Vistas de página en total

martes, 19 de noviembre de 2024

El dolor blanco, y gelatinoso e insufrible que lo llenaba todo


 

El dolor blanco, y gelatinoso e insufrible que lo llenaba todo

 

Se había comido una cuarta parte de la tostada, acompañándola con unos sorbos de whisky con agua, y entonces se había quedado casi dormido con los ojos clavados en el triángulo de pan tostado, una de cuyas esquinas empezaba ya a levantarse.

                           Patricia Highsmith

 

 

–Tener hijos, dices. Pero ¿es que acaso tú no carrulas bien? ¿Es que tal vez se te han perlado las bujías? Oye, no se te habrán ido tres o cuatro tornillos, ¿verdad? –Le había espetado, espurreándole en plena cara, y en una tarde tranquila de finales del invierno, o, principios de la primavera, infinidad de gotas pequeñísimas de mi saliva con muchos de mis discernimientos. Pero ¿es qué tú no estás en tu sano juicio, no funcas, no funcionas? ¿Eres consciente de lo que me estás diciendo? –Sí, sí, se lo había dejado muy claro a María de la Cruz de Piedra en el día de su cumpleaños. Abriéndome a todas las mezquindades, y, a las tristezas que evocaban mi salvajismo latente, nada tenía la forma deseada. Se lo había dejado caer sin anestesia, a plena luz sin nubes, a palo recto. Austero y blanco igual que mi rostro infantil invadido por el acné. Tener hijos significaría claudicar, estar de acuerdo con sus pensamientos, confirmar, sí o sí, que esta vida nuestra era mucho más que admirable, que era extraordinaria, y era maravillosa, estupendísima perfecta, portentosa, y, puesto que, nosotros –de sobra lo sabía ella– estamos luchando por conseguir todo lo contrario a lo que nos vino impuesto, ¿cómo podríamos, entonces, concebir los hijos que ella quería? ¡Eh! ¡Eh! ¡Anda, anda! ¡Dime! ¿Cómo se le ocurría ni tan siquiera proponérmelo, ni pensarlo, ni dejar que invadiese su cabeza? ¿Cómo íbamos a darle motivos al hombre, o a Dios, o a quién coños quisiese que fuese la sombra o la luz que nos dominase y apretase los resortes del alma para no matar, antes de nacer a todas y cada una de nuestras propias reproducciones? ¿Cómo podríamos entregárselas a ellos sin luchar, sin entablar siquiera una cruenta batalla en contra de los aconteceres de esa vida espiritual? ¿Entregárselos para su consagración, o conservación en esos tubos probetas desinfectadas? ¡Sí, sí, claro! ¡Ya te digo! Recuerdo que, cuando yo aún era niño de pantalones cortos, y que apenas si hablaba, más que por otra cosa, por estar mi cabeza llena de pensamientos extraños y, totalmente fuera, de lo que acontecía en ese momento, veía vestir de negro a todas las abuelas: faldas negras, chaquetas negras, toquillas negras que cubrían las cabezas; y en el rostro, y en los ojos muy negros en dónde no se dibujaba la esperanza, y sí por el contrario, destacaban en primera persona, las sombras del miedo, ese miedo en el que se miraban, y mientras me acompañaban guardaban un respetable silencios. El futuro acercaba las advertencias frenéticas, y fallidas, y desequilibrantes, y temblorosas como los principios de las miserias en las crucetas de cualquier intimidad, en esa en la misma que era una constante que estaba ahí, destacando sobre todas las cosas, y que al final del día, aunque nos pareciese que en él, nos iba a faltar el aliento, y nos iba a sobrar el dolor blanco, y gelatinoso, e insufrible de las mangas largas que lo llenaba todo, descubríamos que no, que el rostro juvenil era capaz de alcanzar el sueño que se propusiese. Si todas esas abuelas habían recibido en una u otra ocasión la visita de la muerte: Hijo y padre. Hijo y madre. Hijo y hermano. Marido, amante, esposo, nieto, sobrino, tío y todos, todos ellos fueron fulminados por el frío del diablo en la nevera que les arrebató la vida después de darles un aire tras abrir su puerta. ¡Sí, sí, por supuesto! Siempre había algún ser muy cercano por el que afligirse y llorar, alguno que impacientándose les estaba esperando al otro lado. Así, nosotros, a ver, ¿cómo te lo digo?, ahora que ya habíamos crecido, y respirábamos el aire cálido de la noche desierta, y el contenido sutil de la brisa, y aunque no fuese esa nuestra intención, contábamos mentalmente cuantos amigos y familiares nos faltaban: ¿Cómo no íbamos a desistir de ser padres al ser incapaces de llevar la cuenta de tantos familiares como nos faltaban? Así pues, ahora, en este instante ¿cómo íbamos a pensar en tener hijos?

miércoles, 13 de noviembre de 2024

"Los labios que finge la noche" LAS HERIDAS DEL POETA

 

LAS HERIDAS DEL POETA
 
                                                 “La sangre tiene dedos y abre túneles
                                                  debajo de la tierra”
                                                                                Pablo Neruda
 
En el silencio,
la parte que no duerme de la voz,
despierta en ocasiones
las heridas del poeta:
cada uno sabe cuáles son
o al menos como se las imagina.
 
Antes del inconsciente femenino,
solo vasallos del aburrimiento.
Sabores de la luz dormida
al regazo de algunas alabanzas.
Bajo el sol, descubrimos siempre sabores nuevos.
 
En esta estación sin palabras
los labios son la mejor memoria

lunes, 14 de octubre de 2024

XXVIII A las seis de la tarde de un lunes con dislexias


 https://www.amazon.es/dp/B086PTDXZN


XXVIII

Todos, afantasmados,
recientemente van en bicicleta
a refugiarse en los viejos albergues,
lo mismo que ese oleaje
de los cuerpos florero,
esos que comprendiendo
cómo se cumple todo,
van y se alisan los cabellos
y fingen tras teñirse las pestañas
para acercarse al triunfo,
bailar valses antiguos.
No pienso presionarte, no, ¡qué va!
pero entiende que te voy a enamorar.

viernes, 4 de octubre de 2024

CONSONANCIAS DE LA VOZ. Todo un bosque en la alcoba


 


TODO UN BOSQUE EN LA ALCOBA

La palabra abierta al azar
nace sentencia cómplice del hombre,
se expande aliento a la deriva
lejana de la voz hasta que duele o calma.

Entre palmadas de vértigo, casi absoluto,
se lanza semilla al aire y se planta.
Se planta el fruto y nace
todo un bosque en la alcoba.

La palabra es siempre impredecible:
puente desde el incendio hasta los labios,
doble ofrenda del vino ante el espejo.

miércoles, 7 de agosto de 2024

Yoshitomo Nara "es la luz que me inventa"




 Embriagándome 
de los cuerpos femeninos 
lo mismo que los zánganos en la colmena
puedo olvidar mi forma de hombre.

                                                          Compra mis libros en Amazon y sigue leyendo

domingo, 7 de julio de 2024

Los aullidos del lobo



 Alguien me recuerda que en 2009 "Los aullidos del lobo" fue portada de Caza y Safaris