Tendremos que quitar de las comidas
algún aperitivo y tres o cuatro infamias.
Por cada refugiado cien mil gramos de amor,
y el queso y el acento del ábside que cubre
nuestra hamburguesa.
Al tacto de la báscula
tendremos que borrar de la memoria
la forma de no ver la imagen
de la huida hasta el invierno.
Volver a la abstinencia
del siglo doce,
de frontera en frontera
hasta recuperar
la forma en el gimnasio.