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martes, 2 de diciembre de 2014

ALGUIEN SIN NOMBRE Desde el fondo del verso



La vida de uno es ya la vida de todos los hombres // Jaime Gil de Biedma


ALGUIEN SIN NOMBRE

Por si no hubiesen leído a José Carlos
con todas sus verdades a imitar,
permítanme que les presente
con este nunca o beso que se olvida
sus labios cancerígenos,
igual que Beyoncé provocadores
bajándose en la próxima estación.

Mordiendo piernas y gotas de lluvia
la globalización de su cerebro
inevitablemente representa
otro inmortal Jesús en los gimnasios.

Especialista en la gestión del mundo
malversador de instantes,
alguien sin nombre ayer fue detenido.

ALGUIEN SIN NOMBRE ayer fue detenido y absuelto por esa incógnita que sin duda simbolizó desde siempre la existencia del hombre y el poeta, ese entrecruzar la negación, la no existencia, la nada de todo lo que nunca nació y que, tal vez, solo por eso, no se le pudo dar nombre.
En ciertas cosas es tan lenta la evolución del ser humano, que solo en la madurez nos damos cuenta de cuanto nos detuvo la niñez, la infancia, la juventud con su veloz ajetreo, con todos esos atajos que intentamos coger para llegar cuanto antes a nuestra meta supuesta.

La interpretación sencilla, la que, seguro, viene a ser la más cercana al sentir general, dice que en su conjunto el poema es un paseo. Un paseo que va desde las cualidades particulares del hombre, en este caso, un José Carlos real con todas sus verdades, hasta el mismísimo alma de alguien sin nombre a punto de abandonar su parpadeo frente al mundo, olvidando su ética actitud, su tierno besamanos, su inútil crucifixión.
Alguno, podría dar dos pasos más y decir que, casi, en su totalidad está escrito en versos libres, “y ya sabemos que el verso libre es un compromiso humano con la sociedad” de 11 silabas, exceptuando el verso (permítanme que les presente) que es de 9 y muy bien podría representar el cuerpo del hombre, y los versos (sus labios cancerígenos /…y malversador de instantes) que son de 7 y vendrían, por una serie de inventados misterios, a simbolizar sus brazos. El poema en sí, con sus tres estrofas, podría asemejar esa cruz que forma el hombre en pie con los brazos abiertos. Como si gritase: ¡aquí estoy! ¿En qué me he equivocado?

Sí, tengo que reconocer que el poema está estructurado sobre una calculada imaginación de sonidos, sobre las aliteraciones que aportan el ritmo y la extensión necesaria, sobre la sinécdoque humana, sobre la repetición del hipérbaton, sobre la omisión de la anáfora del primer verso, al comienzo de las otras dos estrofas.

Aun a pesar del tono tenso y hostil que se pasea por todo el poema, nos muestra un hombre de carne y hueso elevándose, un hombre mortal, una persona buscando, tras caer y caer, un resquicio de esperanza; un nombre o en su defecto, seguir teniendo el suyo.

La disección profundamente libre de una cabeza sin colchas ni almohadas, diría que Alguien sin nombre en una primera lectura, podría parecer un poema collage, y causar la impresión de ser un verdadero galimatías, un sin sentido, un desbarajuste, un caos sin flautista de primer orden que pueda detener el desconcierto, como si las palabras y los versos hubiesen salido de una coctelera, para después de unos cuantos tragos reírse o reírnos de nosotros mismos. Sí, reconozco que esto fue lo que pensaron la gran mayoría en esa primera lectura, teniendo por supuesto toda la razón. Pero como la razón, llega solo a lo más próximo, a lo más inmediato, a lo más esencial, creo necesario al menos intentar, que una parte de lo expuesto, esa que va un poco más allá de lo verídico, pueda transmitirnos otras cosas.

La colocación de cada, morfema, lexema, palabra, verso y estrofa, acoplándose magistralmente para mostrar lo que el poeta quiso comunicarnos, así nos lo confirma. Y al final casi como sin querer, parecerá que sí, que todo encaja, que todo está escogido y puesto ordenadamente, siendo capaces si nos detenemos un momento, hasta de oír los latidos de su corazón: to, tar, tan, te. (Con todas sus verdades a imitar / permítanme que les presente). Te, ta, tas, ta, te, ta, tal, ta, ti, ta, te, te. Aliteraciones que salpican todo el poema con una sucesión de sonidos sordos, vibrantes y sonoros, sordos y sonoros, sordos, cuyo resultado es conseguir hacer que nos invada una fuerte sensación de angustia, de tristeza, si me apuras de intranquilidad, que contrarresta significativamente con lo que realmente quisiésemos encontrar: paz, reposo sosiego tranquilidad. Sobre todo para trasmitírsela al angustiado personaje lírico.

Casi de entrada se aprecia que es un poema de versos medidos, en su mayoría endecasílabos propios, de acento obligado en sexta y décima, utilizando de forma descarada el oficio poético y como ejemplo, no hay más que fijarse en el verso que abre la composición.
Por – si – nohu – bie – sen – leí – doa – jo – sé – car – los = 11
Donde utiliza la sinalefa, que unifica palabras que acaban y empiezan por vocales, pensando en este caso que también se contabilizan como vocales, la y, h, aunque en todos los demás quede, por supuesto, en manos del autor utilizar o no la licencia poética que tiene para ello.

La licencia poética es el comodín que posee todo autor para romper o no, las normas: sinéresis que unifica hiatos y diéresis que los separa. A la hora de medir el verso, también tiene presente que si acaba en palabra aguda o monosílaba, se cuenta una silaba más: con todas sus verdades a imitar 10+1 = 11. Y que al acabar en esdrújula una menos: sus labios cancerígenos 8-1 = 7. Así como hacer que sean neutrales, las que son llanas.

Yo diría que en esta composición el poeta huye de los versos fáciles, y arriesga en exceso con los susurros melancólicos que trae el surrealismo cotidiano, haciendo que el hombre mortal encuentre un resquicio de esperanza, una llama que da luz a tanta oscuridad, sobre todo, con esa sinécdoque de Jesús en el último verso de la segunda estrofa: otro inmortal Jesús en los gimnasios. Donde ese Jesús es dios, pero a su vez es también, un vecino, un compañero, un amigo, un familiar, es todas aquellas personas que animan a continuar cada día, a levantar y seguir aun después de haber caído, y para confirmarlo, el autor traslada hasta igualar la identidad humana de José Carlos, con la identidad de ese dios, vivo, actual, presente, pero no con el deseo de ponerse en su lugar, sino por afinidad con el sufrimiento que comparten: detención, condena y muerte en el último verso que mentalmente se pluraliza

Entiendo que la poesía en este mundo del aquí y el ahora, ésta que se recita de golpe, y al instante siguiente ya es pasado, ésta que por supuesto duele acaso por tener que pensar, resulte difícil, complicada, oscura, tal vez innecesaria por acercarse a los sonidos semejantes todos los días. Pero como tengo en tal alta estima la inteligencia del ser humano, sé que puedo moverlo de su círculo de confort, ponerlo nervioso, hacer que trastabille y caiga, para luego totalmente fortalecido, disfrutar en cada momento de esa poesía que abre todas las puertas del alma y de la calle para mostrar complaciente todos esos mundos que se encuentran entrevelados detrás de tantos corazones, de tantas cabezas, de tantas miradas. Pienso que leer o escuchar poesía supone dejarse llevar, salir de la rutina por un sueño de intenciones, elevarse y penetrar verso a verso, los distintos lugares de un alma juguetona y confidente, siendo por ello, que avanzando entre estas premisas, podría decirse que tras una primera lectura, queda claro que el autor busca presentar de golpe, una poesía rasgada de forma diferente, en la que para llegar al desenlace final, el hilo conductor lo enhebran las sinécdoques de José Carlos, de Beyoncé y de Jesús, introduciéndonos en la experiencia del ser humano como esas partes de un todos que son los hombres, con sus tropiezos y sus preguntas. Para confirmarlo, nos lo expresa con otras tres sinécdoques, acaso menores, pero no menos importantes como son: los labios, las piernas, el cerebro, partes importantes de su cuerpo

En esta composición, cuentan los versos y las palabras dichas, pero sobre todo cuentan los silencios y los versos omitidos. Es un poema circular, un camino que nos lleva desde el José Carlos del primer verso, hasta ese alguien sin nombre del último, ese alguien que ayer fue detenido ¿Por qué? La única conclusión a la que se llega, es: por haber nacido.

Interpretación libre

Por si no hubiesen leído a José Carlos. O a Juan a Pepe a Luis ¿qué importa quién? no importa nada, lo único que importa es que tienen todas las verdades, como hombres, como humanos, como seres imperfecto que sin explicación aparente se presentan como una sinécdoque que va ampliando mentalmente las partes de un todo. Una contradicción que de tanto ser esa verdad revelada por la razón y por el verbo, se transforma en mentira

permítanme que les presente

con este nunca o beso que se olvida Donde nunca o beso es la metáfora necesaria para representar al hombre, al beso del hombre con su destino, ese beso que dieron esos labios de hombre, cancerígenos y provocadores que se bajan en la próxima estación, abiertos a todas las verdades a imitar siempre entre las mohosas paredes del tiempo. Ese beso que se dio tal vez furtivamente, ese entre tantos es el que nunca se olvida.

Las hipérboles exageraciones tanto por defecto como por exceso de todas y nunca hacen de contra peso para sostener la composición.

sus labios cancerígenos, no nos los presenta como son, sino que nos dice lo que significan y sorprendentemente nos los iguala con un ídolo de masas actualizado que pone los tres versos en el mismo plano.

Sus labios cancerígenos metáfora simbólica = labios cortantes = labios infectados = labios de muerte
Labio = juventud = insinuación = sonidos = silencios = voces = palabras = miedo = peligro = tabú = felicidad
Cancerígeno = juventud = insinuación = sonidos = silencios = voces = palabras = miedo= peligro = tabú = felicidad
Beyonsé = juventud = insinuación = sonidos=silencios=voces=palabras = miedo= peligro = tabú = felicidad
Provocadores = juventud = insinuación =sonidos = silencios = voces = palabras = miedo= peligro = tabú = felicidad

igual que Beyoncé es un símil y además es sinécdoque como José Carlos del ser humano

provocadores hipérbaton a labios cancerígenos

bajándose en la próxima estación. metáfora simbólica, metáfora de tránsito, metáfora abierta a diversas interpretaciones. Estación de autobuses, de tren, de metro, estación del año, estación de la vida del hombre

Mordiendo piernas y gotas de lluvia, donde piernas, es alimento para el cuerpo y gotas de lluvia que alimentan el alma, mordiendo piernas = dolor = alimento del cuerpo por la carne y el alma por el sufrimiento gotas de lluvia = lágrimas

la globalización de su cerebro el conjunto la totalidad
inevitablemente representa
otro inmortal Jesús en los gimnasios. En los gimnasios es una sinonimia de lugar abierto a la calle, a casa, al hoy como presente ampliado, metáfora del trascurrir del tiempo, pero también podría representar el no pensamiento, ese dejarse llevar, ese dormir sobre su blanco absoluto.

anáfora omitida del primer verso enumeración
Especialista en la gestión del mundo
malversador de instantes,
alguien sin nombre ayer fue detenido.
La humanidad a pesar de nacer libre de poder decir o hacer lo que le venga en gana, por toda la carga histórica del mundo desde su nacimiento su libertad fue detenida

Beyoncé representa lo general actualizado, Jesús lo general pasado y entre estas dos generalizaciones se mueve José Carlos como individuo, como ente canalizador al que se adhieren las formas contenidos.

Alguien sin nombre es un poema abierto a tantas interpretaciones como lectores lo tengan en sus manos.


ALGUIEN SIN NOMBRE (tras desaparecer el hipérbaton)

Por si no hubiesen leído a José Carlos
con todas sus verdades a imitar,
con este nunca o beso que se olvida,
permítanme que les presente
sus labios cancerígenos y provocadores,
la globalización de su cerebro
malversador de instantes,
igual que Beyoncé
bajándose en la próxima estación.

Por si no hubiesen leído a José Carlos
mordiendo piernas y gotas de lluvia
inevitablemente representa
otro inmortal Jesús en los gimnasios.

Por si no hubiesen leído a José Carlos
especialista en la gestión del mundo,
alguien sin nombre ayer fue detenido.

viernes, 21 de noviembre de 2014

POEMAS PARA CREAR ESCUELA V Ronald Campos López




Sorprendente.
Para este blog de poesía última contar en este espacio con Ronald Campos López es un gran honor a mano alzada. Espero que, a todos ustedes, vosotros, tú, elevéis al cielo falso de Machado la misma conformidad.

Ronald Campos López es un jovencísimo y sorprendente poeta de Costa Rica, donde tienen la suerte de leer sus artículos en: Educación, Kañína, Filología y Lingüística de la Universidad de Costa Rica. En España colabora en Cauce y en Italia en Artifara. Actualmente, realiza sus estudios de doctorado de Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Valladolid, España.
Un trotamundos literario, desde su perspectiva trascendentalista, miembro del Círculo de Poetas Costarricense y del Grupo Samarkanda, es autor de poemarios como: Deshabitado augurio (2004) Hormigas en el pecho (2007) Navaja de Luciérnagas (2010) Varonía (2012) Mendigo entre la tarde (2013) y La invicta soledad (2014) al que pertenece LOS RIESGOS DEL LABIO el poema para crear escuela.

Gracias Ronald por habernos, haberme dado tanto.

Hoy que el mundo se mueve sobre todo por esas delicadas hebras de acero del interés, ¿qué argumentos nos propondrías para que éste u otros mundos, leyese tu poema?

Gracias por considerar uno de mis poemas. A ver, te respondería: Tanto este como otros mundos aguardan un fin, pero no definitivo, sino regenerativo, y es en el amor, en la cotidianidad amorosa, doméstica, erótica y mística donde esta muerte se adelanta, se ensaya o se actualiza, dejando que ese hombre y esa mujer, esos dos hombres, esas dos mujeres encuentren lo infinito en lo finito, lo trascendente en lo inmanente.

LOS RIESGOS DEL LABIO

Morir siempre es ganarle
al ruiseñor lo que ha olvidado

Morir es siempre arriesgarse a ser de nuevo un niño.
Incluso cuando la muerte
tampoco existe,
¡incluso cuando la muerte
tampoco existe, pero se ha detenido ahora a esperarnos!

Todo se lo he robado
con un beso a la muerte.
Todo como hacernos el amor
entre interrogaciones
temibles en la tarde.
¡Todo como tus piernas,
monedas olvidadas
entre mi noche!
Todo como tu pelo antes, cada mañana antes
de asumir terrenal algún trabajo.
Todo como prosperar simplemente
semejante a la paz
sobre tu cuerpo.
Todo como advertirle al infinito
que en la muerte él
también será vencido.

Todo se lo has robado amado mío,
Con un beso a tu muerte y a mi muerte.

Ronald Campos López

viernes, 7 de noviembre de 2014

UNA SOMBRA ELEFANTE



Por un instante me sentí superior, enfebrecido, intratable... como el nieto de las crónicas iluminado por la magia de un Livingstone protagonista. Desperté, próximo al tañido etéreo del aliento que unifica los mundos y regala, en ocasiones, la cama sin hacer de la felicidad. Tras abatir la pieza, fue como si toda la sabana se hubiese quitado de golpe su penumbra matutina, como si toda la sangre, hasta entonces retenida por el encuentro, volviese a correr cada vena, reactivando con deleite todos los miembros dormidos.

Es obvio, que, en el óleo pintado del alma, en la inmensidad de la llanura, las huellas de los elefantes son fácilmente distinguibles y sencillas de seguir, pues, como ya quedó dicho en la parábola; las otras especies, hunden y pierden las suyas dentro de estas. Abatirlo al sol vertiginoso de la impaciencia, a los sesenta metros que salpican de incógnitas y orgullo la distancia, a pesar de que todas las premisas nos sean favorables, resulta un poco más complicado. 

Y aunque sí, es cierto que siempre habrá excepciones, que, como hiciese aquel David, ponga de culo al Goliat elefante con un solo disparo certero en la cabeza; la mayoría de las veces es preciso utilizar, en el mapa infinito de su cuerpo, hasta cinco negaciones y una afirmación: dos avispas que le alcanzan en el muslo, un mosquito en la piel de la memoria, y tres miradas, como de azul y buenas noches, en la caja grandísima de los latidos. La mía, diminuta e insignificante, solo crece cuando se enamora. Seis intentos a este lado sucio del cristal, seis disparos, seis gritos que tiritan de luces y se encharcan de sombras. Una pieza admirable, que cuando se siente caer al fondo de la mañana, provoca el mismo estruendo que provoca el mundo cuando se derrumba. 

Siempre pensé que el rostro de los hombres se desabotona al paso de las horas y muestra su cansancio solo al final de los días. Pensé que, si una diana era destellante como el cielo iluminado por el vuelo de las luciérnagas, ningún mal cazador podría fallar. La experiencia que pasea alocada por el valle de las arrugas hace qué de inmediato actualicé ese pensamiento. Pues, en lo que no pensé, mientras cargaba y disparaba siglos de ignorancia y días de arrebato fue en la teoría, esa que dice que, a más volumen en los pretextos de la luz que se extiende desde el ojo al aire; menos penetración. 

Sí, reconozco que el safari estaba programado para otros, pero, cuando nos lo propusieron, solo necesitamos un instante para asentir. Poco después, casi como en una fantasía, admirábamos desde el cielo, la nube de espuma que se crea, al golpear el río la mañana, y así, una vez en el campamento de Victoria Falls; mientras los habitantes del poblado nos daban la bienvenida con cánticos y bailes; sudorosos por el sol de las doce, incrédulos, nos pellizcábamos para reafirmar la certeza. Como único equipaje teníamos las armas que colgaban del hombro, el otro el que habíamos facturado y que incomprensiblemente nunca echamos en falta, se había perdido. 

Lejos quedaban las trenzas del agua en la bahía, las medias verdades del asfalto, los besos de la buena suerte. Aquí, en estos paisajes donde las sonrisas se renuevan y cambian de postura en cada amanecer, donde los ojos duelen de recorrer sin brújula los mapas del mundo a la deriva, donde las horas tropiezan con la mala leche del sol que nos abrasa y nos alumbra a favor del viento... aquí solo queda terreno y más terreno ondulante, para en el peor de los casos, meditar.

Las palabras siempre tan escuetas cuando se trata de expresar sentimientos, en estos espacios tan amplios, apenas si nos sirven de vínculo comunicativo; es la semiología de los gestos y las señales lo que mejor se entiende, por eso nuestro guía, de pronto levantó la mano y la extendió hacia el horizonte, hacia allí donde pacía aquiescente la manada.

Bajo el marchito azul de la tierra nativa, seguimos durante mucho tiempo los senderos desnudos del mundo que cumple su destino. Y seguimos las huellas de los elefantes marcadas en el barro, como una llave que, sin girar, nos llevan hasta el estrecho paso que separa el mediodía desnudo del lamento y la muerte. Las seguimos hasta distinguir en el rojo afilado del estío, nubarrones sobre el corte pedregoso de una montaña. 

Desde nuestra posición, salpicados por el terreno, distinguíamos acacias, mopanes, miombos, tecas... parte de una vegetación malva, y verde oscurecido, constelaciones que proporcionan borracheras de sombra y sueño. Sombra gratificante, sombra deseada, fresca sombra capaz de hacer dudar si seguir o quedarse. Solo fue un momento, lo sé, pero reconozco que la tentación, quiso acercarme su mano intrusa, mano a la que ya iba ciego del cansancio y la sed, cuando nuestros ojos y todos nuestros sentidos, bailaron al descubrir el objetivo de nuestro viaje. Un tatuaje en la piel del elefante.

Nos acercábamos con sigilo, pidiéndole a todos aquellos que pudiesen hacer algo, que no cambiase el aire. Nos detuvimos a una distancia prudencial y observamos como ajenos a nuestra presencia comía y jugueteaba la manada. Pacientes esperamos la mejor ocasión. Esta se presenta momentos después cuando un gran macho viejo, acaso sabedor de lo que iba a suceder, se aleja del grupo unos metros y se pone descarado a mirarnos. Recuerdo que pensé en la distancia de sus ojos, en la inmensidad de su mundo interior, en los días de alimento que iba a suponer para la tribu. La adrenalina aceleraba todo mi ser, el corazón estaba a punto de saltar y salir corriendo, la presión en las sienes me nublaba la vista.

Tal vez excesivamente confiado, coloco mi Blazer sobre la vara, apunto al centro de la cabeza y disparo, totalmente convencido de que algo iba a caer y, sin embargo, en el último instante con un leve movimiento que hizo el animal, el proyectil, del 3.75 de punta blindada, pasó apenas sin rozarle. Vuelvo a cargar, apunto y disparo y disparo y disparo hasta seis veces seguidas.

Qué razón tenía Rilke cuando escribió que: "Lo bello no es sino el comienzo de lo terrible, ese que todavía podemos soportar; y lo admiramos tanto porque, sereno, desdeña destruirnos".


miércoles, 3 de septiembre de 2014

MAXIMIANADA 57




Es justo en este instante que agoniza,
cuando más se desea tener bronca
de frente o de costado
a tiempo parcial si me apuras.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

UN GUARDABOSQUE REAL




Recuerdo que era invierno. Que la luna llena saludaba agradecida a todos los seres nocturnos que salían a saludarla. Que en la cara norte de las laderas, sobre la retama y los brezos, a la sombra gris del roble pelado, la nieve, se acumula cubriéndolo todo con su paleta de blanco frío. Que incluso mucho más allá de donde los ojos del lince alcanzan, la noche acuna en la brisa de antaño, los perfiles crecientes de su equilibrio.

Recuerdo, a la luz que nos deslumbra en el nuevo amanecer, seguir las huellas de mi padre y éste, las de alguna libre mal herida. He de puntualizar, que las huellas de la liebre, son a menor escala, muy semejantes a las del ser humano: su planta ronda los seis centímetros y la disposición de sus cuatro dedos es similar a la del hombre, solo que sin dedo pequeño. Las liebres en la nieve son torpes y lentas, y buscan siempre algún recodo que las resguarde de tanta luminosidad, por eso y por su pelaje oscuro, no es difícil distinguirlas sobre el terreno blanco. En las más de las veces para ser cazadas por los furtivos, en esta ocasión para proceder a su cuidado con exquisita delicadeza. Mi padre, vendaba su pata con un jirón rasgado de su camisa y volvía a dejarla libre.
Y sí, claro que recuerdo también las discusiones, a la vuelta, cuando al llegar a casa, se enteraba mi madre del estropicio. El siempre era capaz de tranquilizarla diciendo: Pero mujer, es que no entiendes que me pagan por cuidar los bosques y sus animales. Cuando vengan los cazadores quiero que encuentren todo por lo que ellos pagan.

Recuerdo que era invierno. Asombrósamente opalino en las horas centrales del día, pero, acaso el invierno más crudo que la tierra norteña conociese. Que de todas las chimeneas, cordones gigantes de humo, subían hasta alcanzar la unión - imposible abajo entre sus vecinos - y al lado de las nubes crear con éstas, las formas fugaces e imprecisas de antiguos ancestros, para luego, en amigable charla, contándose los secretos, secretos de cada hogar, desaparecer en el infinito.

Si, recuerdo las huellas de unos pasos en la nieve, y en ellas a un hombre envejeciendo con los sollozos diarios, con la sordera del mundo, con los senos espejeros de las horas casi heladas en los colmillos del sol. Recuerdo los colores del cielo raso, de la pradera y del mar embravecido en sus ojos. Recuerdo, su voz singularmente dulce y escueta, su carga silenciosa al cuidado del bosque y sus criaturas, sus balanceos humanos. Recuerdo esa soledad característica que acompaña a los seres diferentes, ese gris plateado de los pájaros en contra de la luz, esa atmósfera inmensamente fugaz, cargada en la pupila de húmedos colores.

Si recuerdo esbozos, de una historia inconclusa, en el oscuro mundo de la mente, justo en ese preciso momento en que la tarde, casi a la conclusión, roza la noche, allí donde su silueta, alargada por la luna, siempre lo acompaña unos pasos por delante, y su mirada y su rostro cansado, tranquilo, sereno, sonriente pero cansado, devuelve el saludo a las hileras de adobe que daban forma a las casas: las mismas que silenciosas le saludaban,

Lorenzo fue el nombre escrito en la pila bautismal. Sofía, lo llamaron otros en un tímido intento de homenaje a la actriz. Padre lo dije yo siempre. Murió en casa como guardabosques del patrimonio, poco antes de que eufemísticamente pasasen a ser conocidos como guardas y mucho después con la democracia, agentes forestales, con nomina y vacaciones.

Lo recuerdo marrón. Vestido al uso con traje: chaqueta, pantalón y gorra de pana, casi con tantos años como él. Lo recuerdo orgulloso, siempre con su cachiporra de mando al cinto, incluso, mucho tiempo después de que el señor Crucelegui lo regalase su vieja escopeta paralela. Era una escopeta del calibre 16, marca Terrible, y si, terrible era la sensación que sentía yo, cada vez que me llevaba con él al bosque y lo leí estampado en la placa de la culata. Jamás disparó un solo cartucho, todos los que le regaló dentro del lote, permanecieron sin usar en la canana. Para él llevarla al hombro era como una anécdota, como una broma, como un adorno que imponía respeto a los que lo miraban.

Sí tengo que reconocer que nunca fue, lo que se dice propiamente un cazador. Más bien fue un pobre hombre, con sus más y sus menos; integro honesto y respetuoso con su trabajo y las personas que lo trataron. No tenía estudios, pero tenía catalogadas en su cabeza todas las especies de sus bosques, siendo el peor momento para él, los días posteriores a la veda, cuando tenía que restar las piezas que habían sido abatidas. Sabía donde dormía cada animal, donde se alimentaba, donde bebía, donde anidaba o donde tenía sus camadas.
En una ocasión, después de enterrar los restos de una madre, cuidó con la leche de la única cabra que poseía, a dos cervatillos, que un lobo había dejado huérfanos. Eran su tesoro y mi juguete, su mayor debilidad. Les guiaba hasta los mejores pastos, y les daba como golosinas rebojos de pan duro, ellos lo seguían a todas partes.
Recuerdo que lloró conmigo el día que algún furtivo desalmado, nos los mató. También recuerdo que lloró, cuando quiso entrar en la modernidad y cambió su vieja burra por una bicicleta. Una bicicleta que solamente utilizaba en el llano. Las cuestas, las bajaba y las subía andando, me imagino que era para no gastar los frenos.
Había sido el encargado de dirigir y plantar de pinos todas las laderas de la comarca y fue en agradecimiento a su honestidad y buen hacer, además de conocerse como nadie todos los montes, el motivo para ser nombrado guardabosques. He de confesar que en casa nunca se probó la carne de ningún animal de sus bosques. Para él eran como una prolongación de si mismo. Jamás cazó una pieza y nunca aceptó ninguna de las que le regalaron los cazadores. En su cabeza y colgadas en la pared del salón, siempre estuvieron presentes las normas del guardabosque, impresas en papel de 1907 con sello y firma: "El personal que se elija, ha de vivir apartado de todo lo que significa influencia o favor, y convencido de que sólo puede fiar la seguridad de su destino y la recompensa de los ascensos al cumplimiento estricto de sus deberes".
Los recuerdos anidan siempre al fondo de la memoria, en las tierras abonadas de la niñez y la juventud, permanecen como las huellas de los animales en el barro, unos sobre otros, hasta que llegado el momento, se destapan y se airean para mostrarnos maravillas que nos ayudan a continuar.

viernes, 29 de noviembre de 2013

UNA BARBIE CUALQUIERA



Maripolius pone el color al poema

Tierra no, aún no me tragues,
que te acuno atrevido en primera persona
igual que a las mascotas de Neruda,
de Borges, de Laureano, de Mestre o de Aleixandre,
antes de enmudecer, después de los disparos,
cuando vuelven y eclipsan
con el vuelo de su falda mí memoria.

Sí, déjame saber
mientras se cierran
ceremoniosamente
para que nadie se haga daño
los párpados y las estancias,
como es que todo, en alguna ocasión
nos empuja y nos rompe.

Tú, transformada en sueño y disparate
lanzas besos que nos cosen con fuerza
a una noche Lolita en la batalla,
taponas las heridas
que gotean del techo de esa noche
del hacha que nos niega mucho,
en muchas circunstancias
de la espada con su punto y destino.

No tierra, no me tragues, que aún
no me atrevo a mirar
en pie, delante de la tele,
como se fue muriendo al gris,
al gris y al blanco-negro tahúr
de las nubes marcadas,
toda esa sucesión de mundos,
mundos y signos de constelaciones,
mecidas por la historia
de una Barbie cualquiera.

Sí, déjame saber

Este era un poema con dedicatoria, pero para que no se avergüencen o endiosen los receptores de la misma, no la he puesto. Pienso que ellos saben quienes son y cuanto es mi agradecimiento. Gracias

sábado, 16 de noviembre de 2013

Hipérbaton DESDE EL FONDO DEL VERSO



El hipérbaton, es meteórico, trastabillante, quebrantador. Es el recurso sintáctico que por su eficacia rítmica, se utiliza para resaltar las ideas y palabras, dotando así a la expresión de una sorprendente agilidad y un dinamismo que rompe por si solo con todas las rutinas, es la figura que se produce cuando variamos en el verso la disposición lógica de alguno de sus componentes. (Nombre, adjetivo, verbo, complementos, puntuaciones) entendiéndose como disposición lógica, esa que marcan las relaciones gramaticales.

El hipérbaton, como destructor consciente de esa disposición lógica o de ese orden normal que reflejan los matrimonios gramaticales, es juvenil, efervescente, inesperado, viste de fiesta la calle de las monotonías, despierta admiraciones insospechadas, vive sin ninguna clase de compromisos ni obligaciones. Cuando se encuentra pleno de facultades, puede elevarse desde las aceras más sucias, hasta la puerta de los palacios donde es recibido como el héroe de la contienda. El hipérbaton no tiene madre, ni padre; viene inesperado de la nada y va como si fuese un saltimbanquin del sonido y las miserias de todos los días, hacia la luz de los mundos. Es su libertad de movimiento la que nos produce un efecto enfático que nos obliga a seguir hasta visualizar el final de cualquiera de los acontecimientos que por una u otra causa se han desarrollado con anterioridad. Hay muchas veces que estos finales solo están en la mente lectora, en el recreo de la vista desde los balcones del camino, en la satisfacción que proporciona la película mientras vamos llegando a ocupar ese asiento que desde siempre nos fue reservado

Nace en los desvíos de las construcciones sintácticas y es desde la perturbación de éstas, desde donde mejor se desarrolla. Sí, es verdad que en ocasiones nos toca de pleno el corazón y nos hunde hasta los abismos de la duda, pero eso no impide que nos reencontremos justo en ese instante en el que se rozan; la desesperación con el milagro, y así, para causar este efecto el poeta se apoya en los enlaces sonoros encargados de ir trasladando el mensaje hasta el final,

El hipérbaton por esa alteración de ciertas funciones gramaticales de las que hace gala: separación de nombre y adjetivo, anteposición del verbo al sujeto, distribución anárquica del contenido, impide reconocer los vínculos que unen unas palabras con otras, así como la función que desempeñan dentro del conjunto, creando un campo de atracción de acuerdo con sus semejanzas y diferencias fónicas y semánticas de las que emerge un sentido denso y difuso a un tiempo, que favorece la ambigüedad y fortalece la imaginación

Un monte era de miembros eminentes
Góngora

El hipérbaton es el recurso poético que permite por su ritmo machacón, acoplar al poema palabras y frases que de otra manera nos estarían vedadas, siendo el único que debilitando la síntesis, descontextualiza el lenguaje para que el lector intervenga activamente en la composición del poema.

El hipérbaton al no obedecer a las leyes lógicas del lenguaje, en ocasiones suprime elementos para conseguir una especie de instantáneas superpuestas que perturban o desvían la construcción sintáctica, llegando en algunas ocasiones los poetas de hoy, a prescindir incluso de la sintaxis, distribuyendo libremente las palabras por las páginas, prescindiendo incluso de la linealidad que la condición oral del lenguaje impone.


Es tuyo el resplandor
de una tarde perpetua.
¡Qué cerrado equilibrio
dorado, qué alameda
Jorge Guillen

Hipérbaton alejado en distinto verso.

Mira el incendio de esa nube grana,
y aquella estrella en el azul, esposa
Antonio Machado


Del salón en el ángulo oscuro

G. A. Bécquer

Anteponer una palabra  modificando  su posición natural, al principio o al final de un verso, por ser estos, los lugares más relevantes de la composición, produce un notable efecto enfático, capaz de enganchar al lector, en muchas ocasiones de una manera enfermiza.

El hipérbaton, por tener esa facultad de producir una distensión, un ir hacia delante, un alargamiento, una prolongación del verso hasta el infinito, es femenino, totalmente consciente de su necesidad