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miércoles, 6 de febrero de 2013

MUSEO DEL PRADO



Pintura de Maripolius

Hay cientos de secuencias fotográficas
sobre la superficie de tu semblante humano.
Mis calzoncillos siguen en el alfeizar de tu ventana.

Vamos a ver si te puedo besar
apasionadamente antes de Cristo,
cuando se calan todos los sombreros
después de los diluvios,
al sur de la inocencia,
debajo del paraguas de las constelaciones
ahora que nadie mira las figuras del lienzo.

Hay demasiadas tardes y brindis contra el mundo,
y entre las unas y los otros,
pocas conversaciones,
tan pocas que al cumplir los veinte
suponiendo que vayan a llorar de alabastro
mientras ondean sus cabellos
ya se conocen todas

Hay muchísimos párpados cerrados
para el olvido de las muchedumbres
y caderas perfectas con las formas de espuma
que tienen casi todos los comienzos.

Vamos a ver si te puedo besar
estos treinta minutos que dura el bocadillo,
la resaca del hombre hasta doler,
la inmensa superficie del enigma.

Sospechosas, del todo sospechosas
oigamos las disculpas,
de este miedo que exhibe en la azotea
más de dos mil años de continuidad,
el monólogo solo y roto
en la montaña dónde por su inmenso destino
se escuchan sus cuatro tonterías,
las superficies cálidas de los almohadones,
el color evangélico, adolescente y libre
de su naturaleza empapado de alcohol.

¿Para qué alumbrar la calle del sueño,
para qué descifrar su origen,
la manicura del otoño
el tenue rastro de las pinceladas?
¿Cuáles son los efectos de tantos compromisos?

Dame por favor un momento,
un lugar sin colores blancos,
solamente un instante pensativo
para ser inmortal:
un pastillero y su sorpresa.

Vamos a ver si te puedo besar
sobre esta nieve de las cumbres viejas.

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