aviones que nos llevan.
Hoy, que por no saber, no sé, ni si amanece:
las distancias que no se dibujan con las manos,
ni se columpian de los mechones del planeta,
construyen puentes de harina de mijo,
abren la senda de regreso,
y de par en par las ventanas
con vistas a los cinco continentes,
mientras, esperan que cambie el color
del muñeco de los semáforos,
Hay recuerdos que se perdieron como tu falda:
paso a paso, distancia a distancia, calle a calle, dolor a dolor.
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