El corazón golpea en la puerta
de las historias del colegio escritas.
En el bolsillo, sólo hojarascas del invierno
se abotonan de infancias.
Amor digo y en ti me hundo:
simultaneo, vital, paralelo, sucesivo,
en las historias de las luces tristes
de la foto de mi ciudad,
solitario entre la multitud o sus cenizas,
a la puerta que se abre en la distancia.
Corazón. Puñetazos. Griterío.
Luces que no se apagan, y silencios
que iluminan radiantes desde ayer,
los pasos de mi escolta:
calle arriba con sueño,
mi pereza rutinaria.
Dormir es descansar, o resucitar si acaso
al imperfecto sueño de las melenas sueltas.
De ayer no queda nada, solo tardes,
casi noches repletas de múltiples jadeos.
Escombro en la cabeza de la gente
y sangre asfalto que aún no se ha diluido.